11. Hogar poblado

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La noche volvía a despertar. Lentamente, los árboles comenzaban a parecer grandes sombras siniestras por sus puntiagudas ramas peladas. Así era el invierno, gélido y oscuro. Las hojas crujían por las pisadas del hada rubia, que caminaba de un lado al otro, observando los desnudos árboles y disfrutando la frágil brisa fría que acariciaba todo su cuerpo. Era su primer invierno, y le parecía fantástico absolutamente todo.

Se sentó sobre el colchón de hojas amarillas en el limite de la tierra y el agua, acomodó la manta que lo tapaba y observó el reflejo de su resplandor azulino . Esa sería la última vez que vería su laguna, su fuente de vida. Momentos como danzas y cantos en familia reflejándose en el agua vinieron a su mente. Su rostro se puso nostálgico y suspiró para que los recuerdos se vayan con el blanquecino vapor que se formó alrededor de sus labios. Trató de centrarse en su decisión,  ahora tendría un hogar que estuviera poblado, con alguien que motivaba a que su vida sea ligera como un Diente de León.

Quiso acariciar el agua, pero se topó con algo sólido. Con extrañeza, sacó aquello y en su mano vio que sostenía un fino y grande pedazo de hielo que no tardó en romperse por no aguantar su propio peso, y se estrelló como un vidrio rompiéndose. El resto se partió luego. Yuri volvió a tomar un pedazo de ese gélido vidrio y miró los arboles a través de él hasta que se partiera.

Llegó el momento en el que su mano estaba tan fría que ni la sentía, y ese frío había pasado a todo su cuerpo, vio que era el momento de dejar de jugar. Ahora temblaba y la manta no ayudaba, por lo que hizo desaparecer su cuerpo, para quedarse inmaterial. Espero allí sentado sobre la manta, en una silenciosa despedida con su laguna. Abrazó sus piernas y se sumergió en las leves ondas del agua. Se sentía pesado, aunque lo ignoró pensando que era por el frío recibido cuando era humano.

—Yura —su nombre que era únicamente del humano lo sacó de esa meditación, y enseguida lo puso nervioso.

—Aquí estoy —llamó al soldado que estaba a su lado, buscándolo por los costados.

Otabek mir+o al suelo y ahí encontró al hada, con una corta túnica negra y una gruesa cinta magenta que envolvía su cuerpo desde el cuello hasta el pie izquierdo, al igual que en su brazo izquierdo pero con una cinta mas fina que acababa enrollada con un prolijo moño en su dedo medio. Y su cuello, estaba decorado con unas largas plumas despeinadas y pintadas con el pigmento de remolachas, que fueron pegadas con la resina* de pinos.

—Yura, ¡¿qué haces así vestido?! —con conmoción dijo, y de inmediato comenzó a sacarse las prendas para ponerlas sobre al casi desnudo cuerpo del hada. Como un niño caprichoso, el hada comenzó a poner resistencia a que lo tapen.

—No lo necesito —se quejaba mientras empujaba la ropa hacia Otabek.

Pero el humano tenia mas fuerza que él y  rápidamente el hada perdía esa batalla y la ropa de humano que le desagradaba comenzó a estar sobre él,  por lo que desapareció de la vista del soldado para luego aparecer lejos del él. 

—Ya vmonos —ordenó el hada mientras le lanzaba el abrigo al humano, y luego se dio la vuelta hacia donde el pueblo se hallaba.

—Espera, Yur...

—No iré con el cuerpo físico, así que no sentiré frío —se dio la vuelta para ver al humano pero de inmediato se giró por lo pudoroso que estaba por la preocupación del humano —. Así que vístete. Te seguiré, vámonos —el hada paso por su costado con pasos rápidos y cuando el hombre se dio la vuelta, el hada ya no era visible para sus ojos.

Otabek se paró, arregló su abrigo y comenzó a caminar.

—Entonce vamos —Yuri escucho esas palabras mientras observaba por ultima vez la laguna, luego, le dio la espalda y jamas se volvió a voltear. Ya había decidido que abandonaría su vida como un hada con las alas atadas.

Un Amor, Un Secuestro [OtabekxYuri]Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin