22. Yo lo soy.

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El pitido del monitor conectado a su dedo sonaba constantemente.
Mientras Stephanie apretaba sus ojos fuertemente, tanto así que ve puntos rojos detrás de sus párpados, escuchó las bisagras de la puerta rechinar abiertas.

Ay no.

Deseó tanto poder esconderse debajo de la cama. En cambio, fingió dormitar.

Su cuerpo inerte -como si estuviera dormida, no muerta-, y su respiración profunda.

Nunca antes se dio cuenta de que fingir dormitar iba a ser tan difícil, no con la mirada de Adam sobre ella, atravesándola como yardas en la piel. Su olor inundaba el lugar, olía tan condenadamente bien, a loción de afeitar y a sales de baño.

Era una situación seria. Entonces, ¿Por qué sus pezones se endurecían y rogaban por la boca de Adam?

Traicioneros.

Entonces, lo sintió acercarse sigilosamente.
Su calidez emanando por todo el lugar.

Sintió su cálido aliento traspasar la tela sobre su ombligo.
Mierda.
Estaba demasiado cerca y, cuando abrió los párpados en rendijas, lo vio.

Inclinado sobre ella y sus manos suspendidas en el aire cerca de su vientre.

Ahí era donde lo quería.

Nada más existía, excepto ese hombre y lo que estaba haciendo. La existencia pareció resumirse a ese punto; al punto en el que padre e hijo estaban cara a cara.

Y nunca se sintió tan bien.

Guardaría su imagen para toda la vida si no podía estar con él.

Luego sintió un beso ser dejado sobre el vendaje en su cadera. Con un simple beso todo se sentía mejor, y su beso era mejor que cualquier bálsamo curativo.
Ser amada de esa forma debería ser ilegal, era como una droga que se metía debajo de su piel y su cuerpo suplicaba por más.

Entendiendo que por fin podrían estar juntos debería de haber besos descontrolados y caricias interminables.
¿Por qué un segundo después se sentía como si le hubieran dado una baño de agua fría?
Él simplemente lo hacía por la herida, no tenía idea de la otra razón.

La mentira aplacaba cualquier llama que el roce de sus labios provocaba. En un segundo se incendiaba y al siguiente chocó contra un témpano de hielo.

Todo porque los dos ocultaron la verdad detrás de un muro rígido de concreto.

La energía que tenía para derribar ese muro de falsedad, no era la misma como para reconstruir un puente, pero, por él y su bebé, valía la pena el trabajo. Todo valía la pena por él.

Cerró los ojos velozmente cuando él miró hacia arriba.

Sintió su movimiento de ascenso, luego su cálido aliento deslizarse en su mejilla.

Stephanie abrió lentamente los ojos y se enfocó en él, en su boca, que estaba cerca de la suya.
Sus ojos volaron hacia atrás cuando los labios de él hicieron un ligero contacto eléctrico.

No me traicionen labios o no habrá labios de Adam nunca más.

Una chispa y el monitor emitía pitidos acelerados, su frecuencia cardiaca aumentando en un frenesí.

A quien engañaba.

Todo por un simple roce de labios, una inhalación profunda y una sonrisa de parte de él.

Corazón traicionero.

Mordió su labio inferior. Si sus labios fueran un libro abierto, estaría segura de que solo él podría leerlos, porque ansiaban su toque adictivo.

Seduciendo al mejor escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora