6. Leo me salva de Clarisse, de una forma particular

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Habían pasado ya un par de semanas desde que May había cambiado sus pocas pertenencias a la cabaña de Hécate, y yo seguía conviviendo con los chicos de Hermes. Incluso los ayudaba en la tienda de vez en cuando o llegaba a ser cómplice de sus bromas más inocentes.

Trabajando con ellos gané mis propias dracmas y me compré, en la misma tienda, una guitarra, un cuaderno y unos lápices. Por alguna razón, sentía la necesidad de componer canciones como solía hacerlo antes. Necesitaba despejar mi mente de la fútil idea de que estaba sintiendo envidia de May, quien más que mi amiga siempre había sido mi hermana. No podía permitirme aquel sentimiento y abochornar así su alegría. Porque evidentemente ella sí que estaba feliz, entre sus hermanos, aprendiendo a controlar su magia y a descubrir que siempre, tanto ella como su padre, habían tenido un gran poder. Y quizás por eso Hécate había puesto sus ojos en los de Magnus Rob, de seguro lo consideró un humano digno para compartir con él su potestad sobre lo oculto y también su corazón.

Día a día, cuando no estaba en la tienda o componiendo en algún sitio alejado del campamento, estaba entrenando con los demás. Espada, arco, lanza, lo que fuera. Estaba plenamente consciente de los riesgos que implicaba ser un semidiós, sobre todo si algún día pretendía salir al exterior. Un chico maceteado, bastante amable y de apariencia asiática llamado Frank Zhang fue mi mejor maestro con el arco y la flecha. Era hijo de Marte y probablemente el único hijo del dios de la guerra que conocía el significado de las palabras humildad y paciencia. Cuando Frank no estaba o andaba por ahí con su novia Hazel, Dany me ayudaba a practicar y como buena hija de Apolo, era increíblemente buena.

- La clave es mantenerse firme y tensar lo suficiente la cuerda- me recordaba siempre con su acento alegre y modales acelerados, por el contrario de Frank, que hablaba siempre lento y pausado, para que no perdiera ni un solo detalle.

Cuando intenté pelear con espada, me sentí incluso más adolorida que después de haber atravesado el establo. Percy y Jason eran espadachines excelentes y bastante exigentes, aunque muy buenos profesores. Reconozco que muchas veces me vi perdida en el verde mar de los ojos de Percy y que eso me costaba la vida, aunque obviamente no estábamos peleando en serio.

- No te distraigas- me decía siempre- No eres mala, pero te distraes con facilidad. Enfócate en predecir los movimientos de tu atacante.

Que me hablara con tanta amabilidad no ayudaba a prestarle menos atención, precisamente.

Mi otro profesor era una hija de Ares, la jefa de la cabaña y el terror del campamento en cuanto a uso de armas se tratase: Clarisse La Rue. Cuando Alice y Dany me la describieron, imaginé a una chica físico culturista con la cara llena de cicatrices horribles y un vozarrón algo masculino. Pero cuando la vi, me sentí más tranquila. Era alta, pero no demasiado; tenía músculos, pero lo suficiente para parecer una persona bastante atlética. Su cabello era lacio y castaño y lo mantenía alejado de su cara con una pañoleta roja. Su voz denotaba autoridad y su mirada era intimidante. Sin embargo, el que no pareciera la luchadora llena de esteroides que imaginé me hizo subestimarla, lo suficiente para que me hubiera enterrado la lanza un millón de veces si yo en verdad hubiese sido su enemigo.

En lugar de eso, solo terminé estampada en el suelo un millón de veces.

Chris Rodriguez, su novio, que para más remate era hijo de Hermes solía hacerme bromas sobre cómo su novia me molía a palos. Chris me caía bien, pero hubiera preferido que se quedara callado respecto a la humillación que Clarisse me hacía pasar a menudo, aunque según ella, era necesario para garantizar mi aprendizaje.

- Quiero que aprendas los movimientos con la lanza como si fuera una simple guaripola para mañana por la mañana, Fuentes- me dijo un día, mientras yo seguía tratando de levantarme del piso.

Hijos del Sol y el Fuego [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora