3- Los siete cabritillos de Max

Start from the beginning
                                    

Todos los pequeños asintieron, conformes con las palabras de su padre, quien, tomando su canasta, dio un besito a cada uno de sus hijos y se acercó a la puerta. El más pequeño de todos se colgó a su pierna antes de que pudiese salir, lloriqueando y recibiendo un insulto de su hermano. Su padre le miró con ternura, inclinándose a dar una caricia a su cabecita.

-Papi volverá pronto, ya verás. ¿Recuerdas las palabras mágicas de papi?

Asintiendo, el pequeño Daryel fue soltándole y, tomando la mano de su hermanito, Adrien, dijo muy feliz.

-Sí, la palabra mágica es "Edu".

-Muy bien -asintió Max, despidiéndose con la pata mientras se daba la vuelta y tomaba rumbo al bosque.

Los siete cabritos de inmediato se encerraron, temerosos y asegurándose de estar con llave la puerta. Uno de los cabritos era muy paranoico, por lo que se quedó sentado en la puerta de la casa, atento a cualquier ruido en el exterior. Pero esta tarea era difícil cuando Oliver y Daryel se ponían a discutir.

-¡Soy precioso, envidioso! -gritaba un enfadado Daryel, con los brazos cruzados en su pecho y su ceño fruncido. A la par, Oliver rio sin disimulo.

-Feo, feo. Mugroso. -Se burló su hermano, enfureciendo al pequeño.

-¡Deja de decirme mugroso, arrastrado! -la furia era tanta que Daryel no controló sus impulsos y empujó al pequeño Oliver, quien, indignado y en el piso, exclamó.

-No te robes lo de empujarse, eso es mío.

Burlándose, el más pequeño de los dos se mofó y negó con la cabeza.

-Ahora es mío.

-¡No! -gritó Oliver, poniéndose de pie y alertando a sus hermanos mayores, pues un Oli enojado, era igual a problemas. Yoshi iba a intervenir cuando recordó la vez que Oliver intentó ahogar a su hermano en el inodoro, sin embargo, el más pequeñito se le adelantó, tomando el fino pelito marrón de su hermano y jalándole con fuerza, inició una pequeña lucha.

Fue necesario que Adrien se levantara y descuidara su posición de guardián en la puerta para que los dos cabritos no se mataran entre sí, sin embargo, un instante pasó en el que estuvo en medio para que todos, incluso los que ya estaban calmados viendo la pelea, voltearan a ver a la puerta.

Tres simples toques a esta y todos se paralizaron. Antes habían hecho planes de qué sería lo mejor por hacer en un momento como ese, pero, justo ahora, tenían la mente en blanco. Para el segundo llamado, todos corrieron y se metieron debajo de la cama de su padre, entre empujones y quejas. Guardaron silencio diez segundos antes de que Daryel se quejara porque Oliver tenía el codo en sus costillas y que este le dijera que dejara de llorar, que eso sí era importante.

Nuevamente tocaron, escucharon pasos fuera de la casa y un suspiro. No conocían quién era con exactitud, pero tampoco era como si debieran ser tan listos como para imaginar al sujeto.

-Hijos, hijos -una gruesa voz llamó, haciendo temblar a los siete cabritos y que ocultaran su carita contra los otros-. Soy yo, Max, abran, abran, les traigo un trozo de chocolate como ustedes querían.

Confusos, los cabritos se miraron entre sí, meditando las palabras del nuevo individuo. El aperitivo que mencionó fue chocolate, no el pastel de frambuesa que, se supone, prepararían. Además, esa voz no sonaba como la de su padre, esta era ronca y alta en vez de calma y suave. Tomando valor de un sitio que ni él conocía, Oliver gritó:

-¡Tú no eres nuestro padre, lárgate!

Una fuerte risa, estruendosa se dejó escuchar luego de un gruñido, haciendo que todo signo de valor se esfumara del cabrito.

Midnight Tales by Park ChanYeolWhere stories live. Discover now