2- Conejito cantor

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"Hace mucho tiempo, cuando los animales convivían libremente con los animales, donde no hacía falta cercas ni zonas protegidas para evitar un daño entre ambas especies, un pequeño grupo de animales silvestres. Estos animales aún tenían miedo de mostrarse como eran frente a los humanos, temían ser juzgados por ellos, sin saber que había muchos que aún eran amables.

Estos animalitos vivían en las profundidades de un bosque, o al menos eso pensaban, porque, en realidad, era un conjunto de árboles en el centro de la ciudad. Solamente un pequeño conejito sabía este hecho y paseaba por las orillas de las zonas naturales, mirando con admiración a la gente que pasaba y le dejaba un trozo de lo que comía. Él era muy feliz, porque podía disfrutar la vida como un animalito salvaje y doméstico a la par.

Este conejito no poseía un nombre, por eso sus amigos pensaron un día en un nombre bonito para él. Decidieron llamarle Dante, porque era una bolita de amor cubierta de un suave y blanco pelaje, que se antojaba abrazarle y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás. Además, sus peculiares orejas le daban ese toque adorable al que nadie se resistiría. Su pelaje, tan blanco como la nieve, resaltaba de los demás y llamaba la atención de los peatones, pero no sólo de ellos, sino también de sus vecinos animales.

Un día, tan común como cualquier otro, el pequeño Dan saltó y saltó hasta el borde del supuesto bosque, hambriento y curioso de qué comería ese día. Luego de pensarlo un poco, Dante decidió irse por algo nutritivo y que podría disfrutar siempre por lo natural que era y saludable también: una buena porción de húmedo pasto verde.

Así, fue comiendo de la fresca pastura con tranquilidad, sin prisa alguna ni tanta hambre como al inicio. Diez minutos pasaron y el sabor fue distinto a los demás, además de que la firmeza de su alimento se vio alterada al reemplazarse por un duro objeto, y no su amado pasto. Al principio, Dante tomó entre sus manos ese "coso" que le molestó antes en los dientes y su sorpresa fue mucha luego de, pensando bien, notar que en realidad era una reluciente moneda. Dando saltos de alegría, el conejito e sintió millonario, alguien tan importante con un tesoro entre las manos. Sin embargo, la paciencia no era totalmente su cualidad y pronto se vio abatido al no saber qué hacer con la moneda.

 ¿Qué compraré? —se preguntó en un susurro, pues un conejo indeciso era ahora y debía pensar de una manera adecuada de qué modo invertir su dinero si luego quería recuperar un poco más de este.

Al principio, Dante se planteó qué le gustaría comprar, lo que más deseaba su corazón o le era más apetitoso. Lo primero que le vino a la mente fue la comida, tan deliciosa y sublime, podría tener un buen trozo entero para él solito si deseaba gastarlo en ello.

Primero pesó en unas ricas zanahorias, con su anaranjado color tan vivo, perfectas y limpias, contrastando con el verde de sus hojas y su crujiente sabor. Se las devoraría de inmediato y quedaría satisfecho con ellas, pero, no recuperaría su moneda, así que, negando, descartó la idea.

Lo siguiente que pasó por su mente su comprar algún dulce que se le fuese antojando de camino a la tienda, hacía mucho que ningún peatón le daba ni un mísero trozo de ello y Dante estaba deseoso de aunque fuera una lamida. Pero el problema era el mismo, no iba a conseguir luego otra moneda, o al menos no pronto.

Con esto en mente, toda idea de algo comestible fue desechada y negada por su peluda cabecita, al igual que con sus peludas patitas abrazaba el dinero como si dependiera de este. Temía perder su tesoro, así que se apresuraría a pensar.

Luego de un par de minutos saltando en círculos, rodando por el pasto y moviendo la patita derecha con comezón, Dante tuvo una grandiosa idea y casi se maldice por no haberlo considerado siquiera antes. Saltando de par en par, por un camino que de vista aprendió, Dan fue muy valiente y salió de su hábitat para vagar por el pueblo cercano. Ahí se iba escondiendo tras barriles y piedras que la tierra tenía, intentando pasar desapercibido entre tanto humano curioso. Para su suerte, lo logró, llegó sano y salvo a una tienda al otro lado de la calle donde, con amabilidad, un señor le atendió.

Midnight Tales by Park ChanYeolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora