c i n c u e n t a

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Capítulo 50

Arranqué y me fui de allí, no soportaba el simple hecho de estar cerca suya.

Yo le amaba, sí. Pero no iba a permitir su comportamiento hacia mí, me dolía, me hacía daño, me mataba lentamente...

Al llegar a casa decidí llamar a Dani, al fin y al cabo él era mi mejor amigo.

— Hola, Sof. ¿Pasa algo? —oí como Carvajal saludaba a través del teléfono.

— Hola. Quería saber si podías quedar para... bueno, necesito hablar. —contesté sintiéndome pésima.

— ¿Ahora? Estaba esperando a Alejandra. —contestó suspirando.

— Te pillo ocupado, perdona. No vengas, ya hablaremos otro día. Te quiero, pásalo bien con Chispi. —colgué antes de que pusiera alguna pega.

Me senté en el sofá y miré al techo.
¿Me merecía ese comportamiento de Sergio hacia mí? ¿Acaso la culpa es mía por dejarle tirado cuando más me necesitaba?
Puede que sí que lo mereciese. Puede que sea así para siempre. Puede que no me vuelva a querer nunca más.

El sonido del timbre sonó sacándome de mis pensamientos y haciéndome percatar del río de lágrimas que corría por mis mejillas.
Intenté limpiarlas para que no se notase mi situación y abrí la puerta.

— ¿Savanna? ¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendida al encontrarme a la africana enfrente de mí.

— ¿Puedo pasar? —su voz dulce me convenció de ello. Se sentó en el sillón y yo con ella.

— ¿Y? ¿Qué quieres? No estoy de humor ahora mismo. —dije borde y fría.

— Siento lo de antes con Sergio, no sé qué demonios se le ha pasado por la cabeza para decir eso. De verdad lo lamento. —cogió mi mano sonriéndome amable.

— ¿Y qué quieres? El daño ya está hecho. —aparté la mano para secarme los ojos antes de que cayesen más lágrimas.

— ¿Qué quiero? —preguntó.

— Sí, ¿qué quieres? ¿A que has venido, Savanna? Quiero estar sola. —me levanté y me puse enfrente de la puerta, quería que se fuese.

Ella lo captó y se levantó quedando a mi altura.

— Oh, es muy sencillo lo que quiero. — sonrió enseñando los dientes, pero casi instantáneamente cambió su expresión a una de psicópata.

Me dio un puñetazo en el estómago haciendo que me doblase del dolor, clavó su codo en mi espalda haciendo que cayese al suelo. Se puso encima mía bloqueando mis brazos y empezó a golpearme la cara rompiendo mi labio por dos sitios. Dos rajas que ardían como el fuego. Pero no paró ahí, se levantó y pateó mi abdomen haciendo que me retorciese.

No tenía fuerzas para defenderme.
Agarró un mechón de mi pelo y me atrajo hasta ella haciéndome levantar pero quedando por debajo suya.

— Quiero que te alejes de mi novio. —resaltó el "mi". — No te acerques a él, ni le hables, ni le mires. Es sólo mío, puta asquerosa. No voy a permitir que una zorra como tú me lo quite.

Siguió golpendome, no recuerdo cuantos puñetazos y patadas recibí durante dos minutos que me parecieron milenios.

Me dio tres patadas más en el estómago y un puñetazo en la mejilla, sin soltar el mechón de mi cabello.
Tiró más fuerte de mi pelo y me bajó más, hasta quedar tirada en el suelo sin soltarme.

— Quedas avisada, pensaba que no serías una amenaza pero ya veo que sí lo eres. Si me entero que te has acercado a él o él me cuenta algo voy a hacerte la vida imposible, puta. —me soltó haciendo que golpease con la pared. — Sergio Ramos García es mío, no tuyo. Que te vaya bien, zorra.

Cerró la puerta tras esa frase. En esos momentos mis lágrimas caían como si de una tormenta se tratase y pata colmo mi cabeza sangraba debido al golpe que provocó la brecha en la frente.
Me levanté del suelo como pude, después de recibir la paliza de Savanna.

Mi frente y ahora mi labio sangraban de los golpes de aquella mujer que se hacía la amable, la buena y la cariñosa.

Quería que me alejase de Sergio, y si no lo hacía me volvería a pegar una paliza o algo mucho peor.

No sabía que hacer en ese momento, pero debía irme a que un médico me viese la brecha de la cabeza. Comenzaba a perder una cantidad de sangre para preocuparse, mi vista empezaba a nublarse.

Un ruido hizo que me espabilara un poco. El móvil.
Me moví lo más rápido que pude y lo cogí.

— Sofía. —escuché. — ¿Sofía? Te escucho respirar, contéstame. Tenemos que hablar. —distinguí su voz, lo haría en cualquier momento.

— Se... Sergio. —conseguí articular.

— Sí, soy yo. ¿Estás bien? ¿Sofía?

— Socorro, me desangro, me duele...

— ¿Dónde estás? Dímelo, vamos. —su voz nerviosa y agitación me hizo saber que estaba corriendo.

— En... en mí c... casa. —casi no podía halar, Savanna me había roto el labio y me ardía cada vez que movía la boca.

— Voy corriendo, aguanta, Sof. Ni se te ocurra desmayarte, habla conmigo. —escuché el motor del coche arrancar y la voz de Sergio firme pero con miedo.

— Me duele... —articulé sintiendo mi labio abierto, rajado después de los puñetazos.

— Ya llego, aguanta, princesa. —quería contestarle, pero no podía, estaba cansada. — ¿Sof? Sofía, contéstame, joder. No te desmayes.

— Sergio... —mi vista se empezaba a nublar y las ganas de dormir aumentaban.

— Estoy aquí, estoy llegando, no te duermas, Sof. Por favor, amor. —su voz se entrecortó, consecuencia del llanto.

— Te quiero. —fue lo último que dije antes de perder la vista y desmayarme.

Mejores Amigos. Sergio RamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora