Capítulo 117

14.8K 1.1K 233
                                    

Mi pie golpea la acera a la espera de que aparezca. Aunque el sol golpea con fuerza mi cabeza, no siento tanto calor como debería, como uno creería que estoy sintiendo. Estoy ansiosa, y acabo de salir de mi casa, donde el aire acondicionado estaba prendido.

Fue necesario solo poner un pie fuera para saber que hoy sería de esos días pesados.

Miro la hora en mi móvil.

14:47

Debería haber llegado hace quince minutos ¿donde está? El que no esté sudando todavía, no quiere decir que el calor no me afecte. Llevo esperando unos diez minutos y hasta he pensado que llegaba tarde. Pero su coche no ha aparecido a la vista en este corto tiempo que he estado parada en la esquina.

La vibración de mi móvil en el bolsillo me espabila. Palpo el aparato por encima de la ropa hasta que lo saco y veo que tengo un mensaje.

Jenny: Lamento la demora, estoy a dos cuadras.

No le respondo y espero al menos cinco minutos más hasta que su coche aparece. No he esperado demasiado, pero mi amigo radiante y amarillo ha querido que sienta su presencia y tengo el pelo pegado a la frente.

—Has demorado muchísimo —le digo una vez dentro del coche. Gracias a Dios que el coche está fresco por el aire encendido.

—Lo siento, he estado ocupada. Pero venga mujer solo han sido quince minutos.

—Veinte —corrijo—. Veinte minutos bajo el sol de treinta grados.

—Lo siento —repite con una mueca y me dirige una mirada de soslayo. Le digo que ya no importa a medida que el coche avanza con su habitual ruido del caño de escape sonando. No me molesta el sonido, sin embargo.

Está fresco dentro y extrañamente suena un tema de Ed Sheeran en la radio, en lugar de su guitarra eléctrica y canciones pesadas que normalmente suelo escuchar cuando estoy con ella.

Lleva puestos unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes que se le pega muy bien al cuerpo, igual que yo. Solo que yo llevo una suelta en la parte de arriba. Fresca para que corra el aire.

No parece que hubiera corrido una maratón, pero su ropa está sudada en el centro del escote y lleva el cabello desprolijo y pegado a la frente.

—¿Has estado corriendo? —le pregunto en uno de los semáforos en rojo. Muerde su labio inferior y yo sé con exactitud que ese es un gesto de nerviosismo por parte de ella. Uno que incomoda a mi amiga—. Lo digo porque te ves toda sudada y despeinada.

Traga saliva y me sonríe.

—No, es solo que mamá me envió a hacer algunos encargos de la empresa.

Eso me coge por sorpresa.

—¿Desde cuando tu madre te pide ayudarla con la empresa?

Suspira poniendo el cambio una vez que el semáforo cambia a verde y gira en la entrada del centro comercial. Todavía no he tenido el valor para contarle a nadie sobre mi...identidad. No me siento a gusto hablandolo con alguien. Jenna es mi amiga y las amigas se dicen todo. Pero la he sentido distante en estas últimas semanas luego de haber compartido la cerveza con Trent y no he querido hablar con ella hasta ahora.

Aunque no para hablar de Holly o de Keith o de quién sea. Sino para comprar algo para el baile, que es en unos días.

—¿Desde que...he decidido enviar mi solicitudes para las universidades? —su pregunta sonó más a una afirmación. Una increíble y sorprendente afirmación.

Desde que la conocí he sabido que ella y los libros no le van. Y no porque haya repetido este último año de preparatoria.

Siempre le ha gustado seguir a su suerte. Que el destino se encargue de ella y no seguir ningún tipo de formación universitaria, ya que ella la consideraba un estilo demasiado «burgués» para ella. Aunque no me parece incorrecto, no comparto su forma de pensar y siempre le he dicho que lo más seguro es que tendría que estudiar para poder asegurarse de su futuro.

En SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora