Capítulo 8: Juegos silenciosos

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Los ojos de Itachi se fijaron en las manos de Sasuke, recogiendo todo el papeleo encima de la barra americana y posteriormente, cómo se marchaba dirección a su cuarto terminando de tomarse su vaso de leche. Al perderle de vista, la culpabilidad volvió a él y es que... no sólo estaba jugando con ese chico rubio, sino que ahora mentía a su hermano y se metía en mitad de su caso. Los dos, tanto Deidara como Sasuke, pensaban que tenían todo bajo control y era mentira, ambos bailaban al son del ritmo que Itachi había impuesto. Deidara por desconocimiento, sólo era un chiquillo que creía que estaba manipulándole sin darse cuenta de que era precisamente al contrario y Sasuke... porque no sabía nada de lo que ocurría con su cliente.

A la mañana siguiente, Itachi cogió su uniforme del armario y, tras cambiarse y asearse, salió dirección a su coche. Eran apenas las seis de la madrugada cuando él entraba por la prisión y todos los presos debían seguir en sus celdas durmiendo hasta las siete. Todos los pasillos estaban silenciosos, sus compañeros vigilaban las cámaras de seguridad y le saludaban al pasar hacia su despacho, pero cuando ya estaba por llegar, volvió sobre sus pasos todavía con la bolsa sobre su hombro. En la cabina, les tocó con los nudillos al cristal y sus compañeros abrieron levemente para escucharle.

- ¿Podéis abrirme el corredor número dos? – preguntó.

- Sí, claro.

El ruido de una alarma sonó dando por entendido que la puerta había sido abierta. Itachi tiró de ella hacia él y la abrió entrando al largo pasillo. Las luces seguían apagadas exceptuando las de emergencia, que iluminaban con escasez la estancia. Cuando llegó hasta la celda 213, se acercó a los barrotes y llamó a ese chico rubio que dormía profundamente en su camastro.

Deidara elevó un poco el rostro, apoyando su mentón sobre la incómoda almohada. Ver a ese moreno al otro lado de los barrotes le hizo frotarse los ojos como si fuera una ilusión. No podía creerse que el director de la prisión en persona hubiera bajado hasta allí a esas horas para hablar con él.

- No tengo sesión contigo hasta dentro de un par de horas, déjame dormir – dijo Deidara volviendo a apoyar su mejilla contra la almohada para continuar con su placentero sueño. Itachi sonrió.

- Coge esto y póntelo antes de salir – dijo Itachi lanzándole algo sobre la cama y despertándole otra vez – te veré en un par de horas en mi oficina.

- Vale, vale – dijo sin mirar lo que le había tirado y volviendo a dormirse.

La sonrisa se escapó de los labios del moreno al comprobar que ese chico... se llevaría una sorpresa cuando despertase. Realmente era como un chiquillo. En momentos como ése, era cuando la culpabilidad se hacía más presente, porque sabía que Deidara, pese a pensar que tenía el control, sólo era un pobre juguete más zarandeado por el destino y por la gente con más experiencia que él. Intentaba sobrevivir en un mundo donde nadie parecía preocuparse por él. Sabía de sobra que no estaba haciendo lo correcto con él, que le estaba poniendo en peligro y, sin embargo, no podía dejar de hacerlo, porque necesitaba meter entre rejas a toda la banda, porque tenía un deber con el resto de la sociedad, Deidara sólo sería un daño colateral para obtener un bien mayor... o eso trataba de pensar para aliviar la culpa que le asolaba.

- Asegúrate de venir con lo que te he dado – le dijo finalmente Itachi – o caerán las consecuencias sobre ti – amenazó con cierto tono que le colocó la piel de gallina a un adormecido Deidara.

Para cuando el rubio elevó una vez más su rostro, Itachi había desaparecido. Tan sólo la oscuridad reinaba al otro lado de la reja y por tanto, decidió pasar del tema. Le quedaba una hora para dormir y quería aprovecharla al máximo antes de tener que volver a su infierno personal. Por suerte para él, su compañero de celda ya no había vuelto a tratar de sobrepasarse con él. La paliza que le dieron los secuaces de Sasori fue suficiente para entender que no podía acercarse a él.

Cuando la alarma sonó despertando a todos los reclusos, Deidara observó por primera vez aquel objeto que Itachi le había lanzado, sonrojándose al instante y ocultándolo con rapidez antes del recuento matutino de los guardias. Sasori, sin embargo, le miraba desde el otro lado de la estancia, de pie frente a su reja esperando a que el guardia terminase el recuento para poder ir al comedor a tomar su desayuno.

Al entrar por el gran comedor, Deidara cogió una de las bandejas de la entrada y caminó con lentitud hacia la barra donde servían la comida. Al llegar donde los otros reclusos que trabajaban sirviendo la comida, Deidara se sonrojó con sutileza. No podía creerse aún que estuviera involucrándose en los juegos del director de la prisión, pero allí estaba, complaciendo a ese hombre con su cuerpo en todas las perversiones que su mente era capaz de sacar, con tal de conseguir su libertad en un futuro.

Tras coger la comida, se dirigió a la mesa de siempre. Allí, Sasori le esperaba y al verle pasar por su lado, cogió su muñeca indicándole que se sentase a su lado. El rubor se incrementó en el rostro de Deidara mostrando además cierta preocupación. Ahora sólo había una cosa que le preocupaba a ese rubio... que Sasori pudiera descubrir su juego con el director de la prisión, que pudiera descubrir lo que tramaba para poder ser libre.

- ¿Qué tal fue ayer en tu sesión? – preguntó curioso Sasori.

- Nada fuera de lo normal – dijo Deidara fingiendo una gran sonrisa – la misma mierda de siempre. Quiere que piense en lo que he hecho y no vuelva a delinquir – mintió una vez más, para él era fácil mentir, lo hacía desde niño.

- Siempre igual – sonrió Deidara haciendo sonreír al resto de sus secuaces - ¿Nada más?

- ¿Como qué? – preguntó Deidara.

- Como si te preguntó por temas de la banda.

- No sabe que soy de la banda – mintió con una gran sonrisa – sólo soy un chiquillo que iba a acostarme voluntariamente con un hombre en un hotel, no me puede vincular a la banda. No tiene nada.

Mientras hablaba, Deidara iba observando a todos los secuaces de Sasori en la mesa. Reunir información sobre todos ellos tampoco le iba a ser complicado. Pain le había enseñado bien, sabía calar a la gente, descubrir sus puntos débiles y aprovecharlos. En aquella mesa, vio el punto débil de todo ese grupo y lo aprovecharía, no hoy y puede que no en semanas, pero un día... tendría que aprovecharlo para librarse él de las posibles acusaciones. Estaba escuchando las diversas conversaciones de la banda, cuando sintió la mano del pelirrojo colarse entre sus piernas buscando la entrepierna. Nadie se había dado cuenta, la mesa lo cubría, pero aun así... a Sasori le habría dado igual aunque toda la prisión le hubiera visto follárselo, él era el dueño y señor de aquí, todos los reclusos le respetaban y nadie se metería con él.

Todo el cuerpo de Deidara se tensó al darse cuenta de que podría ser descubierto antes de lo que él tenía previsto y todo... por los malditos juegos de Itachi. Cerró los ojos con fuerza y esperó a que la ira de Sasori cayese sobre él cuando descubriera las cosas, pero su mano se detuvo antes de llegar a la entrepierna sorprendido por el grito de uno de los guardias.

- Deidara, el director te llama – dijo cogiéndole del brazo y apartándolo de aquella mesa con rapidez.

- Pero... no tengo esa estúpida reunión hasta dentro de una hora – fingió Deidara estar de mal humor y no querer ir, pero suspirando aliviado en el interior.

Sasori chasqueó los labios frustrado de que le quitasen a su juguete en aquel momento, pero no podía ir contra los guardias, así que dejó que se llevasen al chico. Al llegar al despacho, el guardia le empujó dentro y cerró la puerta dejándole a solas con un sonriente Itachi.

- Que sea la última vez que me pones en peligro de esa forma – dijo Deidara con seriedad – tu juguetito casi me complica las cosas.

- Lo tenía todo bajo control – sonrió Itachi mostrándole el mando a distancia en su mano y pulsando uno de los botones.

La vibración se hizo presente en el interior de Deidara y es que... aquel maldito juguete que Itachi le había hecho ponerse... había estado a punto de descubrirle. Deidara se mordió el labio tratando de aguantar la vibración pese al cosquilleo incesante.

- Oh, veo que me has obedecido y te lo has puesto. Buen chico – recalcó Itachi – hoy nos lo pasaremos muy bien.

Perro prisionero (Naruto, Itadei)Where stories live. Discover now