Capitulo 8

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Narra Anabella.

Mi jefe me miraba raro mientras yo acomodaba las cajas de herramientas. Al terminar, me senté detrás del mostrador.

— Ana. ¿Paso algo? Tienes marcas en la muñeca.

Mire y si, tenia marcas de las cuerdas.

— Era de unas pulseras que me quedaban demasiado justas. Ya me las saque igual.

Mentí.

— Ah... Si quieres tomate la tarde libre, hoy no hay mucho trabajo.

Asentí. Acomodé mis cosas y me fui a mi casa.
Como era de esperarse, Alondra no estaba en casa. Seguramente trabajaba o estudiaba ahora. Y yo iba a hacer eso. Tenia que estudiar para los últimos parciales y ya me gradúo.

Mientras estudiaba, me puse a pensar en lo que seria ese contrato. No dejaba de pensar en eso desde que él me lo dijo. Quedamos en salir esta noche, seguramente iremos al cuarto rojo después de eso. Mientras que no me dañe, supongo que seguiré intentándolo.

Narra Juan.

— Hermanito...

— ¡Manuela!

Me levanté de mi sillón y fui a abrazarla. Hace mucho no la veía, ella se había ido de viaje.

— Te he extrañado.

— Yo igual hermanito... Igual, no vengo a robarte tiempo... Solo a avisarte que mamá quiere hacer una... Mmm... Cena por mi llegada. Quiere que vayas tu y esa chica con la que te vio el otro día.

Trague duro y asentí.

— Esta bien. Iremos.

— Bien, yo me voy. Nos vemos.

Me besó la mejilla y se fue. Suspire algo frustrado y tomé mi celular.

Anabella.

Y: Hola Anabella.
Y: Quiero avisarte algo. Hoy mi mamá quiere que vayamos los dos a cenar con ella y mi familia. Así que iré por ti una hora antes. Fueron cambios a último momento, perdón.

A: Descuida. Todo bien.
A: A las 20:00 entonces?

Y: Si. Nos vemos esta noche.

A: Hasta luego.

Guarde mi celular y fui a mi escritorio a apagar la computadora y guardar mis cosas. Me iré a casa, necesito acomodar lo de esta mañana. No es porque no tenga empleados ni nada, sino para aliviarles el trabajo y para ocuparme de algo.

— Taylor... Llevame a casa, por favor.

— Si señor Londoño.

Iba a abrir mi puerta pero lo negué. Subi al coche, cerré la puerta y me apoye en esta. Mirando la ciudad por la ventana. Además pensando en Anabella. Jamás dormí con una mujer, ella fue la primera. Esta cambiando algo en mi y no se que es. Mi lado sensible no lo sacaré nunca, menos con ella. Aunque ella me cambia el humor y el pensamiento.

Anabella, no se a donde quieres llegar, pero me estas dando vueltas...

*

— Hola Nena.

Sonrió y me abrazó.

— Hola Juan.

Le di un corto beso en sus labios y me hice a un lado para que subiese al auto. Una vez en él, Taylor comenzó a manejar hasta la casa de mi madre.

— Estoy nerviosa.

Murmuró.

— Tienes que calmarte. No quiero que se pongan molestos.

— ¿Como vas a presentarme? Porque siquiera se qué somos...

— Como sea. Les caerás bien, lo se.

Algo me hizo mirarla con detenimiento. Su pantalón de seda marcaba muy bien sus piernas y su camisa color crema resaltaba sus pechos. Ya no veía la hora de quitárselo y hacerla mía. Lo haría en este auto, si Taylor no estuviera en él.
Ya en la casa de mamá, bajamos y entramos al patio delantero. Anabella temblaba un poco, estaba mas que nerviosa.

— Ana, Juan, pasen...

Mi mamá nos Abrazó a los dos. Fuimos detrás de ella.

— Hey, Hola.

Santiago hizo lo mismo que mamá. Luego Manuela y por último Papá. Solo que papá se quedó mirándola raro. Seguro ya suponía lo que hago con ella.
Mientras comíamos, Manuela hablaba de su viaje y demás cosas. Santi, hablaba de su relación con la amiga de Anabella. Y después mamá empezó a hablar sobre mí cuando era chico. Creo que eran las únicas cosas buenas de mi infancia.

— Entonces Juan se cayó sobre la silla mecedora y le quedo una cicatriz en el ojo.

Rodé mis ojos y solté una risita. Mire a Anabella, sus ojos estaban en blanco.

— Ana, ven un segundo, quiero mostrarte algo.

Asintió no muy convencida. La lleve a mi antigua habitación. Yo me senté en la cama y la deje parada delante de mi.

— Juan... Tu familia esta alla abajo.

Desabroche su pantalón y bajé el cierre.

— ¿Que harás?

La tiré sobre mis piernas, boca abajo.

— Te dije que iba a castigarte cada vez que pusieras tus ojos en blanco.

Masajee sus muslos y sus nalgas.

— Lo lamento...

— No sirve lamentarse tarde.

Le di un golpe suave, ella gimió. Luego otro mas fuerte, gritó del dolor. Le di un ultimo masaje y la levante. Hice que se siente en mis piernas y la bese con fuerza. Ella respondió el beso muy bien y eso me calentó bastante. No hice nada igual, esperaría el llegar a mi casa.

— Tengo que ir alla. Cuando estés mas calmada, puedes bajar.

Le di un ultimo beso y sali de la habitación.

50 Sombras de Londoño. (Maluma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora