11

2.8K 252 177
                                    

En el momento en que salgo del edificio por última vez, un sentimiento agridulce se expande por mi cuerpo. Por un lado, el alivio de no estar cuando, en cuestión de meses con mucha suerte, este edificio se caiga a pedazos; por el otro, la nostalgia me invade. En este edificio crecí y me desarrollé como un adulto –o intento de adulto– por años, me vio llorar, reír, desesperarme, fue mi primer departamento de soltera, tiene un lugar en mi corazón.

Stiles sale detrás de mí, y puedo ver que tenemos la misma cara de sentimientos mezclados. Nos sonreímos, como dándonos el apoyo necesario. La última caja de mis cosas pasa por al lado mío y los señores que contratamos para que llevaran a cabo la mudanza nos miran, expectantes.

– ¿Cuál es la dirección a la que tenemos que llevar esto? –Nos pregunta uno de ellos. Stiles le entrega un papel con la dirección escrita y el hombre asiente.

Nosotros nos subimos al taxi con nuestras mochilas cargadas de las últimas cosas que guardamos que ya no entraban en las cajas. En unos cinco minutos llegamos a nuestro nuevo departamento. Nos bajamos, no sin antes pagarle al taxista, y nos adentramos para poder preparar el lugar para que entren todas nuestras cosas.

Abro la puerta de nuestro nuevo departamento, que todavía huele a pintura fresca. Hace tan solo cuatro días que Stiles y yo terminamos de pintar todas las paredes del departamento. Para el living nos decidimos por un blanco para así poder poner todo tipo de cosas en ellas. Para la cocina, por más de que están en el mismo espacio, decidimos cortar un poco con el blanco y la pintamos de un gris claro que quedó hermoso. Para ambos baños fuimos por un verde manzana y para el cuarto más alejado, que denominamos el estudio de Stiles, logramos hacer las paredes a prueba de sonidos. Mi cuarto quedó de un celeste pastel, al igual que el de Stiles, y mi estudio lo pinté de blanco.

Abro una de las enormes ventanas que dan al balcón para que corra el aire y los dos dejamos las mochilas apoyadas en una esquina de la cocina, esperando a que las cientos de cajas comiencen a llegar. Efectivamente, en cuestión de minutos cajas y más cajas comienzan a aparecer, desparramadas por todo el living. Una hora y media más tarde, finalmente estamos solos para poder comenzar a desarmar todo.

–Bueno, esto es lo que vamos a hacer: primero vamos a dividir las cajas por espacio y después vamos a ir un espacio a la vez. –Stiles asiente y juntos comenzamos a mover las cajas y agruparlas dependiendo del lugar. Una vez que tenemos todas divididas, comenzamos por las cajas de la cocina.

–Estoy exhausta, no puedo moverme. –Digo desde el sillón, ya a las diez de la noche.

–Me olvidé lo que era tener una espalda. –Me responde Stiles, que está a mi lado, aunque no puedo mover el cuello para verlo.

–Muero de hambre pero no creo poder moverme de esta posición por meses.

–Creo que tengo el celular en el bolsillo, podemos pedir delivery. –Se mueve de una forma lenta e incómoda, y unos segundos después logro ver el teléfono en su mano de reojo. – ¿Qué tienes ganas de comer hoy?

– ¿Qué hay cerca?

Stiles observa el mapa con los pequeños lugares de comida que hay y los lee con atención uno por uno.

–Comida china, tailandesa, pizza, sushi, mexicana...

– ¡Tacos! –Chillo.

–Comida mexicana entonces. –Pide online nuestra orden y vuelve a dejar el teléfono. –En media hora están aquí con la comida.

–Perfecto, ¿qué hacemos mientras tanto? –Le pregunto.

–Podríamos ver una película, o empezar una serie, ya conectamos netflix a la televisión así que no hay nada más que hacer más que encenderla.

–Pero el control está muy lejos –le respondo casi llorando, observando los controles remotos en la mesa ratona.

Stiles, no sin antes dejar escapar un gruñido brutal, se levanta del sillón y va hasta la mesita ratona para poder agarrar ambos controles. Me ofrece la mano que tiene libre para que me pueda acomodar mejor, dado que estoy desparramada en el sillón como pude. La acepto y me acomodo hasta quedar sentada en el sillón. Stiles se desploma a mi lado y enciende la televisión.

– ¿Qué quieres ver? ¿Película o serie? –Me pregunta mientras que Netflix carga.

–Puede ser divertido empezar una serie juntos, ¿no crees? –Sugiero, y él asiente.

–Bueno, ¿qué estamos buscando entonces? ¿Acción, misterio, comedia?

– ¿Qué opinas de comenzar Stranger Things? Todo el mundo está hablando de eso y todavía no tuve tiempo de verla. –Sus ojos se abren y me observa, boquiabierto.

– ¿Todavía no viste Stranger Things? ¿Es que acaso vives debajo de una roca? No puedes ver ninguna otra serie hasta que no veas Stranger Things, es un hecho. –No lo discute más, selecciona la serie y deja el primer capítulo cargando.

Unos cinco minutos después, suena el timbre, por lo que me paro a contestar el portero. Efectivamente, un chico con nuestra comida mexicana está esperando abajo, por lo que agarro las llaves y mi dinero y bajo a toda velocidad hasta llegar a la puerta y encontrarme con la comida.

Vuelvo a subir con el mismo entusiasmo, y Stiles me observa, incrédulo.

–Casi lloras porque los controles estaban muy lejos pero saliste disparada a buscar la comida, no puedo creerlo.

–Así soy yo, acostúmbrate a esta vida. –Le respondo con mi mejor sonrisa antes de tirarme al sillón devuelta. Comienzo a sacar las cosas de la bolsa, pasándole a Stiles todo lo que sea suyo y las salsas y yo quedándome con lo mío y los nachos.

– ¿Cómo es que nunca conocí a ninguna de tus amigas? –Me pregunta de repente, de la nada.

–No tengo muchas. Mi mejor amiga es Allison, pero se fue a vivir a Texas por trabajo, y luego tengo a alguna que otra amiga pero suelo solamente salir con ellas, no soy muy de invitar a mis amigas a mi casa.

–Oh, recuerdo a Allison de la escuela, ¿cómo está?

–Muy bien, la transfirieron los de la firma de abogados y ahora está encabezando el edificio de Texas, aunque siempre que puede hace unos pequeños viajes para poder vernos y ponernos al día. –Le respondo con una sonrisa, realmente orgullosa de mi amiga – ¿Y qué hay de tus amigos?

–Si nunca viste a mis amigos es porque generalmente entran y salen por la escalera de incendios, pero suelo solamente juntarme con los de la banda: Scott, Liam e Isaac. Seguramente los conozcas en muy poco tiempo, más ahora que soy el chico con la casa más grande de los tres. La realidad es que al que más veo es a Scott, es mi mejor amigo. Con los otros dos practicamos y tal vez luego salimos o algo por el estilo, pero no es nada comparado con Scott. –Asiento, intentando ya memorizarme los nombres de los tres.

–Creo que nos merecemos un brindis, por nuestra nueva casa. –Le digo a Stiles una vez que abro las dos latas de cerveza.

–Por nuestra nueva casa. –Me responde, y chocamos.

The drummer upstairs ; StydiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora