«ME ENCANTA»

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Leonardo:

Bartolo era otro desequilibrado más con ganas de unirse a nuestro singular grupo, un grupo que, aunque me estuviera consumiendo, me ayudaba a despejarme.

Aquel día, en lo que ideábamos el plan, lo ejecutamos y lo justificábamos frente a la víctima de nuestra chapuza, no le di vueltas a mi relación «amorosa y formal» —esa que compartía con una contable que se había pirado a Lanzarote—, ni a mis sentimientos hacia Maria.

No obstante, nada más me separé de mis compañeros y me metí en el cuarto, las rayadas me asaltaron. Estaba alicaído y no sabía —o no quería saber— el verdadero motivo del desánimo.

Mi novia y yo estábamos mal, pero ¿era eso lo que en verdad me preocupaba? ¿O era mi situación con Maria?

Aunque mi compañera rubia me desquiciara con sus extravagantes paranoias, su atrevido sarcasmo y su ambiguo tonteo, la verdad era que me gustaba mucho. No lo podía negar.

Entonces, la cuestión era: «¿Me gusta tanto como para arriesgarme y echar a perder una relación de más de ocho años?»

Agobiado, me asomé a la ventana a tomar el aire y, tan oportuna como siempre, Maria se materializó en la suya.

Ahí estaba, jugando con un mechón de cabello.

—¿Tú también sales a buscar marcianos en el cielo? —Curvó sus labios rosados.

Y, de pronto, lo sentí.

«Me encanta».

Bajé la persiana de inmediato, me eché en la cama y encendí mi móvil.

Tenía algo que hacer.


Tenemos que hablar

√√ 00:01

No me ignores

√√ 00:06

Sé que lo estás leyendo

√√ 00:15

Es urgente

√√ 00:20

Hi, Leonard.

00:22

¿Qué pasa?

00:23

No estoy bien

√√ 00:23

¿En Trespadejo?

00:26


Desplomé la cabeza hacia atrás y la hundí en la almohada. Posé el teléfono en mi pecho y tamborileé con los dedos sobre la pantalla bloqueada.

Estaba bien en Trespadejo. Al menos a ratos. Si narrase mi estancia, el relato tendría más altibajos que el álbum Motomami de Rosalía. Pero, en general, estaba a gusto.

El mayor problema procedía de fuera de la granja, y debía afrontarlo. Por mi bien, por el bien de mi novia. Y por respeto.


No

√√ 00:33

Tengo dudas

√√ 00:35

Sobre nosotros

√ 00:35

Sobre nuestra relación

√ 00:37

¿Sigues ahí?

√ 00:40

Sin más

√ 00:46


Aquellos últimos mensajes no le llegaron. A la mañana siguiente entendí el porqué.

Recibí una solicitud de chat por Instagram. Pertenecía a la cuenta de un joven rubio que, a juzgar por su foto de perfil, era un canario adinerado. Posaba en un yate junto a la bandera de canarias.

Acepté la solicitud:


Leonard, le he cogido prestado el iPhone a Thiago, my new friend. Anoche desaparecí porque se me cayó el móvil por la borda de su barco. I know. Heavy. Hasta que me compre otro, si necesitas algo, contacta con él. Bye!


—Increíble —sentencié.

Había adjuntado el número de teléfono, pero no lo guardé. Ya había asumido que mantener una conversación decente con mi novia iba a ser imposible.

Intentando no pensar mucho en ello –era demasiado temprano para martirizarme, – salí de la cama, me vestí y abrí la persiana.

—¡Tú! —Maria apareció de sopetón—. Anoche bajaste el telón sin siquiera decir adiós.

—Oh. Yo...

De pronto, su expresión de fastidio se disipó y dio paso a una pícara.

—¿Tantas ganas tenías, salidote?

Arqueé una ceja.

—¿De qué?

Maria agitó el puño.

—De eso. Es lo que haces cuando bajas la persiana, ¿no?

Abrí la boca para negarlo pero ella se me adelantó:

—Eh, vamos a desayunar. Te vendrá bien reponer leche.

—¡Maria!

Me dio la espalda y se largó.

—Vaya chica más peculiar.

Me repetí: «me encanta».



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SIGUIENTES ACTUALIZACIONES: 2 de julio

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