11. La roca del amor.

1.7K 113 60
                                    

Se besaban con fervor. Aquella necesidad candente transformándose en un sentimiento de plena pasión.

Cada toque, cada caricia y cada beso llevaban una oleada de deseo por todo su cuerpo.
Corazón, mente y alma en sí sufriendo una sobrecarga.
Ella se sentía una diosa siendo adorada por un dios en un pedestal.
No había ropa. No había barreras.

—Te necesito —dijo Stephanie. Era todo lo que podía decir con el deseo nublando sus ojos.

—Me tienes —respondió él.

Pasó de besar su boca a besar su clavícula, una mano en su cadera y otra acunando su pecho y ese era el sostén que él le podía proporcionar antes de caer por el borde.

Pero entonces, él atormentaba su pezón con su boca. Se turnó para adorarlos mientras la mano en su cadera se movía entre sus piernas.

Sus pliegues estaban mojados, su cuerpo estaba secándose con lo caliente que estaba.

Él hizo círculos lentos, casi perezosos. —Tan mojada.

Ella gimió, esa necesidad casi era aplastante. —Te quiero dentro, Adam.

Él se tensó, no podía protestar. Ella se lo había pedido, casi suplicado. —¿Estás segura?

Stephanie asintió y soltó un sí.

Él gimió, gruñó y la besó.

Entonces él le separó las piernas con su cadera, haciendo espacio para estar más cerca. Por instinto ella los envolvió a su alrededor.

Estaban alineados, tan cerca. Un paso más y ya estaría dentro.

Y entonces él entró en ella, lentamente.

A Stephanie le empezó a doler, pero nada que no pudiera aguantar.

Mordió su labio inferior para mitigar el pinchazo de dolor. Él tenía los ojos cerrados, los labios entreabiertos. Ella estiró su mano y trazó lineas en su hermosas facciones. Él se recostó contra aquella mano, buscando ser acariciado por ella.

Entraba despacio. El dolor iba aumentando, pero no mucho.
—Adam —lloriqueó.

Él abrió los ojos y se detuvo.

—Stephanie.

Tenía que decírselo, él merecía saber. —Es mi primera vez.

Sus ojos verdes se abrieron como platos, y en un santiamén él se retiró.

¿Lo habrá asustado con su inexperiencia?

Él se sentó en la roca y se estiró el cabello con frustración. Una letanía de palabrotas salía de su carnosos labios. —Joder, maldito Daniel hijo de puta.

—Adam, Lo siento —dijo Stephanie, sus ojos conteniendo lágrimas. Prácticamente lo había obligado a que hiciera eso.

Él la miró y sus ojos se suavizaron al igual que su expresión. Agarró a Stephanie y la atrajo a sus brazos. —Nena, no tienes por que disculparte. Creí que Daniel había tomado eso de ti, por lo que dijo. Mereces algo mejor que esto. No un idiota desflorandote sobre una dura roca en un bosque.

—Adam —trazó sus pectorales con un dedo—, yo te quiero a ti. Además, me gusta esta roca.

La comisura de su labio se estiró hacia arriba.—Roca suertuda.

Stephanie rió. —No, a lo que me refiero es que quiero hacerlo aquí, contigo.

Sus ojos se oscurecieron y pronto la tuvo sobre la roca de nuevo. En la misma posición que antes.
Vaya. Un desesperado Adam era interesante. Tal vez ella tenga que hablarle explícitamente la próxima vez.

Seduciendo al mejor escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora