Un auto nos esperaba así que nos subimos, el camino fue silencioso e incómodo como siempre, al bajar sentí el gran alivio de estar en mi ciudad, Londres era realmente muy lindo, extrañaba estar aquí y ver a mi familia.

Llegamos y nos dirigimos a la recepción, una chica nos atendió y no le quitaba la mirada de encima a Alexander, la miré un poco molesta, puesto que le estaba coqueteando mientras que él lo notaba a mi parecer.

—Bienvenidos al hotel Hilton ¿Tienen reservaciones? —pregunta ella coqueta mirando a Alexander.

—Sí, una a nombre de Alexander Harrison y la otra a nombre de Kaylee Rosse Williams —pronuncio Alexander serio.

Lo miré con los ojos de par en par sorprendida, la intriga se apoderó en mi garganta y tenía que averiguar cómo era que Alexander se sabía mi segundo nombre, la recepcionista asintió, pero su rostro era un poema.

—Sr. Harrison, hay un pequeño problema —dijo ella con un tono de nervios.

—¿Qué problema? —cuestionó Alexander curioso.

—Solo hay una reservación a nombre de la Srta. Kaylee Williams —espeto ella.

—¿Cómo es eso posible?, llamé esta mañana y reservé dos habitaciones, una para mi prometida y la otra para mí —respondió el muy enojado.

—Sí, pero después llamó una mujer explicando que solo necesitaban una y la habitación que teníamos para usted fue ocupada por una pareja —explico ella apenada.

—Entiendo —fue lo único que pudo decir Alexander.

Él sabía muy bien quién había llamado, Alessa ¿si no fue ella quien más entonces?, ella tenía planeado que Alexander no se quedará en el hotel conmigo, hábilmente miré a la chica y con una leve sonrisa socarrona hablé.

—No importa, mi prometido y yo dormiremos en la misma habitación —comenté sonriendo.

Alexander me miró frunciendo el ceño y la chica me miró con cara de pocos amigos, asintió y me dio la tarjeta de la habitación, la tomé en mis manos y sonreí agradecida.

—Su habitación es la 2106, segundo piso, mano derecha —menciono ella asintiendo.

—Gracias —espete sonriendo.

Tomé mi maleta y subimos, Alexander venía alegando por lo bajo y sabía muy bien por qué, le tocaría dormir por primera vez conmigo en la misma habitación, al llegar frente a esta, abrí la puerta y entramos, el hotel era muy precioso, tenía un toque hogareño y bastante moderno, me asome en el balcón para tomar un poco de aire frío de la ciudad.

—Yo miraré donde me quedo a dormir —comento él tensando la mandíbula.

—Seguro, si es lo que quieres Alexander —dije levantando los hombros sin mirarlo.

El solo bufo, entró al baño y me senté en la cama mientras me quitaba los zapatos, tomé mi maleta y saqué de allí una pijama abrigada, estaba haciendo mucho frío porque ya casi llegaba el invierno. Esperé que él saliera mientras miraba por la ventana las luces de la ciudad, recordé mi niñez y mi adolescencia cuando era una chica joven que amaba los animales y solía ser parte del grupo de teatro de la preparatoria.

Alexander salió del baño y volteé a verlo, llevaba puesto un pantalón de chándal azul junto a una camisa blanca básica de dormir, se podían ver sus grandes brazos y su perfecto trasero, mi mejor amiga se quedaba corta cuando decía que este hombre estaba esculpido por los dioses, su cabello estaba húmedo y eso indicaba que se había duchado, me adentre al baño y me cambié la ropa por la pijama, respire hondo y cepillé mis dientes, tomé mis cosas y salí, guarde todo en la maleta, el ogro de Alexander estaba asomado en la ventana.

SIEMPRE TUYA ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora