Capítulo 12: Arresto domiciliario

Comenzar desde el principio
                                    

- Te quedarás con Naruto durante todo el día. Yo tengo que trabajar y llegaré tarde.

- Vale – dijo Deidara con una sonrisa.

- Él te explicará todo. No salgas de casa o tendrás problemas con la justicia de nuevo.

- Lo sé – dijo Deidara – puedes irte tranquilo, no saldré de aquí.

Quizá en aquel momento, Deidara esperó alguna reacción cariñosa por parte de Itachi, o puede que se hubiera conformado con una simple sonrisa, pero nada ocurrió. Itachi se dio la vuelta volviendo al coche sin reparar en él. Por un momento, pensó que todo lo que habían vivido en prisión podía haber sido una mentira, algo pasajero, pero trató de eliminar esa duda de la cabeza.

"Es por Naruto", pensó Deidara creyendo que Itachi, simplemente, no quería que nadie se enterase de aquella relación que habían mantenido. Al fin y al cabo, él seguía siendo menor de edad y podía meter en un gran problema a ese moreno si la gente lo descubría, aun así, aquella indiferencia y frialdad le dolió.

- Vamos, ven conmigo – sonrió Naruto a su espalda – te prepararé algo caliente. Hoy parece que lloverá. ¿Te gusta el chocolate? Puedo hacer una taza de chocolate caliente para luego.

- Nunca he probado el chocolate – dijo Deidara sorprendiendo a Naruto.

Ante los ojos de Naruto, Deidara sólo era un crío que había tenido mala suerte, demasiada mala suerte. No había vivido prácticamente nada, apenas sabía leer o escribir, no le habían dejado probar el chocolate y seguramente, en aquella banda, sólo recibía órdenes para nada buenas para su propia seguridad. Sentía lástima por él y, a la vez, un cierto aprecio que iba más allá de lo comprensible. Quería proteger a ese chico porque, en parte, le recordaba a él mismo cuando estaba en el orfanato, un chico solitario y perdido del que nadie se había preocupado, pero ahora... Naruto se ocuparía de ser ese amigo que necesitó durante años y que nunca tuvo.

Durante aquel día, pese a que la compañía de Naruto era agradable... Deidara no podía dejar de pensar en Itachi y en su extraño comportamiento. Al ver Naruto a ese rubio tan sumido en sus pensamientos mientras giraba la taza de chocolate en sus manos, se sentó frente a él a terminar de secar los cubiertos que había fregado.

- ¿Cómo acabaste en esa prisión? – preguntó Naruto por iniciar algún tema de conversación.

- Fue... supongo que por malas decisiones en mi vida – sonrió Deidara – nunca he tenido mucha suerte en ella. Imagino que cuando estás en una banda, es complicado salir de ella. Acabas obedeciendo sus órdenes para sobrevivir y al final... ya ni siquiera te cuestionas lo que haces, sigues haciéndolo intentando no mirar atrás, intentando pensar que pese a estar mal... estás salvándote.

- ¿Y no es así? – preguntó Naruto.

- No, nunca es tan sencillo – dijo Deidara sonriendo con cierta tristeza – es cierto que sigo vivo pero sin embargo... me siento cada vez más asqueado conmigo mismo por las cosas que he hecho en el pasado y por las que tendré que hacer en el futuro si me encuentran y lo harán. Eso es lo peor de todo... que algún día cuando salga de la tutela y me quiten esta pulsera, volveré a estar atrapado. Supongo que voy perdiendo cada vez más una parte de humanidad, cada vez que delinco es perder una parte de mí, algo que no recuperaré.

- Encontrarán una solución. Estoy convencido de ello.

- No conoces a los de la banda, no me dejarán irme tan fácilmente.

- Tienes razón, no les conozco, pero conozco a mi novio y Sasuke no es de los que se dejan vencer fácilmente. Si se propone algo, lo hará. Es tu abogado, confía en él.

- ¿Cómo le conociste?

- Por una exposición – sonrió Naruto – era un chico solitario, apenas hablaba con nadie y pese a que las mujeres le perseguían constantemente, él no les hacía caso. Un día, tras finalizar sus clases en la facultad, estaba tan agobiado por las chicas que le seguían que se escondió en un edificio sin darse cuenta de que era una exposición de arte. Yo estaba allí exponiendo mis cuadros.

- ¿Eres artista?

- Algo así – dijo Naruto – lo intento constantemente, pero es un mundo difícil. Sigo pintando pero he vendido muy pocos cuadros. A veces me siento un poco inútil estando aquí todo el día.

- Pero... siempre les preparas las comidas y haces la casa. Estoy convencido de que debes ser un buen artista, me gustaría ver algún día tus cuadros.

- Quizá algún día – sonrió Naruto – vivimos aquí hasta que reformen nuestra casa. Los padres de Itachi y Sasuke nos dejaron un pequeño apartamento en el centro antes de que falleciesen. Con el dinero que hemos podido ahorrar entre los dos, estamos reformando el lugar. Itachi nos ha permitido vivir aquí con él hasta que todo acabe.

- ¿Lleváis mucho tiempo aquí?

- Sí – resopló Naruto – y lamento mucho ser un estorbo para Itachi. Sé cuánto le gusta vivir solo pero... las reformas van lentas y ahorramos tan despacio que se atrasan cada vez más. Iré a preparar tu habitación – aclaró al final Naruto dejándole a solas durante unos minutos.

Deidara se tomó el chocolate con calma, mirando el jardín por la ventana de la cocina, observando a la gente caminar con tranquilidad por la calle, con algún coche pasando de vez en cuando. Cuando Naruto terminó de preparar la habitación, Deidara accedió a la habitación quedándose atónito al ver su nueva habitación. Él nunca había tenido nada así, ni siquiera una cama decente como aquella. Dormía en un colchón en el suelo, apenas estaba en una buena cama cuando Pain exigía sexo con él. Nunca había tenido muebles, ni nada parecido, tan sólo una habitación vacía con un colchón.

- Espero que estés cómodo – le dijo Naruto.

- Desde luego – sonrió Deidara – es más de lo que nunca he tenido. Está genial. Muchas gracias, Naruto.

- Te dejaré a solas para que te acomodes. Te traeré ropa mía para que puedas cambiarte cuando quieras.

Anocheció con rapidez, pero Deidara permaneció en aquella habitación mirando la cantidad de libros que había en la estantería, observándose en el espejo del armario, viendo aquel ordenador encima del escritorio, los pósters sobre lugares exóticos y radiantes playas. Las estrellas del otro lado del cristal llamaron su atención, tanto... como para acercarse a la ventana y mirar el paisaje. Podía ver al fondo un parque, un gran estanque al que seguramente algún día le habría gustado ir pero al mirar su tobillo, se dio cuenta de que no podría verlo, que esa casa era su nueva prisión. Al menos, sonrió dándose cuenta de que no era tan malo, era un buen lugar con gente agradable.

El ruido del motor de un coche acercándose a la casa hizo que Deidara volviera a mirar por la ventana. Itachi bajaba del vehículo pero para sorpresa del rubio, una chica venía con él, hablando de forma muy animada, tocando con sutileza la chaqueta de un Itachi que sonreía y cerraba la puerta tras ella tras ayudarla a salir del vehículo con educación y elegancia. Pensó que la mujer se marcharía, pero al ver que iba a entrar a la casa, supo que aquello sería algo más y que pese a pensar que siempre había conseguido manipular a Itachi... ahora se daba cuenta de que no era así. Le dolía el corazón. Nunca antes se había enamorado y por fin sabía lo que era y no le gustaba. Pensó que él jugaba con Itachi, que estaba logrando enamorarle, que lograba su objetivo, había salido de prisión, estaba en su casa, sólo debía enamorarle y ser feliz a su lado... pero una lágrima resbaló por su mejilla al ver a aquella chica, al descubrir que nunca fue él quien le utilizó, sino que siempre fue Itachi quien le usó a él.


Perro prisionero (Naruto, Itadei)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora