Capítulo 6

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Narra Anabella

Estaba estudiando, cuando aparece Ally y deja un paquete a mi lado.

— ¿Y esto?

— Es para ti. Llego esta mañana.

— ¿De parte de quien?

— No dice.

Abrí el paquete y me quede helada.
Eran los libros que necesitaba para estudiar y los que quería de literatura.

— ¿Y? ¿Dice?

— No, pero imagino de quien es.

Agarre mi celular y lo llame. Al quinto tono respondió.

Señorita Mellark, que sorpresa. ¿ que se debe su llamado?

— Hola. Sere breve. ¿Por qué me enviaste los libros que quería y necesitaba?

— Un regalo. Quería hacerlo.

— Pero... No puedo aceptarlo. Esto cuesta mucho y...

— Ya le dije, es un regalo. No quiero devoluciones. 

— Gracias.

— Debo cortar. Ah, por cierto, esta noche quiero verla. Taylor irá por usted, quedese tranquila. Nos vemos Ana.

— Adiós Juan.

Deje el celular y seguí estudiando.
Toda la tarde estuve estudiando y enviando el trabajo por e-mail. Al terminar, casi a las 20:00, me fui a arreglar. Después de mi baño, me puse un vestido rojo sobre mi conjunto de ropa interior también roja. Me maquille con base, labial mate rosa, rímel y delineador. El pelo me lo dejé suelto y liso. Aunque bueno, se eriza, por eso me llevo mi peine y mi colita para pelo.
Después de unos minutos, me encontraba en el coche con Taylor. Este condujo hasta la empresa de Juan Luis y frenó.

— El señor Londoño la esta esperando en el último piso.

Asentí y baje del coche. Hice el mismo recorrido del otro día. Ahí estaba él, esperándome en la entrada del ascensor. Estaba vestido con un traje blanco que le quedaba perfecto, marcaba muy bien su cuerpo.

— Hola...

Murmuré. Iba a salir pero el me llevó adentro y apreto algún botón del ascensor.

— Hola.

Me dio un corto beso, el cual me hizo ruborizar el cuerpo entero. Siento que me quema hasta el pelo.

— ¿Donde iremos?

Pregunté. El ascensor se abrió, dando a entender que llegamos al destino. Una terraza.

— A mi departamento, Ana.

Abrió la puerta de un helicóptero. Respire profundo y subí.

Lo que me espera...

Narra Juan.

Después de haber comido, como ya tenia en mis planes, Anabella y yo estábamos besándonos con desenfreno. Obvio, no la dejaba tocarme. No me gusta que me toqueteen ni que tengan el control. Yo soy el dominante.

— Juan... Hazme el amor...

Habló entre besos, lo que me hizo sonreír.

— Anabella, yo no hago el amor.

Se quedó mirándome.

— Yo cojo duro.

La apreté contra mi. Jadeo.

— Entonces llevame al cuarto rojo.

Me miró.

— ¿Segura?

— Si...

La levante de las piernas y la llevé al cuarto rojo. Abrí la puerta despacio y entré con ella. La baje al suelo. Quite su vestido mientras iba besando su cuerpo. Luego su sostén, ella solo miraba.

— ¿Tienes una bandita para cabello?

Se quitó una de la muñeca y me la dio.

— Arrodillate frente a la puerta.

Lo hizo sin pronunciar palabra. Obediente y ardiente... Me encanta.

— Cada vez que Estés aquí, tendrás que estar así ante mi. -Hable casi susurrando mientras trenzaba su cabello castaño- ¿Entendido?

— Si.

— ¿Como debes estar?

Pregunté. Tenia que saber si había entendido. Lo hago siempre.

— De rodillas frente a la puerta, en bragas solamente y con una trenza en el pelo.

— Genial. Esperame.

Fui a cambiarme de ropa. Me quite el traje y me puse unos jeans gastados azules. Tomé unas corbatas, mi fusta y la cuerda. Volví donde estaba ella, deje las cosas y me quede sólo con la fusta.

— Quiero que me digas si duele ¿Entendido?

— Si...

Pase la fusta por su espalda y cuando llegue a sus nalgas, la golpee.

— ¿Duele?

— No.

— Usaremos palabras claves. Si duele extremo, me dices "Rojo". ¿Entendido?

— Bien.

Vi que, donde había golpeado, tenia demasiado rojo. Me agache a la altura de su oído y susurré.

— Te quiero dolorida, nena. Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro de ti. Solo yo. Eres mía.

Mientras devoraba su cuello, acariciaba su cuerpo con la fusta y dejaba suaves golpecitos sobre sus zonas sensibles. Ella solo gemía.

— Ven aquí.

La levanté y la llevé hasta las barras de metal. Puse las cuerdas ahí y la até en los aros.

— Ahora entiendo para qué haz ido a la ferretería.

— Shh Nena.

Agarre una corbata y tape sus ojos. Volví a repetir el mismo procedimiento con la fusta pero la besaba donde iba golpeando. Cuando ya no daba mas y su garganta estaba seca de tanto gritar, la solté y deje que cayera sobre mi. La lleve a la cama, me quite la ropa y sin aviso entré en ella.

— Las manos arriba Anabella.

Como pudo, levantó sus manos. Aunque yo las sostuve. Tiempo después, ella quedo dormida y yo a su lado. Le puse su ropa interior y mi camisa. Yo volví a vestirme y la lleve a mi habitación. Una vez acostada, yo fui a darme un baño. Estaba cansado, si, pero esto no voy a olvidarlo nunca.

Necesito contratarla, si o si.

50 Sombras de Londoño. (Maluma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora