FRASES

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Maria:

Al principio la compañía de Paola me incomodaba. Éramos tan diferentes: ella tan trabajadora y yo tan vaga. Suponía que me dejaría en mal lugar.

Con el paso de los días, descubrí que no era así. Al contrario. Al ser tan buena empleada a veces incluso hacía mi parte de los quehaceres. «Paola, tú recolecta huevos y yo vigilo que no te ataque ninguna gallina por la espalda» acordamos una tarde. Era mucho mejor compañera que Susana, desde luego.

Pero no todo era perfecto, tenía una nueva preocupación. La beata había entrado en mi vida cuando Leo parecía haber salido de ella. Llevaba días distante: por las noches ya no se asomaba a la ventana, ni me sacaba temas de conversación, ni se quitaba la camiseta siempre que podía...

Sospechaba que se arrepentía del acercamiento que habíamos tenido en casa de Antonia aunque tampoco se dignaba a hablarlo conmigo. Me esquivaba. Intenté dejarlo pasar, pero no pude.

Durante una cena, observé la cara de amargado que tenía y exploté:

—¡No aguanto más! —Clavé el tenedor en la salchicha que había en mi plato—. ¡Joder!

Vintage, Paola y él se quedaron atónitos.

—¿No te gusta la salchicha? —me malinterpretó Paco.

—No es eso. Es Leo.

—¿No te gusta Leo? —siguió Paola.

—¿Qué? ¡No! O sea, ¡no! Claro que no me gusta Leo, ni es por la salchicha, ni por la salchicha de Leo.

—¿Perdón? —Leonardo tragó el bocado que masticaba.

Sin más preámbulos, solté:

—Compi, llevas días con cara de oler a mierda.

—Será porque aquí siempre huele a estiércol.

—No. Me refiero a que estás rancio.

—Venga ya.

Paola fue la primera en apoyarme:

—Francamente, se te ve algo mustio.

Luego Vintage:

—Tienes cara de acelga.

—¿Qué? No, si estoy genial.

—¿Genial? —repetí—. Los montones de abono tienen más brillo que tú.

—No te pases.

—Solo quiero saber: ¿es por lo que ocurrió entre nosotros en casa de Antonia?

Vintage casi se atragantó con la comida, mientras que el color aceitunado del rostro de Leo se alteraba hasta convertirse en rosado.

—¿Qué pasó en casa de Antonia? —rugió el tío de la novia.

—¡Nada! —Leonardo quiso eludir el conflicto—. Se refería al sillazo que me pegó.

—Me refería a...

—¡Maria! —recriminó—. No todo tiene que ver contigo, no seas tan egocéntrica.

—¿Egocéntrica? ¿Yo?

—Un poco sí —Paola se cambió de bando.

—Pero tengo razón. ¿O por qué está así?

—Se habrá peleado con su pareja —derivó la beata.

Por la expresión de pesadumbre de Leonardo, supe que había dado en el clavo.

—¿Ah, sí? ¿Tan mal estáis? —Lo intenté, con todas mis fuerzas, pero no pude evitar que se curvaran mis labios.

«Soy una persona horrible».

HUYENDO DEL VICIO (EN LIBRERÍAS Y WATTPAD)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora