[2.2] Capítulo 26

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IL PRIMO ANNIVERSARIO... IL PRIMO NATALE
(El primer aniversario... la primera Navidad)

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La decoración navideña comenzó a mandar destellos luminosos hasta las oscuras ventanas de los hermanos Petrelli; apenas comenzar diciembre.

Angelo sintió miedo.

Navidad. Juguetes..., niños y, en un mes más, un año de la muerte de Abraham.

Temió una retracción en Anneliese..., pero eso no ocurrió. Ella lucía triste, sí, pero no se mostraba hecha pedazos.

Salían de compras lo más a menudo que les era posible —intentaba sacarla de su casa lo más que podía, sin llegar a hartarla—, y la llevaba a cada una de sus clases de vuelo. Luego de todo, había sido ella quien las había sugerido y él sólo las tomaba por ella —habían dejado la cocina luego de su primera clase—. Pero Annie no tenía ningún problema en acompañarlo siempre —le gustaba estar junto a él cada segundo del día—, y lo dejaba incluso abrocharle el cinturón de seguridad durante sus horas de vuelo; la muchacha podía recordar hacerlo por sí misma, pero sabía que para él era importante sentir que la cuidaba, así que ella se lo permitía... Al igual que le seguía el juego de corregirle palabras en francés, o su pronunciación. Habían comenzado con eso una tarde en que él le preguntó un sinónimo mientras le leía un libro y, tras decírselo y escuchar el cómo lo repetía él, lo corrigió —una vez. Eso era suficiente para él—. Desde entonces, él mencionaba mal algunas palabras con el único propósito de hacerla hablar..., de saber si ella seguía ahí, con él.

Y ella lo estaba. Tal vez no completa, pero lo estaba, así que era tolerable...

—¿Qué es eso? —la interrumpió él, acercándose para mirar el contenido dentro de la cajilla plástica, que su hermana sujetaba entre las manos. Se encontraban en el supermercado.

Anneliese parpadeó, saliendo de sus pensamientos: era un simple rastrillo metálico, para varón, de una edición especial, parecía. Ella se lo mostró y sonrió con suavidad.

—Es tu regalo de cumpleaños —mintió.

Al ver aquel objeto, por algún motivo, había recordado lo mucho que deseaba, apenas un año atrás, que su hermano cumpliese los dieciocho años... Así él podría salir de donde lo tuviesen y cuidar apropiadamente del bebé de ambos.

Angelo se buscó vello facial en una delgada columna recubierta por espejos, que se erguía justo entre los rastrillos y cremas de afeitar; Annie fingió una risita: a sus casi diecinueve años, había que mirar muy de cerca a Angelo Petrelli para poder notar que, el vello sobre su labio superior, comenzaba a engrosarse. Ligeramente.

—Ay, no —le dijo—. No digo que lo necesites. Es un regalo simbólico: en un mes, oficialmente darás fin a tu adolescencia —se mofó.

Él apretó los labios, ocultando su sonrisa.

—Gracias —cogió su rastrillo y la besó—. Cuando cumplas diecinueve, voy a regalarte tacones —le hizo saber.

Anneliese se rió y comenzó a andar; al principio él la siguió, empujando el carrito, pero luego se quedó atrás..., y cuando la muchacha miró sobre su hombro, para saber qué lo entretenía, se dio cuenta de que él se había detenido frente al área farmacéutica y, en una de sus manos, tenía lo que a ella le pareció un gel lubricante, pues incluso reconoció el frasco...

... Ellos habían usado esa cosa hacía mucho tiempo, cuando él alcanzó sus diecisiete.

Supuso, con pesar, que él debía estar recordándolo.

Ambrosía ©Where stories live. Discover now