—No te enojes —dice entre risas —. Ayer nos fuimos a casa más tarde.

—Por esa razón es que quiero irme, necesito descansar por lo menos unas horas. Estos meses han sido agotadores para mí, ya ni Timoteo me conoce —exteriorizo y vuelve a soltar otra carcajada al escuchar mis lamentos, parece que disfrutase verme sufrir.

—Por eso les he ofrecido a los dos que vengan a vivir conmigo. De ese modo no tendríamos que quedarnos hasta tarde aquí en la oficina. Mira —me señala —, hasta estoy dispuesto a no decir nada al encontrar pelos de gato en todo mi departamento. Debiste con gusto aceptar mi oferta y en este momento no te estarías quejando.

Vuelvo a hundir mi cabeza en el escritorio, pero esta vez lo hago porque mis mejillas que arden al recordar su proposición de mudarme a su departamento mientras duraban los preparativos para el evento. ¿Es que acaso él no sabe lo que provoca una proposición de esas en una mujer? Sobre todo, viniendo de él.

¿Pero a quien engaño?, no acepté su propuesta porque cedería fácilmente a él. Cuando me lo propuso por mi piel atravesó esa sensación de deseo y placer. Por tal motivo decliné su oferta. En seguida me obligo a levantar la cabeza una vez que siento que mi color del rostro ha vuelto a la normalidad.

—No creo en tus buenas intenciones, lo único que quieres es tener una asistente-esclava a tu disposición los veinticuatros horas del día.

—¿Sabes qué? —dice aun con su rostro de burla —. Apenas llegues a casa, ten la bondad de dormir para ver si se te quita lo malhumorada

—¿Ahora resulta que pedir descansar por lo menos dos horas diarias, o no querer ser esclava me convierte en malhumorada? Por lo menos no me has dicho ogro.

—No te enojes, Mille —habla conciliador—. En caso de convertirte en un ogro que no lo dudo, serías el ogro más bonito del mundo.

Hago mala cara y decido poner fin a la pelea, no voy a ganar. Siempre sus palabras crean un efecto en mi por muy insignificantes que sean. Eso es malo o quizá no. En fin, sea lo que sea debo de pensar bien las cosas.

—Ay Mille —dice de repente quejándose mientras se va sentando luego de ir al baño. Recuesta su cabeza otra vez en el respaldo de su asiento. Se ve agotado, pero aun así se ve tan atractivo, su incipiente barba se ve hermosa en él —. Estoy agotado, he tenido tres reuniones y ha sido fatal a pesar de los buenos resultados y ahora trabajando hasta esta hora. Es terrible.

—Me imagino —me acerco a ofrecerle un café —. Toma, para ver si te recompones un poco. Además, ya debemos irnos, veo que terminaste de firmas lo último que faltaba.

—Ven aquí mejor —levanta su mano, haciendo un ademán para que vaya hacia él. Lo miro con detenimiento sin moverme. Levanta la cabeza y me mira —. Ven, necesito un masaje. Por favor.

Sigo mirándolo sin moverme y no es que no confíe en él, sino que no estoy de acuerdo en hacerle un masaje. El contacto con su piel, aunque sea sobre su camisa me afectaría más de lo que debería.

—Debiste de ir a un Spa antes de venir acá, no soy buena para los masajes. Una taza de café te va mejor —vuelvo a ofrecérsela.

—Pues no conozco uno que atienda a la hora que regresaba, al lugar que voy cierran a las cinco. Ven, no seas así, alivia un poco mi tensión. Sé buena.

Miro nuevamente su cara y no parece tener otras intenciones, al parecer de verdad solo quiere un masaje, pero con Nelson nunca se sabe. «Debo ser cautelosa» me digo mientras camino hacia él. Se ha quitado la corbata y tiene algunos de los botones de su camisa sueltos. Mientras me dirijo hacia él se acomoda en su puesto para que pueda tener acceso y cierra los ojos.

Inesperado IWhere stories live. Discover now