Capítulo 8

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Ares comenzó a caminar hacia el campo de fresas, asumiendo asertivamente que la chica lo seguiría.

Llegaron a un banco hecho con raíces, seguramente creado por los sátiros del campamento, y el dios, con un gesto de la mano, la invitó a sentarse primero.

Luego de unos silenciosos he incomodos minutos, Ares dijo algo que realmente no se esperaba.

– Siento mucho lo de la maldición.

El hombre no se veía apenado, aunque su rostro se había puesto serio de repente. No podía adivinar la expresión de un hombre con gafas de sol.

– Eh... ¿Cómo es que...?

– ¿...lo sé? Bueno, digamos que Afrodita y yo somos... cercanos. –la sonrisa divertida volvió a su rostro y Fransie supo de inmediato a que se refería.

La verdad cercanos era poco, ambos eran el caso de infidelidad más descarado era historia griega, justo en el círculo olímpico, bajo las narices de Hefesto.

– Bueno, pues... gracias...señor.

– No me llames de esa forma, soy Ares para los amigos.

Ese fue justo el momento en que comenzó a sospechar, era demasiada amabilidad de parte de un dios que vivía de las guerras y los derramamientos de sangre.

– Estoy seguro de que te estás preguntando cual es la razón de mi visita –Fransie asintió– bueno pues, luego de enterarme de la maldición que Afrodita había plantado sobre ti y tus descendientes, pensé "es injusto que esta chica tenga que sufrir esto sin poder luchar" como ya sabes, soy un experto en esto de luchar -el hombre la miro mientras sonreía y esperó un momento a que ella asimilara la información que le estaba dando. Fransie estaba expectante– no te sientes cómoda con ninguna de las armas que has tomado ¿verdad?

Fransie abrió los ojos con sorpresa, ¿y él como podía saber eso? De todas formas negó con la cabeza.

El dios sonrió.

– Eso es porque ninguna de las armas creadas hasta ahora te dan la talla, ninguna es adecuada para tu nivel de agilidad –entonces de su cazadora de cuero sacó un papel enrollado– este es mi regalo para ti, son los planos para crear un arma que esté a tu nivel, con el que puedas utilizar el don que te di sin restricciones.

– ¿De qué don está hablando? –Entonces la chica recordó la increíble habilidad de la que había dado muestras el día anterior y esa mañana justo frente al dios – ¿eso es cosa tuya?

– Lo que te otorgué se llama bendición, y nunca te fallará siempre y cuando confíes en tu habilidad como guerrera, es mi regalo para que puedas luchar contra tu maldición.

Fransie tomó el rollo y al intentar abrirlo el dios la detuvo.

– No entenderás absolutamente nada, dáselo a un hijo de Hefesto, el mejor de ellos, y él sabrá que hacer.

La chica guardó silencio un momento y luego asintió.

– Muchas gracias, señor Ares, nunca nadie había hecho algo como esto por mí.

El hombre le puso la mano en el hombro y ella levantó la mirada hacia él.

Entonces supo que algo iba mal. No podía moverse.

El hombre se había quitado los lentes de sol y ahora ambos iris parecían llamas, Fransie no podía dejar de verlo, estaba paralizada. El dios le pasó un dedo por el borde de la mandíbula y la chica sintió como un escalofrió le recorría la espina dorsal.

– Se-ñor...

– Dime Ares, cariño. –Aquellos ojos la miraban tan intensamente que la chica, aun si lo intentaba, no lograba quitar la mirada de ellos– esa maldición que plantó Afrodita en ti es imperdonable, no es que sea muy fanático de eso de la búsqueda del amor verdadero, pero sé que es importante para la mayoría de las personas, sean dioses, semidioses o humanos. –El hombre se acercó un poco más a ella y ella pudo sentir su respiración en su rostro– pero ahora entiendo parte de ella, la atracción es imposible de evitar, como si fueras el imán más poderoso...

Fransie comprendió demasiado tarde lo que pasaba, pero ni un solo musculo del cuerpo respondía a sus órdenes.

– No...

Pero el dios la besó, y todo se sintió... frió.


No sentía nada, era solo alguien moviendo sus labios contra los de ella, un desconocido utilizándola como un juguete, pero para ella todo daba igual.

Es la maldición. -pensó.

Debía serlo, ¿cómo sino no sentiría nada con su primer beso?

Se escucharon pasos en la hierba y Fransie supo que los chicos comenzaban a salir de sus cabañas, y ella estaba allí, besándose con un dios.

Si eso no sonaba como un buen chisme de corredor, no sabía que más podría serlo.

Pero su cuerpo seguía sin responderle, y aunque no llevaban más de unos cuantos segundos en ello, Fransie lo sentía como una eternidad.

– Pero... ¿Qué demonios está pasando aquí?

Oh, no. No esa voz.

Los labios de Ares se separaron unos cuantos milímetros de los de ella y, sin girar la cabeza respondió:

– Esto no es de tu incumbencia, chico.

Sin saber cómo, tal vez por la desconcentración del hombre, Fransie logró girar la cabeza hacia el muchacho, pero no logró articular palabra. La frustración era tan grande que una lágrima logro salir de sus ojos y rodó por su mejilla.

No sabía cómo era el manejo de poder en aquel nuevo mundo, pero imaginaba que nadie podría meterse con un dios, ¿no? así que ello en definitiva significaba que estaba perdida.

Algo muy cercano a un rugido se escuchó y luego el sonido de una espada al salir de su funda.

– ¡Aléjate de mi hermana ahora mismo! –gritó con la voz más llena de ira que Fransie le hubiera escuchado a alguien, y mucho menos a Percy Jackson.

Hija de los Mares (Percy Jackson Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora