Capítulo 3: Convivencias

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Tres días en prisión preventiva y Deidara ya estaba completamente nervioso. Su abogado no podía visitarle mientras estuviera allí pero en breve pasaría al área de la prisión y, seguramente, eso sería mucho más duro que lo que había vivido hasta ahora. Por el momento, tan sólo el aislamiento y aunque se sentía solo, en parte pensaba que era mejor así, estar sólo a junto al resto de reclusos, pero esta etapa se pasaría pronto.

No fue hasta la mañana siguiente, cuando Deidara fue finalmente trasladado a la celda que ocuparía. Las alarmas de las puertas abriéndose era lo primero que escuchaba Deidara seguido por el eco de los profundos pasos de los guardias que le acompañaban. En la última sala le dieron el neceser del mes ante de conducirle a la que sería su habitación mientras durase su estancia en prisión.

Deidara continuó por el largo y silencioso pasillo, con sus nuevas ropas y pertenencias en las manos hasta que llegó a la vacía celda donde iba a pasar los siguientes seis meses de su vida. Se sorprendió al encontrarse allí solo, pero supo que algo ocurría cuando los guardias no se movieron de la puerta.

- ¿Dónde está mi compañero? – preguntó Deidara.

- En el patio. Cámbiate rápido, tenemos que llevarte allí.

En esos tres o cuatro días que había estado en prisión preventiva, había tenido mucho tiempo para leerse las normas de la prisión. Tenía claro que para todos los reos, era obligado y no podían retener sus dos horas de patio, a menos que fuera por mala conducta, en cuyo caso, los guardias podían castigarles sin sacarlos al patio.

Tampoco es que Deidara tuviera muchas ganas de ir al patio y mezclarse con los demás chicos, pero no podía alegar nada para quedarse allí encerrado. No tendría más remedio que salir y tratar de pasar lo más desapercibido posible. Aún recordaba con cierto rencor las palabras de Pain y cómo le había abandonado allí dentro sin más.

Se desvistió dando la espalda a los guardias, pese a que estos ni siquiera estaban mirando, y se colocó con rapidez el mono que le habían dado, recogiéndose el cabello en una coleta alta como solía acostumbrar a hacerla. Una vez estuvo listo, caminó hasta la puerta y les dio la señal a los guardias de que estaba listo para acompañarles.

Caminaban por el pasillo en completo silencio. Deidara observaba todas y cada una de las celdas por las que pasaba pero todas estaban vacías excepto una. Un chico de más o menos su misma edad estaba tumbado en una de las camas sin moverse. Aquello empezó a causar cierta reticencia en Deidara. Ya estaba a punto de salir al patio, cuando al otro lado del pasillo se escuchó a otro guardia.

- Traedlo aquí, tiene una llamada.

Uno de los guardias le cogió del brazo indicándole que volverían atrás para que pudiera atender la llamada que recibía. Ni siquiera sabía quién podía ser pero no tenía nada que perder. Quizá era su abogado con buenas noticias, era una esperanza que aún se negaba a perder, pero cuando llegó hasta la sala del teléfono y lo cogió, escuchó la voz del guardaespaldas de Pain.

- Pain desea hablar contigo – le aclaró.

- Pues dile que yo no tengo nada que hablar con él – le dijo Deidara a punto de colgar, pero la voz de Pain se lo impidió.

- Ni se te ocurra colgarme, Deidara o te arrepentirás – se escuchó la profunda y atemorizante voz de Pain – ahora cálmate y escucha con atención. Hay algunos de los nuestros en la prisión, ellos pueden protegerte el tiempo que estés allí dentro.

- No necesito vuestra protección.

- Créeme... que la necesitarás – dijo Pain.

Perro prisionero (Naruto, Itadei)Where stories live. Discover now