Capítulo 28

2.3K 324 99
                                    

James POV:

―¿James...?

Me sobresalté, dejando que el teléfono bailara entre mis manos sin poder agarrarlo firmemente. Avergonzado por haberme asustado con esa facilidad tomé una bocanada de aire antes de girarme. Al hacerlo, un par de ojos marrones me miraban.

―Has venido... ―murmuré. Ella desvió su mirada hacia un lado y frunció los labios, nerviosa―. No esperaba que lo hicieras.

―Yo tampoco ―dijo de forma sincera.

Solté de golpe todo el aire que, sin saber, estaba reteniendo. Estaba claro que las cosas no eran como antes, pero su indiferencia me dolía.

―Hola ―una tercera voz se unió después de unos segundos de silencio.

Dirigí mi mirada hacia abajo, encontrándome con una niña. Daelyn volvía a mirarme, aunque no la estuviera mirando a ella en aquel instante. La pequeña agarraba con firmeza la mano de la castaña; tenía su mismo tono de cabello y una sonrisa encantadora. Aunque no se notaba mucho tenía algunos rasgos asiáticos, como sus ojos ligeramente rasgados y su pequeña y redonda nariz.

―Es... Se parece mucho a ti ―dije, con un nudo en la garganta―. Y al idiota del hospital.

Una carcajada irónica salió de mi garganta. Miré hacia otro lado, intentando procesar la información que mi propio cerebro estaba creando por sí solo. Daelyn se agachó para cogerla en brazos, apartándole un mechón de la cara antes de hacerlo.

―Es mi hija, se llama Joy ―dijo, mientras la niña se abrazaba a su cuello.

―Yo... ¿Estás intentando que me aleje otra vez?

―Serías un imbécil si lo hicieras por eso.

Su mirada se había oscurecido y sujetaba la mía sin pudor alguno. Como un cobarde cerré mis ojos por un instante.

―¿Quieres ir a por un café? ―pregunté, intentando desviar mis pensamientos―. Creo que necesitamos concienciarnos antes de hablar seriamente.

La castaña asintió, dándome la espalda para ir hacia el aeropuerto. La niña me miró y agitó su brazo, escondiendo su cara en el hombro de Daelyn.

¿Cuánto habrían cambiado las cosas durante estos siete años?


Daelyn POV:

―¿Cómo has estado? ―preguntó, rompiendo el hielo.

Le agradecí internamente que lo hiciera, ya que lo único que yo hacía era mover la cucharilla en el café y vigilar a Joy.

―He tenido épocas mejores, pero no me va mal; tengo trabajo, amigas que me ayudan con Joy y una casa donde poder vivir.

―En realidad suena como si odiaras tu vida ―el rubio me cuestionó con la mirada, elevando una ceja.

―¿Y tú? ―cambié el foco de la conversación.

―Vivo en San Francisco. Me fui con Marcus y ahora trabajo en su gimnasio como instructor de boxeo.

―Me alegro ―susurré antes de tomar un sorbo del café que tenía delante.

Una atmosfera tensa nos rodeó. Era una sensación horrible; notaba como mi respiración se volvía irregular y me era inevitable mover la pierna o las manos, a causa del nerviosismo.

―Yo... ―dijimos a la vez.

―Tu primero ―James se apresuró a decir.

―Bueno... ―bajé la mirada, mirando como Joy dibujaba algo en una servilleta―. Realmente no sé qué decir, que preguntar o cómo afrontar todo esto.

―Vuelve a mi vida. ―Levanté la cabeza, sorprendida por aquellas palabras―. Por lo menos hasta que lo solucionemos. Sé que te duele remover el pasado de esta forma, pero tampoco es fácil para mí. Mira, ―James sacó unos papeles del interior de su chaqueta― mañana vuelvo a casa. Podemos darnos los teléfonos, hablarlo y ver cómo avanza la cosa. Si por el contrario quieres echarte para atrás me alejaré. No tengo forma de contactar contigo.

Di un pequeño respingo cuando el rubio dejó los billetes de avión en la mesa; su mano había impactado con fuerza sobre la tabla de madera.

―James ―dije su nombre, esperando tener su atención por unos segundos. Tragué saliva cuando sus ojos azules se posaron en mí―. No cre... ―El sonido de mi teléfono me interrumpió. Me disculpe, sacándolo para ver de quien era la llamada. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza cuando el nombre de Jin apareció en ella―. Es una urgencia, ¿puedes quedarte dos minutos con Joy? Enseguida vuelvo.

Sin darle tiempo a replicar me levanté, dirigiéndome a la puerta de la cafetería. Descolgué una vez estuve fuera, mirando hacia el interior para darle una ojeada a la mesa donde el rubio y mi hija estaban.

―¿Dónde estás? ―otro escalofrío me recorrió la espalda, sin poder evitarlo.

―No te importa.

―¿He estado en el hospital y ni siquiera me vas a recibir en casa?

―¿Estás en casa? ―pregunté lentamente, mirando de nuevo a Joy. Fruncí el ceño al ver como la pequeña le extendía los brazos a Hemmings.

―Sí.

―Tienes comida en la nevera. Si quieres algo para el dolor de cabeza ya sabes dónde está todo.

―Creo que no lo has entendido. Te quiero aquí, ahora.

―Jin...

―¡He dicho que ahora!

―Tranquilízate, por favor...

―¡Tú no me vas a decir que debo...!

―¡Basta! ―exclamé, dejándole a medias. Me sonrojé al ver a algunas personas girarse a mirarme, así que me di la vuelta, encontrándome a James y Joy justo delante de mí. Miré a la pequeña y, sin poder evitarlo, los ojos se me cristalizaron―. No pienso ir a casa; olvídate de mí por unas horas, por favor.

Sin despegar la mirada de mi hija colgué el teléfono. Me apresuré en cogerla, separándola de los brazos de James. La abracé con fuerza, dejando ir alguna lágrima a pesar de intentar contenerlas.

―Daelyn...

―Lo siento ―pronuncié, aunque no tenía muy claro si era una disculpa para Joy o para el rubio.

―¿Va todo bien? ¿Necesitas algo?

Elevé mi mirada, viendo a un James borroso a causa de las lágrimas. Él me miraba confundido, sujetando mi chaqueta.

―¿Sabes qué? ―Dejé a la pequeña en el suelo, retirando con mis manos algunas gotas que tenía en las mejillas―. Estoy harta de todo ―dije, quitándole de las manos mi abrigo―. Sí, odio mi vida, que perspicaz por tu parte. No necesito más problemas en mi vida, y tú eres uno. No puedes pretender que asimile esto con rapidez, todavía me pregunto si tú eres humano; es imposible que no me guardes rencor. Verte de nuevo ha sido inexplicablemente aterrador, como si todos los fantasmas del pasado volvieran a mí.

―Dae...

―Déjame acabar, por favor ―le interrumpí―. Lo que quiero decir es que estoy harta de luchar. Los problemas no se solucionan con alcohol, pero necesito olvidarme de ellos por una noche.

No supe descifrar si lo que veía en la mirada de James era compasión, empatía o confusión. Quizás era una mezcla de las tres.

―¿Te apetece una noche de cervezas? ―suspiró, intentando esconder una sonrisa.

Sabía que había captado lo que le quería decir y, a pesar de no querer decirlo en voz alta, yo sabía que también lo necesitaba. Ambos lo necesitábamos.

―¿Qué tal algo más fuerte? ―sugerí.

―Lo que tú quieras, Jones.

Twins 2 » Luke Hemmings [cancelada; con final]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora