Capítulo 3

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Bueno, sé que este fic se sale fuera de todo lo que he traducido. A mí tampoco me gustan los fics que son solo sexo, pero os aseguro que este no lo es, aunque sí es verdad que estos primeros capítulos sí están centrados en el aspecto sexual, lo siento nos tocará seguir leyendo alto contenido sexual. Puedo garantizar que, poco a poco, veremos por qué Emma ha actuado como lo ha hecho, y por qué está con Regina. Paciencia. Ah, y para las que les guste como a mí DragonQueen (Regina y Maléfica) algo tendremos también.

Ah, otra cosa Brava es una palabra italiana, que quiere decir como "Buena chica".



Emma durmió la mayor parte del día, despertándose cada cierto tiempo solo por el dolor que cada movimiento le acarreaba. Cuando salió el sol, aún su cuerpo seguía marcado por los golpes recibidos la noche precedente.

Dos guardias abrieron la puerta de su celda. Emma levantó débilmente la cabeza hacia ellos. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante la idea de tener que soportar el suplicio una vez más. Sin embargo, no tuvo la fuerza de oponerse. La arrastraron hacia los aposentos de la reina, y la dejaron en el suelo, delante de la soberana.

Regina la miró, después se acercó a ella. Le elevó el rostro con los dedos.

«¿Tienes miedo?» le preguntó mirándola a los ojos

La muchacha vaciló, pero finalmente asintió

«¿No te divertiste anoche?» preguntó la mujer. Emma deglutió, la respiración acelerada. «Deberías agradecerme...» continuó la reina en lugar de esperar que le respondiese, con la ceja izquierda levemente alzada «Creo que nunca has probado nada parecido, después de todo. Los hombres piensan solo en sí mismos, en sus propias necesidades...No me parece que yo haya hecho lo mismo, ¿no crees?» Emma separó los labios, pero no encontró la voz para hablar.

Regina comprendió al vuelo, e hizo aparecer un vaso lleno de agua delante de ella. La princesa dudó, mirándola con estupor, a la espera de su permiso. Cuando la morena asintió alentándola, se elevó un poco y cogió el vaso, vaciándolo en un momento.

Regina, entonces, movió una mano, con gesto amplio, que cubrió exactamente el largo del cuerpo aún desnudo de Emma. La muchacha sintió una extraña sensación, como un viendo fresco sobre su piel, y un instante después la más mínima huella de dolor había desaparecido. Se miró, posando distraídamente el vaso en el suelo. Desorbitó los ojos al comprender que Regina la había curado.

Se giro hacia ella, sin aliento.

«Majestad...» logró decir solamente, demasiado atónita como para articular una frase.

Regina la miró con desinterés.

«No servirías para nada si no lograses ni siquiera moverte» explicó fríamente

La desilusión amortiguó la sorpresa. Emma enderezó la espalda.

«¿Qué queréis hacerme?» preguntó

«Esta vez...» dijo la mujer con un velo de desprecio en la voz, fulminándola con la mirada «...intenta satisfacerme como es debido, sierva, o no seré tan clemente»

Emma asintió y bajó la mirada

«Sí, Majestad»

«Échate en el lecho» le ordenó

La muchacha obedeció. La reina se acercó a la cama y comenzó a desnudarse delante de ella, lentamente. Emma sintió cómo la boca se le secaba de repente. No lograba desviar la mirada, que seguía cada movimiento de las manos de la mujer.

Regina sonrió, divertida.

«Deduzco que te gusta...No pareces asustada ahora» comentó con voz cálida, sugerente.

Emma enrojeció violentamente

«Yo, ehm...Quiero decir, sí, bueno, no...» balbuceó, confusa

Una breve carcajada se escapó de los labios rojos de la reina

«Entonces, ¿te gusta o no?» preguntó sonriendo

«Sí» dijo deprisa la muchacha, enrojeciéndose aún más.

«¿Tienes todavía miedo?»

Emma sacudió la cabeza, sin dudar.

«¿Qué ha cambiado?» preguntó la reina, con los ojos oscuros que centelleaban de diversión mientras se desanudaba los lazos que sujetaban su corpiño al pecho. Los ojos de Emma seguían sus manos.

«Ha...ha caminado que...que no estoy atada» respondió tras un momento, incapaz de apartar la mirada de sus movimientos.

«De la manera en la que gozaste no me pareció que te desagradase tanto...» replicó la otra haciendo descender el corpiño por su cuerpo, quedándose desnuda delante de ella.

El corazón de la princesa se saltó algunos latidos.

«S...sí, pero...así es mejor» dijo finalmente, demasiado distraída como para inventar una buena excusa.

«Decido yo lo que es mejor» replicó secamente la reina poniéndose a horcajadas sobre ella. La sintió estremecerse bajo ella.

«Sí, Majestad» respondió la muchacha, con la mirada aún recorriendo su cuerpo.

Regina agarró su mano. Lamió los dedos de la sierva mientras sus ojos permanecían fijos en los de ella, que se desorbitaron. La muchacha sintió un ya familiar calor encenderse dentro de ella. La reina succionó sus dedos, haciendo crecer su excitación. A continuación, llevó su mano hasta su entrepierna, e hizo que entrara en ella. Entrecerró los ojos y comenzó a mover su pelvis hacia sus dedos. Emma notó su centro contraerse violentamente, y comenzó a empujar los dedos dentro de ella. Regina emitió un ligero gemido, e hizo que aumentara el ritmo. Emma, instintivamente, abrió los dedos dentro de ella, provocando que la mujer gimiera más alto. Sin pensarlo, se incorporó, y posó su mano libre en su rostro, acercándose para besarla. Sus labios estaban a punto de rozarse cuando la morena le agarró la garganta, empujándola de nuevo contra el colchón.

«No lo intentes nunca más, sierva» replicó, recalcando la última palabra «Estás aquí únicamente para mi diversión»

Emma asintió, sofocada por su agarre.

«No te he dicho que te pares» dijo amenazadoramente la reina, mirándola. La muchacha se dio cuenta, solo en ese momento, que había dejado de moverse en su interior. Retomó los movimientos, luchando por respirar a la vez hasta que Regina la soltó. Contuvo un golpe de tos y continuó moviéndose. Emma estaba obnubilada por la visión del cuerpo de la reina, que se movía sobre ella. Observó la perfección de cada detalle, el modo en que arqueaba la espalda para conseguir más placer, los ojos entrecerrados, así como los labios, con aquella cicatriz que la hacía más sensual. Mil veces se había preguntado cómo se la había hecho, sin nunca poder preguntarlo en voz alta. La sintió contraerse, lista para alcanzar el ápice de su placer. Aumentó entonces el ritmo, hasta que la notó gozar sobre ella. Regina jadeó, y siguió moviéndose lentamente sobre sus dedos, para después echarse en la cama, a su lado, respirando irregularmente.

Emma giró la cabeza para mirarla, admirada, hasta que la mujer le dijo que se marchara.



Próximo capítulo: aparecerá Maléfica, y ya empezaremos a ver a una Emma menos dócil. 

The Queen and her slaveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora