Capitulo 9

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Narra Anabella.

Me quedé mirando la habitación donde estaba. Una foto me llamo la atención, por lo que me acerqué a verla. Era una mujer, bastante parecida a Juan. Los mismos ojos, el pelo castaño oscuro y una pequeña sonrisa en sus labios. ¿Sería su mamá?

— Anabella...

Juan volvió a entrar. Me miró y miró la foto.

— ¿Quien es ella?

Apunte la foto.

— Emm... Una tía que no veo hace mucho. Vamos.

Me tironeo hacia afuera y cerro la puerta detrás de él.

— Ya quiero irme... Por eso te vine a buscar. 

— Esta bien...

Sabía lo que iba a pasar después de esto, así que me fui preparando mentalmente mientras nos íbamos hacia su casa.

— ¿Quieres ir al cuarto rojo?

Murmuró sobre mi cuello, para después dejar un beso húmedo en él.

— Okey... Vamos.

— Irás -Corrigió- Ya sabes como me tienes que esperar. -Me besó- Ire enseguida.

Asentí subiendo hacia el cuarto. Al llegar, me quite la ropa, me hice una trenza y me quede arrodillada delante de la puerta. Mordí mi labio con nervios, tendré que esperar que él venga y no se que planes tiene. Al rato apareció, con la misma ropa de el otro día, o ayer, ya no tengo noción del tiempo.

— Levantate.

Así lo hice.

— Date la vuelta y cierra tus ojos.

Hice caso a su pedido. Sentí algo suave rozar mis ojos.

— ¿Qué es?

— Una corbata... Esta vez voy a anular tus sentidos a medida que desobedezcas.

— Pero...

— Silencio. -Interrumpió- Hoy no te di un castigo suficiente, por lo que me la voy a cobrar.

Sentí como me cargaba entre sus brazos.

— ¿Donde me llevas?

— Si-len-cio -Susurró- Tu quedate tranquila, te va a gustar.

Me bajó en, lo que creo que era un sofá. Pase una mano por su espalda, pero me detuvo.

— Veo que te encanta desobedecer ¿No? Te quitaré otro sentido.

Sostuvo mis muñecas y las amarró con algo, a mi suponer, un cinturón u otra corbata. Luego sentí algo hiper helado recorrer mi abdomen, haciendo que suelte un grito.

— Ju... Juan...

Quería soltarme y tocarlo, pero mientras mas fuerza hacia, peor era.

— Veo que el hielo en tu cuerpo caliente funciona... -Gruñó- Veamos si funciona en tu punto débil.

Sentí la tela de mis bragas deslizarse por mis piernas y luego el hielo pasar por mi entrepierna. Grité y tire mi cabeza hacia atrás.

— Juan... Basta... Quiero... Sentirte...

Su risa retumbó por todo el cuarto.

— No mi Nena, espera.

Escuche un ruido extraño, lo que me hizo retorcerme un poco.

— Quieta.

Sus manos pasaron por todo mi cuerpo con un extraño liquido frío. 

— Es pulpa de fresa... Quieta, no puedo pasarte bien.

Después de un rato, dejando ese liquido pegajoso por mi cuerpo, sentí como lo iba quitando con su lengua. No podía parar de gritar. Su tacto me causaba espasmos terribles. Me estaba enloqueciendo.

— Juan... Quiero... Tenerte... Por favor.

Pude susurrar. Ya me dolía la garganta de tanto gemir por su tortura.

— Manten tus piernas abiertas.

Intente hacerlo, pero de tanto que tiemblo no podía.

— Cambiemos de lugar -Murmuró- Ahora estarás inmóvil. -Hablo mas alto- ¿Escuchaste?

Asentí. Sentí como me levantaba y me llevaba a la cama. Quitó lo que tenia en mis manos y separó mis brazos. Sentí otra cosa atarme las muñecas, creo que eran cuerdas.

— Sostente bien de las cuerdas.

No me equivocaba. Luego mis tobillos también fueron atados con algo metálico. Me hizo estremecer.

— Son esposas -Susurro en mi oído, antes de morder el lóbulo de este- No te arrepentirás nunca.

Sentí como entraba y salia rapidamente. Trataba de mantenerme en silencio, No podía. Mordería mi labio, pero no quiero mas castigos por hoy. Escuchaba como nuestras anatomías chocaban y el placer me consumía. También escuchaba que la cama golpeaba con la pared, haciéndolo cada vez peor.

Juan me tiene rendida.

50 Sombras de Londoño. (Maluma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora