17. Contrato con el diablo.

1.1K 117 26
                                    

Stephanie podía ser fuerte, caerse y luego levantarse, con la ayuda de otros.

Literalmente.

Tocó con sus nudillos la puerta. Quiso ver a través de ésta, para prepararse. Escuchó un «adelante» gruñido por alguien adentro. Entró y cerró la puerta detrás de ella.

Ella era incrédula y un poco tonta, sí. Pero nunca la habrían preparado para lo que había dentro. Nunca.
Cuando se dio la vuelta lo vio.
El padre de su hijo, el chico al que entregó su corazón y un pedazo de su mundo, sentado detrás de una mesa de caoba. Con cientos de papeles esparcidos. Con una pluma en la mano y con la mirada clavada en lo que estaba haciendo.

—¿Necesitas algo?

Ella no podía emitir palabra alguna. No formaba palabras, es como si su dislexia hubiera tomado todo de ella y la dejó sin letras. Vacía. Y sin poder creer lo que estaba frente a ella.
Él ni siquiera levantó la vista, estaba malhumorado.

Todas las veces que había mirado sus ojos, había estado mirando a Hunter. ¿Se estaba burlando de ella?
Lo había dicho Amanda. Esa realización la golpeó.

La primera vez que ella lo había visto creyó que era un simple lector en una biblioteca. ¡Tonta! Había sido él el que escribió el libro, el chico con el que estaba obsesionada por años. Un chico muy inteligente.

Dios, quería vomitar.
Puede que sea el embarazo, Puede que no.

Y se dio cuenta que había extrañado su voz; la forma en que sus pestañas enmarcaban aquellos ojos verdes y su mandíbula se movía apretando los dientes.

Su perfil.
Todo.
Fue un largo tiempo hasta que él levantó la mirada.

Un par de círculos oscuros y una mirada de sorpresa eran su única expresión.
La pluma que tenía en su mano se escabulló de entre sus dedos. Rodó por el borde y cayó al suelo. En un silencio total, sólo se escuchó el ruido del objeto topándose con la superficie del suelo.
¡Era él! Le había escrito varias veces mensajes que ahora no podía descifrar.

Adam tragó saliva. Su nuez de Adán moviéndose de arriba a abajo, el fantasma del pánico pasando en su rostro.

Hasta que ella vio sus rasgos, claros como el agua, no pudo evitar pensar en aquel día; el día en que ella le perteneció.

Sus ojos verdes habían estado nublados de lujuria.

Stephanie se recuperó de aquel transe en el que estaba y obligó a su voz teñirse de formalidad.—Adam— Odiaba el estremecimiento que pasó por su cuerpo. Quería acurrucarse en una bola y llorar.
Se aclaró la garganta para intentarlo de nuevo.— Señor Cameron, soy Stephanie Sky. Yo...trabajaré con usted...

Su voz se desvaneció cuando los rasgos de él se endurecieron.—¿Ya lo sabes, cierto?

Stephanie fingió indiferencia, era lo único que podía darle al no saber a lo que se refería.—No sé de que me habla señor.

Incluso de esa forma, había oculto en sus ojos una súplica silenciosa de lo mucho que quería tocarla.

—Stephanie—él se levantó y tiró su cabello más desordenado de lo que ya estaba.

—Soy para usted la señorita Sky.

Los dos hicieron contacto visual. Ella hablaba en serio, él la miraba como si fuera transparente. Ojos entrecerrados y todo. Quizás tenía visión de rayos equis.

Entonces, él rompió cualquier contacto y comenzó a pasearse por la habitación, surcando sus dedos a través de su cabello y murmurando palabrotas.

Seduciendo al mejor escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora