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Una semana y cinco días después del vídeo.

– Necesito una ducha –es lo primero que Jimin dice cuando Jeongguk entra a dejarle la comida al otro día–, por favor.

Jimin tenía claro de que no podría escapar de una vez aunque Jeongguk accediera, así que había decidido que se ganaría su confianza, así apenas tuviera una posibilidad se iría de allí y entregaría a esa pandilla de locos a las autoridades.

– No –responde de una vez el castaño dejando la bandeja sobre el suelo.

Sabía que tendría que tener paciencia porque no se trataba de engañar a cualquiera sino a un asesino serial y quizá sabía poco sobre el tema, pero tenía claro que debía irse con cuidado. Debía aprovechar la ventaja con la que contaba pero si lo hacía de una vez levantaría sospechas y podría irse olvidando de salir de allí con vida.

– Puedes amarrarme las manos –dice Jimin–, solo necesito una ducha porque me siento asqueroso. ¿Ni siquiera merezco eso?

Logra que Jeongguk lo mire y sabe que lo esta considerando. Tuvo que morderse la lengua para no decir nada, si lo hacía de seguro iba a conseguir un no rotundo.   

– Te amarrare las manos y te estaré apuntando en todo minuto, ¿entendiste?

Y tal como dijo Jeongguk salió del calabozo para luego volver con una cuerda más una pistola en el el bolsillo. Jimin tragó saliva apenas vio el arma pero se quedo callado, debía seguir haciendo creer a Jeongguk que estaba demasiado trastornado como para querer escapar. El día anterior le había dado resultado ya que logró descontrolarlo por completo, esa era su arma de doble filo.

El castaño le amarro las manos con dureza, aunque intentara desatarse le costaría al menos unos minutos así que no era algo viable. Luego Jeongguk abrió la puerta y con la pistola en su espalda hizo que Jimin caminará hasta el baño a través del pasillo de la cabaña, este último solo miraba hacia el piso porque sabía que Jeongguk se enojaría si ponía atención en los detalles del lugar. 

Se detuvieron en la última puerta del pasillo, allí Jeongguk giro la perilla metió a Jimin dentro de un solo empujón.

– Tienes un minuto para orinar –le dice–, luego entrare y te ducharas.

Cierra la puerta y Jimin corre a subir la tapa del retrete para hacer sus necesidades. Se sentía bien no tener que orinar en el agujero del piso del calabozo, mucho más normal y limpio. Luego de eso abre la llave del lavamanos dejando el el agua corra a través de sus dedos. Ya casi había olvidado la exquisita sensación de frescura que dejaba el liquido sobre su piel. Mientras hacía eso miro de reojo el baño, no existía una ventana que sirviese de salida, tan solo estaba la puerta y al otro lado de esta lo estaba esperando Jeongguk. Definitivamente no podría escapar ese día.

Un minuto paso exactamente y Jeongguk abrió la puerta con el arma aun en sus manos.

– Métete a la ducha –le ordena–, rápido.       

– No puedo sacarme la ropa con las manos atadas.

El comentario sale de forma tan inocente de su garganta que Jimin no tiene idea como el castaño reaccionara así que solo espera. El ambiente era tenso y no se sorprendería si Jeongguk se volvía loco en ese instante encerrándolo de nuevo en el calabozo sin comida. Pasaron los minutos y ninguno decía nada, eso hasta que Jeongguk baja la pistola y se acerca a las manos de Jimin.

– Intentas algo y te mato –le amenaza a lo que Jimin asiente.    

Jeongguk desata la cuerda y las manos de Jimin por fin son liberadas. Sin decir nada el último comienza a deshacerse de la ropa sucia mientras que el castaño mira al piso intentando no distraerse con la piel descubierta de Jimin. 

Sr. Payaso ◆ Kookmin ; 국민Donde viven las historias. Descúbrelo ahora