EPÍLOGO I

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Finalmente he logrado elegir el epílogo apropiado. Quería darle un cierre maravilloso a la novela y necesitaba pensarlo mucho. Literalmente será una novela que he estado escribiendo por 17 años (era pequeñísima cuando puse las primeras letras) y cerrarla con proyectos maravillosos está siendo una fantasía.

¿YA HAN VISTO EN MIS REDES LA BELLEZA QUE ESTÁ QUEDANDO EL LIBRO EN FÍSICO? Es una auténtica obra de arte en la que están participando gente INCREÍBLEMENTE talentosa (revisiones, ilustradoras, maquetador, diseñador, Dios mío). Y trabajando desde diversas partes del mundo... Por otro lado, tenemos ofertitas de película. Una locura, ¿verdad? Y YA PRONTO ESTARÁ A LA VENTA. Los últimos detalles están siendo terminados para que pronto puedan tenerlo en su librero. Muchísimas gracias por haberme acompañado hasta este momento.

LES RECUERDO QUE EN MI FACEBOOK ESTOY SORTEANDO UN EJEMPLAR EN FÍSICO DE EL HOMBRE DE ARCILLA.

Ahora, sobre el epílogo; la primera parte de éste se centra justo antes del cierre del 2do libro (cuando Annie está embarazada de Caleb, justo antes de que Raffaele hable con ella).

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EPÍLOGO
(Primera parte)

Desde la terraza, en el jardín trasero, Angelo observó cómo Nicolas y Annie, sentados en la mesa larga, de la cocina, charlaban —de cosas que él, pese a su buen oído y aunque por más que trató de aguzarlo, no logró escuchar nada— y se reían y... Angelo recordó aquellos infernales días de interminable sufrimiento, luego de que Annie perdiera a Abraham, después ya..., cuando vivían en Francia —en su casita de ladrillos naranjas—, cuando, las únicas sonrisas auténticas que ella tenía, era cuando hablaba con Nicolas y Jessica.

En aquel horror, había sido una bendición verla sonreír de nuevo... y también había sido deprimente saber que, los únicos que lograban hacerla reír, eran otros y no él, sin embargo, cualquiera que fuese el motivo de su sonrisa, era mejor a no verla nunca más. Agradecía a Jessica por eso... y a Nicolas. Más al último. Gracias a él, la Annie en shock por la muerte de su primogénito había sido capaz de alejarse de su tumba, en la cual, recién parida, había hecho guardia. Gracias a él, quien se ofreció y cumplió con quedarse al lado de una tumba de día y noche, bajo el sol y la lluvia, cuidando de un... cadáver —ciertamente un acto excedente realizado única y exclusivamente porque eso era importante para su amiga—... Si no fuera por él, posiblemente esa Annie que gozaba y reía, que gestaba a un nuevo bebé, que estudiaba Derecho, que bebía limonada fría mientras charlaba sonriendo... ya no existiría.

Sabía que Nicolas lo había hecho por ella, no por él, sin embargo, había sido al hijo de Angelo a quien el francés había cuidado —y la vida y salud mental de Annie, la que había salvado—. Mientras que él... Él se había burlado del feminicidio y condición en que encontraron el cadáver de su hermana.

Desde que él francés se casó con su prima, había intentado pagarle: había estado intercediendo por él con su tío Uriele, pero eso no era suficiente y no sabía qué más hacer por él.

Vio a Annie pedir un momento a Nicolas, entre sus risas —conocía sus ademanes: ella elevaba su mano en una súplica de que no hablara más, agitaba su manita, como intentado desesperadamente detener un tren en movimiento—, entonces ella se levantó —dejando ver su adorable pancita— y dejó al otro ahí, sentado en su lugar, quien, una vez que Annie dejó la cocina, se bebió el resto de su cerveza.

Ambrosía ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora