Capítulo 46

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DARON

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DARON

Francia, Borgoña

En el pasado

Al momento de la caída, pude entender que el conocimiento de las cosas más banales, de las que, por lo menos, debo tener un entendimiento mínimo, han ido desapareciendo lentamente con cada segundo que permanezco entre los humanos. Los recuerdos de aquellas cosas que en mi memoria yacían, han ido esfumándose del mismo modo que la humareda de un cigarrillo en el aire, entonces comprendo que esa es solo una de las muchas consecuencias de haber elegido vivir entre ellos.

¿Debo preocuparme? Tal vez, sin embargo, haber perdido el conocimiento de esas trivialidades, solo me vuelve en cierta forma a mi estado natural, como en el inicio de mi creación, es decir, mi alma vuelve a ser inocente. No obstante, decidir vivir entre humanos no hace a un ángel más inocente, sino más impuro.

Cuando un ángel cae, es como si tu alma atravesara un abismo. Los cuerpos caen en picada, sin poder usar tus alas para detener el azote brusco contra el suelo. Ellas entienden lo que significa caer y no te ayudan a amortiguar el dolor de tu decisión. Y la mente que antes solía resplandecer, de repente se vuelve oscura.

Mi rostro choca con la tierra de un húmedo y silencioso bosque de árboles inmensamente frondosos. La humedad de la tierra se percibe tan fresca ante mis fosas nasales, nunca había experimentado tal sensación.

Una chispa de exaltación florece en mi pecho, cuál llama en todo su esplendor. Tan desconocido y provocador al mismo tiempo.

—Vaya, de verdad es diferente no pertenecer al Coelum —le oigo decir a uno de los ángeles que cayeron junto a nosotros.

Tiene razón, es ciertamente distinto, como si algo en nuestro ser hubiese cambiado en un simple pestañeo; y sé que así ha sido.

—Claro que sí —afirma Lyron con una enorme sonrisa en sus labios—. Al fin nos liberamos de esos bastardos y sus invisibles cadenas.

—¿Y ahora qué? —pregunta otro ángel.

—Cada uno debe seguir su camino —contesta, mientras se sacude los hombros—. No les pusimos un arma para que nos siguieran, ¿o sí?

Me incorporo del suelo con la fascinación en mis ojos, todo lo que observo y escucho me parece increíblemente asombroso. La impaciencia por explorar este lugar me carcome a cada segundo.

—¿Qué camino se supone debemos tomar? —vuelve a preguntar el ángel.

Lyron le observa con el semblante completamente serio y lleno de cólera.

—Ese no es mi maldito problema, aquí ya no hay jefes, mandos ni reglas que seguir.

El ángel lo observa con escasa ganas de seguir alguna conversación más con él.

—¡Son libres, bastardos! ¡De ahora en adelante pueden hacer lo que se les plazca! —dice lleno de regocijo, mientras se dirige a todos.

Algunos empiezan a murmurar entre ellos y otros a alejarse por los espesos caminos que conducen a alguna salida. Cuando me dispongo a seguir el mismo camino que ellos, Lyron repentinamente detiene mi marcha empuñando su mano alrededor de mi brazo.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora