9. El granero.

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El hospital no era un lugar fascinante para Stephanie. Había acudido años atrás cuando su hermano trataba de domar a un caballo y el animal lo tumbó en el suelo. Él se había fracturado el brazo y, el terror en ese entonces, era lo peor que pudo experimentar. Creyó que iba a perder a su hermano; era una niña y no entendía que con un brazo roto no podías morir.

Ahora lo sabía mejor y era mucho peor.

Sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y su cabeza dolía en un golpeteo constante cada vez que el llanto comenzaba. La sala de espera se sentía fría y esterilizada. Todo era blanco y el olor a desinfectante la molestaba. Hacía ya una hora que estaba esperando.

La bala había impactado en su cintura, dijeron los médicos.

El mal presentimiento anterior era un recordatorio que no servía para nada. Supo que algo malo iba a ocurrir horas antes en la playa. Era una mierda que sus presentimientos no vinieran con una advertencia clara de lo que iba a pasar.

Miró a su familia que estaban junto a ella. Su papá estaba con los ojos rojos al igual que su mamá, Caroline. Los dos se sostenían mutuamente.

Jace no estaba, tenía que hacer una declaración ante los policías.

La tía Cornelia y su marido estaban rezando en una esquina. Esperaba que, el que estuviera a cargo allá arriba, los oyera.

Liam había ido afuera porque necesitaba aire. Supuso que era insoportable el dolor para él. La expresión asustada cuando lo encontraron y la desesperación en todas sus acciones habían coincidido con la de Stephanie.
Ahora él tenía una mirada vacía y dura, que escondía lágrimas en lo más profundo.

Nunca se imaginó que llegar a AL iba a ser problemas.

Estaban en una situación de vida o muerte. Dolía pensar que esa bala estaba alojada en su interior y que la hemorragia pudo haber sido mortal si la ambulancia no llegaba a tiempo.

Tres horas en la sala de cirugía para extraer una maldita bala.

Stephanie se limitó a mirar las dobles puertas por donde desaparecieron los enfermeros con el cuerpo en una camilla.
Con un impacto así nadie podía sobrevivir. No quería aceptar que la muerte estaba esperando.

Por fin un doctor con bata blanca y un sujetapapeles salió a informarles de la situación.
Stephanie fue la primera en ponerse de pie.

Su garganta se transformó en un nudo cuando vio la expresión indescifrable del doctor.

—La señorita Yessie Roth ha sido fuerte...

Stephanie apretó fuerte la mano de Adam que sostenía la suya.

Tres horas y quince minutos antes...

Miró el cuerpo de Adam, no había ningún agujero y  tampoco se desplomó.

¿Qué había sucedido? Vio a Jace y a Jack que bajaban sus armas y se miraban con terror. Luego sus miradas fueron al camino de entrada.

Los ladridos de perros de los vecinos se hicieron escuchar y, bajo la luz de la redonda luna, una inconsciente lágrima resbaló por su mejilla.
Otro disparo se escuchó segundos después.

Sintió una quemazón en su nuca. Se dio la vuelta y corrió hacia la casa de Yess. Ignoró que Adam gritaba detrás de ella para que se detuviera.

El pánico nublaban su visión, pero no se detuvo, ni siquiera cuando oyó los pasos de Adam detrás de ella.

Cuando llegó al granero de los Roth. Lo primero que vio fue a Liam con un arma en su mano sosteniendo el cuerpo sangrante de Yessie. Murmuraba palabras tranquilizadoras y cariñosas.
Luego vio el cuerpo sin vida de Luke Manning del otro lado, con un arma cerca de él. No se perdió la sangre en su frente que manchaba el heno.

Seduciendo al mejor escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora