ÚLTIMO CAPÍTULO

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Jugaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa. —Gritó Rachel entrando por el pasillo, parándose en mi puerta y me señaló. —¿Tere juga comigo? —Movió su peluche con el chupete en la boca.

—Voy a jugar contigo, venga, vamos.

Bajamos al salón, donde, en mitad de los sofás colocados formando un cuadrado, ella tenía todos sus juguetes. Mi madre la consentía mucho, sí que es verdad. Al igual que a mí, para qué voy a mentir.

—A ver, a qué quieres jugar. —Sacó una caja de maquillaje y la abrió con aquellas diminutas manitas. —No. —En menos de un segundo, tenía el pintalabios en mis labios, mientras ella sonreía con el chupete en la boca. —Yo no te di un riñón para esto. —Le dije sintiendo cómo apretaba el pintalabios y se salía de la curva.

Mu bapa. —Cambió de utensilio y cogió una brocha que esparcía sombra de ojos por toda mi cara. —Má bapa.

—Basta. No. Me voy. —Me levanté pero Rachel seguía enganchada a mi pierna y me perseguía al andar. —¿Quieres que juguemos a las espadas? Es más divertido.

¿Pada? —Le di una espada de corcho roja y yo me quedé con la verde. En cuanto la tuvo en la mano, me dio un golpe en la pierna.

—¿Puedes ser más bicho? —Dije cogiéndola en brazos, quitándole la espada de la mano.

—Lauren, límpiate la cara, vamos a cenar. —Dijo mi madre señalándome el rostro con una risa.

—Te libras hoy, enana. Mañana sí que te mato. —La dejé en el suelo y ella salió corriendo entre risas, enganchándose a la pierna de mi padre, que venía hacia la cocina.

—Una vez vi un Picasso así. —Él también me señaló y gruñí, subiendo a mi habitación.

Me duché, me cambié, y bajé a cenar con ellos. Al principio era extraño, sobre todo por Mike, pero poco a poco, teniendo conversaciones, comiendo juntos, nuestra relación se fue estrechando, hasta tal punto que ya lo llamaba papá.

—Y... ¿Qué quieres hacer cuando acabes la carrera? —Preguntó mi padre. Yo me encogí de hombros.

—No lo sé, quizás siga estudiando y me doctore en literatura, pero... Me gustaría ser escritora. Es difícil, lo sé, hay millones de personas mejores que yo. —Corté un poco de pavo y me lo llevé a la boca.

—Bueno, ¿alguna vez has escuchado a algún artista cantar mal en directo o pensar que no tiene una gran voz como para ser cantante? —Asentí. Una de mis cantantes favoritas no tenía una de las mejores voces en directo. —¿Y por qué crees que ha llegado hasta ahí?

—¿Contactos? —Mi madre y él rieron, asintiendo.

—También, pero por lo que trasmiten. Puede no cantar como los ángeles, pero si sus letras son buenas y llegan al público, es mucho mejor que tener una buena voz. —No me quedaba claro el concepto relacionado conmigo, y él lo supo. —Puedes no tener unas frases poéticas, herramientas literarias, pero, si el contenido y el mensaje que quieres dar es bueno y trabajas en ello... —Se encogió de hombros. —El mundo es tuyo.

*

Apagué las luces de mi habitación y se tiñó de azul. Recuerdo la primera vez que se lo mostré a Camila en esa cafetería. Recuerdo que, en aquél momento, era lo único que me gustaba de aquella ciudad, porque sólo me quedaba refugiarme en aquél azul y esperar a que amaneciera.

Me tumbé en la cama, mi cabeza daba vueltas. Mi padre había dado en el clavo con aquella pregunta, ¿qué iba a hacer después de la universidad? Necesitaba un plan de futuro que me gustase, pero doctorarme no era lo que yo quería: yo quería ser escritora. Pero eso no era fácil. No era fácil porque había mil como yo en el mercado, había miles de escritoras que sus mensajes llegaban, y además, escribían bien. Yo no tenía nada de eso, ni siquiera una buena historia.

Me levanté de la cama y miré la bahía, miré aquél lago que se antojaba oscuro y eterno, del que muchas veces quise escapar pero nunca pude. Miré los edificios, aquella luz azul que nos envolvía y embriagaba, esa que me hizo quedarme 'un poquito más' en Toronto.

Todo daba vueltas en mi cabeza, ¿qué debía hacer? Mi sueño siempre había sido ir a la universidad para formarme, pero, ¿formarme para qué? Esa era la pregunta del millón.

Para qué quería formarme. Lo único que yo había querido todo este tiempo es que alguien leyese mis historias, pero nunca nadie lo había hecho. Camila recogía mis servilletas y las guardaba, decía que le servían de inspiración, y las tenía puestas en su taquilla del hospital.

Desde que llegó mi madre a finales de mayo, había estado escribiendo sin parar cuando tenía tiempo. Ahora, podía estar a solas en mi habitación conmigo misma, sin preocuparme de nadie más. Ahora mi corazón no tenía presión, lo único que quedaba era pena y resquemor por un pasado que me había hundido durante mucho tiempo, y necesitaba deshacerme de él. Así que empecé a escribir mi historia.

Abrí el portátil y miré el archivo con aquellas 565 páginas en Word, que contaba mi historia desde el "volveré, te lo prometo", hasta el "has vuelto". Contaba todas las noches que pasé en esas calles bajo la luz del skyline, aquella luz azul que ahora yo contemplaba desde arriba, y no entre las callejuelas como una rata sucia. Contaba todas las penurias, todas y cada una de ellas, bajo la luz de las noches de Toronto.

Por fin tuve el título para aquella novela. Lo escribí, y cerré el portátil con una débil sonrisa de felicidad, sintiéndome realizada, completa, y vacía de malos recuerdos. Así nació mi primer libro

Blue Nighttimes. 

blue nighttimes; camrenTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang