1.Tarjeta V

3.7K 206 75
                                    

Stephanie Sky se pegó al fino cristal que la separaba del libro que tanto anhelaba tener; sus manos se adhirieron al vidrio del escaparate y aplastó su nariz contra la superficie transparente.

Era hermoso, demasiado.

Deseaba tanto el libro detrás del cristal que no podía separarse mucho tiempo de él, incluso si todos los transeúntes pasaban a su lado y la observaban con cierto recelo por su muestra de afecto al objeto inanimado y por su obsesión desmesurada.

Tal vez ellos tenían miedo de que asaltara el lugar.

Entonces, sin previo aviso, se quitó la sudadera y envolvió su puño con él. Con toda la fuerza que tenía y con todas las ansias de sentir ese libro en su mano, estampó su puño contra el ventanal; haciendo que se quiebre en pedazos y caiga al suelo.
No importó que estuviera cometiendo un delito, valía la pena ir a la cárcel por un libro como ese, y, si los policías la esposaban antes de leerlo, al menos tendría antes la oportunidad de tomarlo entre sus manos.
Agarró el libro y lo estrechó entre sus brazos, también lo meció y brincó con una alegría inmensa. Por poco besa al atractivo chico en la portada. Acarició la cubierta y, delicadamente, lo abrió. Leyó las primeras líneas y sintió el abocado sabor, deleitándose con cada palabra.

—Steeephie.

La fantasía se desvaneció y obligó a su cuerpo a apartarse del aparador.
Su mejor amiga no paraba de captar su atención mientras soñaba despierta. Estaba delirando por un libro y, aunque el autor se mantenía en el anonimato, quería tanto conocerlo y agradecerle por sus palabras que, a lo largo de los años, le tocaron el alma.
Hunter Green era su usuario en Wattpad, la plataforma de libros en internet. Ella era su fan número uno, buscaba información de él en cada párrafo de su libro, porque ya saben: sin darse cuenta los escritores dejan información de si mismos en sus historias.

Varios meses pasaron desde que había estado ahorrando para comprar el libro y estado pendiente al máximo del día en que estaría a la venta en las librerías. Y ahora estaba ella allí, parada en la acera frente a la biblioteca Diamond, su favorita en Fifth avenue, contemplando aquel tomo único.

En cuanto a su amiga Yess, ella contemplaba a la población masculina; a cada muchacho atractivo que pasaba le echaba una ojeada que te hacia pensar dos veces antes de invitarla a acompañarte a algún sitio.

De vez en cuando les lanzaba uno que otro silbido de apreciación que los hacia darse la vuelta y comprobar quien de las dos lo había hecho.
Stephanie se ponía roja cuando los guapos chicos la miraban a ella en vez de a Yess, creyendo que ella lo había articulado. Los guiños no eran su punto fuerte cuando se trataba de la vergüenza total que sentía.

—Deberías dejar de hacer eso, harás que un loco te acose— dijo stephanie a Yess por enésima vez, después de verla pasear su mirada en el trasero de otro chico que pasaba junto a ella.

Yess hizo un mohín.
—Te falta echar un buen polvo—respondió.

Stephanie rodó los ojos. Su amiga era de esa manera y, aunque era su prima, no paraba de llamarla sexópata.

—Estoy bien con Bob.

Bob era su amigo a pilas, y Yess lo sabía.

—Vamos, ni siquiera tiene baterías.

Se sorprendió por su comentario, frunció el ceño y preguntó—:¿Cómo lo sabes?

-Porque siempre tienes esa cara de Me-Chupé-un-limón.

Yess, una vez, había encontrado accidentalmente a su amigo en el cajón de la mesita de noche. Ella sabía que no lo había abierto de su embalaje y que hasta tenía el moño y todo. Al fin y al cabo a Stephanie no le gustaban esas cosas, tal vez tenga que ver con que su ex novio, Daniel, le haya regalado el juguete.

Seduciendo al mejor escritorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora