INTIMAR

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Maria:

—¡Soy una desequilibrada! —Me sequé las lágrimas con la camiseta de Tom.

—Eres humana, Maria.

—Encima eso. Si al menos fuese una extraterrestre.

—¿Qué?

Debía de alucinar conmigo.

Después de vestirnos, nos habíamos tirado en una montaña de paja, donde me había pasado el último cuarto de hora gimoteando y llenándole la ropa de mocos.

—Qué soy patética. No sé a qué viene tanto llanto.

—Apostaría a que tienen que ver con Leo —apuntó él.

—Puede.

Algo más calmada, dejé que corriese el aire entre nosotros y me senté sobre mi trasero con las piernas recogidas.

—Tengo más claro lo que siente él por mí que lo que siento yo por él.

Me abrí aún más:

—Puede que mi cuerpazo no te deje ver más allá pero, Tom, yo no soy especial.

Él bromeó:

—Maria, especial eres un rato. Eso seguro.

—Pues para Leo soy una simple compañera más, como mucho, me considera su tronca.

—¿Tronca?

—De colegueo... Déjalo. —Regresaron las ganas de llorar—. ¡No significo nada para él!

Tom me acarició la mejilla, secando mis lágrimas, y me contempló con seriedad.

—¿Maria, acaso él es consciente de lo que significa para ti?

—Más o menos. Le comenté que me molaba.

Inspiró con vehemencia y me desconcertó:

—¿Qué?

—¿Si solo te molase estarías así?

Me erguí, a la defensiva:

—¿A qué te refieres?

—Yo también te atraigo. —Se golpeó un par de veces el pecho—. Pero por mí no llorarías tanto.

—Si te atropellara una cosechadora, sí.

—No hagas del humor un escudo —me tenía calada.

Jugué con la paja entre mis dedos.

—¿Adónde quieres ir a parar?

—Estás enamorada.

Lancé la paja al aire y solté una carcajada.

—¿Enamorada? Te has sobrado.

—¿Tan raro sería?

—Sí. Maria Castro siempre se ha guiado únicamente por el vicio.

—Eso es mentira.

—No lo es.

—Has estado rara, ausente, desde que nos hemos quedado a solas.

Me volví hacia él con el ceño fruncido y propuso:

—¿Quieres que retomemos el polvo que ya hemos suspendido por segunda vez?

Cogí una bocanada de aire, oxigené mi cerebro, lo necesitaba.

Tom me lo puso fácil:

—No quieres. Y, sin fardar de más, yo soy el vicio. No te estás guiando por mí.

HUYENDO DEL VICIO (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora