4. Un tal Leo me quita mi minuto de fama

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No recuerdo exactamente cómo fue la caída. Solo recuerdo que fue lo más doloroso de toda mi humilde y corta vida y que de pronto el olor ausente del aire se llenó del dulce aroma a popó y paja seca.

Estaba completamente cubierta por heno, que a pesar de haber amortiguado increíblemente el golpe, me había provocado algunos rasguños y, además, picaba horrores. Chocolate, el pegaso, al parecer estaba bien. Al menos no estaba cerca de mí, por lo que probablemente alcanzó a enmendar su trayectoria de vuelo seguro antes de caer de lleno en los establos. Miré hacia arriba y pude ver, en medio del techo de madera, un gran agujero irregular y muy reciente.

Con que había atravesado el techo.

Genial.

(No lo es)

Al poco rato, un grupo de jóvenes de diferentes edades y aspectos se acercaron a mí. Vestían unas poleras anaranjadas con un logo negro que no logré ver con detalle. Se acercaron a mí y me subieron a una camilla. Uno de ellos, un chico rubio y bronceado, de ojos azules chispeantes y llenos de vida acercó algo a mí, como un vaso de jugo de color dorado y me obligó a beberlo.

Increíblemente, sabía a jugo de frutas extra dulce. Y, a juzgar por su cara, no hizo demasiado efecto porque apenas lo había saboreado, me desmallé.

Hubiera esperado despertar en una enfermería, rodeada de esos mismos chicos que parecían ser expertos en primeros auxilios, sin embargo, estaba tendida en un gran sofá algo raído en medio de una hermosa y algo oscura oficina, adornada con elegancia y sobriedad. Lo primero que oí al despertar, fue la música que salía de un pequeño tocadiscos sobre un escritorio de caoba. No tengo idea cómo lo supe, pero estaba segurísima de que el hombre que cantaba era Frank Sinatra.

- Veo que has despertado- habló una voz masculina en alguna parte de la oficina.

- Ahhh- murmuré, tocándome la cabeza con las manos, como si estuviera despertando de una resaca luego de una fiesta desenfrenada.

- ¿Te encuentras bien? – preguntó la voz que esta ves supe que venía de mi izquierda, cerca del escritorio.

- Ahhhh- contesté.

- Pido disculpas por la caída. Los ventis no suelen molestar así pero nunca se sabe con ellos. Por otro lado, Jason hizo lo que pudo con ellos y bueno, Chocolate también trató de ayudarte como podía.

- Ahhhh.

- No creo que se encuentre muy bien, en realidad- habló otra voz, a mi derecha. Era de un chico de mi edad, eso seguro.

- Atravesó un techo de madera a cuarenta kilómetros por hora ¿Qué esperabas? – habló otra, una chica.

- Sí pero no tiene heridas graves, solo rasguños y moretones.

- Will, ella no es Wolverine ¿Si? Y tú tampoco eres el Doctor Strange precisamente.

- Alice, Will, por favor- habló el hombre mayor- Si aún está delicada, agradecería que no discutieran aquí.

- Estoy bien- murmuré- Solo me duele la cabeza.

- ¿Puedes sentarte? – me preguntó Will, el mismo chico que me había dado el extraño jugo de frutas.

- Creo- le dije mientras dejaba que me ayudara a acomodarme en el sillón, tratando de rozar lo menos posible mis múltiples vendas. Parecía una momia zombie. Sí, ambas cosas.

- Alice y Daniela han de haberte explicado las cosas, supongo- habló el hombre, un caballero de aspecto serio y bondadoso, con el pelo ondulado y largo hasta los hombros, sentado en una silla de ruedas.

Hijos del Sol y el Fuego [COMPLETA]Where stories live. Discover now