Capitulo 4

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Hola chicos, esto es un poco repentino, pero he decidido continuar con la historia, no solo porque de verdad me guste esto, sino porque me parece que un año es suficiente descanso para un escritor. Aparte de eso he comenzado otros Fics y varias historias propias de las que comenzarán a tener noticia; Así que, si les ha gustado la historia y mi forma de escribir, estén pendientes.

Un beso.

Lizz




Fransie no se había dado cuenta cuan exhausta estaba, hasta que se desplomó en su saco de dormir prestado.

Luego, recordando las palabras de su madre, lloró en silencio.

Al despertarse al día siguiente, se prometió a sí misma que no lloraría de nuevo, no mostraría debilidad ante los otros chicos. Si allí entrenaban guerreros, no podía mostrarse como una chica asustadiza.

Annabeth fue por ella a la cabaña 11 y la llevó al campo de entrenamiento. Llegaron junto a un gran baúl de madera cerrado con llave en un cobertizo, este contenía un gran montón de armas de aspecto bastante letal.

– Escoge una. –Le indicó la joven rubia– así podremos comenzar con tu entrenamiento.

Fransie quiso decir que no había ninguna que llamara su atención, pero entonces recordó la promesa hecha a sí misma y metió su mano en baúl para sacar un arma al azar. El arma resultó siendo una espada corta bastante pesada hecha de bronce brillante y afilado para el cual Annabeth buscó un escudo hecho de acero y cuero, luego de ayudar a Fransie a ponerse el traje de protección, dieron comienzo al entrenamiento.

De inmediato vieron que algo no iba bien.

No importaba lo que fuera: espadas largas y cortas, cuchillos, lanzas, discos, arcos, ballestas... sin importar el arma, Fransie las dominaba todas como si llevara practicando con ellas toda la vida.

Fransie se sentía emocionada, abrumada y quizás un poco asustada. Era algo más que rara, ahora sería extraña entre los extraños. Solo le faltaba eso. Ser la rara entre los más raros, ya que, como le había dicho su joven maestra, nunca había visto que alguien aprendiera a luchar de esa forma con tan solo un par de demostraciones, que era lo que Fransie había hecho.

Entonces fueron al comedor y, sin saber cómo, ya todos sabían –al menos los pocos que se quedaban todo el año escolar allí– que Fransie era una clase de prodigio de la lucha. Para el ocaso, casi todos los campistas habían sido derrotados por Fransie, sin importar el arma, el tipo de lucha o el lugar.

Fransie solo llevaba un día en el campamento mestizo y ya se había creado una reputación.

Y aunque aquello fuera supremamente extraño, no había sido lo peor que le había pasado en su segundo día en el campamento, lo peor fue cuando una mujer de belleza inimaginable e indescriptible apareció en el pabellón del comedor esa misma noche mientras todos cenaban y solicitó, en voz muy calmada, una audiencia con Francesca Ambrosee. Fransie miró a Annabeth, quien estaba sentada en la mesa de Atenea en medio de sus rubios hermanos, en busca de guía, pero la chica solo tenía ojos para la recién llegada, a quien le dedicaba una miraba de profundo odio.

La mujer era una de esas bellezas que llenaban de envidia a cualquier mujer. Fransie intentaba imaginar a otra mujer, ya fuera actriz, cantante o lo que fuera, que pudiera ser más hermosa que la mujer que tenía sentada frente a ella en la oficina del señor D, pero sin importar a en quien pensara, ella las superaba a todas.

– Ya va siendo hora de que me presente, –comenzó la mujer y su voz sonaba como miles de dulces campanillas– soy Afrodita.

– La diosa del amor.

– La misma. –Corroboró ella– no quería irrumpir en tu vida de esta forma, pero debía venir a advertirte algo. Siento haber demorado tanto.

No llevaban ni un minuto hablando y Fransie ya se sentía perdida.

– No entiendo de que habla...

Afrodita había puesto una expresión apesadumbrada, parecía una Barbie con gesto triste y dolorido por la información que guardaba.

– Lo primero que debes saber, es que nada de esto es tu culpa, cariño, todo es culpa de tu madre.

– ¿M-mi... mi madre? –Tartamudeó Fransie por la sorpresa– ¿Qué quiere decir?

– La verdad es que no tengo mucho tiempo, estoy aquí en contra de los deseos de tu padre. Si llegara a darse cuenta de que he sido yo quien te dijo esto, me metería en graves problemas. –había dicho todo esto con una débil sonrisa en los labios, como si en realidad le importara poco o nada la furia del padre de Fransie, fuera quien fuese.

Hija de los Mares (Percy Jackson Fanfic)Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon