T r e i n t a y n u e v e

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El trayecto se asimiló a subir el monte Everest. Terminamos mucho más agotadas que correr las infernales maratones que el profesor Manz obligaba hacer. Mi espalda quedó adolorida, con una clavada en el inicio del cuello que no se me quitó en días. Una vez que la cumpleañera quedó sobre su cama, cubierta en frazadas, cerramos la puerta para estirar los músculos.

Desde abajo oímos a las gemelas despedirse del último grupo que quedaba. Eran los chicos del club deportivo, los amigos de Fredd.

Esa amistad me pareció una traición, mas no podía obligar a ese par a elegir sus amistades o dejar de hablar con otros solo porque ellos y yo tuvimos un encuentro. Aunque claro, en ese grupo de chicos Wladimir ya no estaba, él no dejó ver su poco cabello por la casa.

Pretendí bostezar al percibir esa incómoda atmosfera que sentenciaba mi pronta metida de pata. Si bien quería mantener en secreto lo que realmente pasó en el baño, siempre existía alguien lo suficientemente observador como para que la verdad saliera a la luz.

—¿Qué pasó en el baño?

La miré unos tres segundos mientras en mi cerebro pequeñas Floyd corrían de lado a lado buscando qué responder.

Opté por reír con una incredulidad tan fingida como mi escepticismo.

—¿Quieres que te diga qué vomité o algo así?

—No, quiero saber por qué estabas allí adentro con Felix.

—¿En el baño?

Volví a reír de mala gana en un recuento mental.

El miedo es como la enfermedad misma, a veces no tiene cura. No sabía qué responder a lo dicho por Felix, tampoco sabía si mi consuelo serviría de algo. Él estaba asustado, yo también. Nos teníamos a los dos, en ese pórtico frío y oscuro, donde la música se escuchaba distorsionada y las voces ajenas.

Lo abracé en su soledad, usándome a mí como su consuelo. Las palabras iban a estar demás.

Sin embargo, la interrupción no tardó. Llegó como una bomba a desorbitar nuestros pensamientos, a romper todo a su paso. Eran unos chicos de segundo que se disputaban cuál era el mejor con los golpeas, una manada de simios los siguió detrás y armaron un circulo a su alrededor. Era como El club de la pelea versión estudiantes.

Me levanté bufando con disgusto para agarrar a Felix, insistirles a tirones que me acompañara a un lugar donde nuestra charla silenciosa llegara a su desenlace. Y como siempre, él aceptó.

La luz del baño fue como una luz celestial, su puerta abierta como la entrada al paraíso.

Nos encerramos a la vista de nadie y allí permanecimos.

—Hablamos sobre cosas importantes —le respondí a Sherlyn sonrojándome hasta la nuca.

En silencio bajé las escaleras captando con mi olfato el "aroma" a vinagre. Recorrí la sala desordenada rememorando cómo estaba antes que todos llegaran, luego me detuve para contemplar a las dos gemelas echadas sobre el sofá.

—¿Qué pasó con Eli? —preguntó Nora, quien lucía más consciente que Fabi.

—Se embriagó y vomitó.

Ambas hicieron una mueca de asco.

—¿Quién de ustedes limpiará la alfombra?

Fabi se hundió en el sofá renegando la responsabilidad hasta que recibió un golpe por parte de su hermana.

—¡Exijo que lo decidamos con piedra, papel o tijeras!

—No seas idiota, fuiste tú la de la idea —la culpó Nora.

Un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now