Prólogo.

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—Yuri, ¿a dónde vas?

—¡A buscar a ese maldito! ¿no es obvio?

—¡Espe...!—ya era tarde para terminar de hablar, porque el menor ya había salido volando tras un gran salto.

El anciano sabía que no iba a poder alcanzar a su pupilo, ya no tenía esas fuerzas; dejaría que el chico afrontara la verdad y se rindiera, por más que doliese.

A metros de aquel hombre mayor, un joven que aparentaba un cuerpo humano adolescente volaba a gran velocidad hacia algún lugar del bosque.

Al cerrar sus ojos, podía concentrarse en la presencia de quien buscaba.

—Ese maldito... ¡Qué carajo está pensando! —se quejó con voz enfadada mientras se acercaba cada vez más a su destino.

Volaba por encima de los altos árboles del gran terreno, con la luna, las estrellas y unas pocas nubes sobre él. El joven se detuvo en el lugar, y mientras aleteaba sus grandes y luminosas alas, buscaba con los ojos a sus alrededores. A metros al este, pudo vislumbrar un brillo parecido al suyo: de un color celeste tan bello como un río que refleja cada día el color del cielo.
Sin perder un segundo más se aventó hacia esa dirección. Fue aterrizando a gran velocidad, y con destreza iba esquivando los árboles que obstaculizaban su objetivo.

El joven se acercaba más a esa luz, y cada centímetro que descartaba a su distancia, su pecho empezaba a sentirse cálido, pero esos sentimientos no eran suyos. De ese sentimiento, nació uno que sí le pertenecía: tristeza. El chico terminó aterrizando sobre la rama de un alto árbol, ya que quería entender el porqué de ese bello sentimiento.

Frente a él había un gran terreno donde no había ni un árbol cerca, como si estos quisieran evitar la zona y simplemente la saltearon. En ella, había una pequeña cabaña pero eso no era lo que el chico en el árbol estaba viendo, sino a donde la luz color cielo estaba. Esa luz estaba a pocos metros de la cabaña. Dos hombres se encontraban donde la luz resplandecía con dulzura, uno de ellos estaba arrodillado frente al otro, mientras tomaba sus manos.

—¿Ese es Viktor...? ¿Por... qué luce así? —El joven en el árbol reconocía a uno de ellos, al hombre que estaba a los pies del otro pero este estaba cambiado.

A aquel hombre siempre lo veía llevando su larga cabellera plateada, con su flequillo al costado izquierdo, y el tul magenta que cubría su corta túnica. Ahora su cabello a penas le llegaba hasta la nuca (mantenía el flequillo que tapaba parte de uno de sus ojos) y sus ropas eran como la de cualquier humano: cubriendo gran parte de su cuerpo con una camisa, pantalones y botas.  En esos momentos no podía reconocer muy bien a ese hombre que era conocido por su gran belleza al igual que el destello que desprendía sus alas, que se abrían y cerraban lentamente en esos momentos; y de su dominio en todo tipo de artes. Estaba tan cambiado que a ojos de la joven hada, parecía un humano.

La hada peliplata acercó la mano del otro a sus labios, donde depositó un beso. Allí dejó reposar su boca, mientras se sumergía al tacto y al viento que mecía sus ahora cortos cabellos y el de su amado.

—¿Es... un humano...? —dijo sin querer creer la verdad que le contaban sus ojos al prestar atención al hombre de anteojos que estaba parado frente al hombre alado.

El chico iba a saltar hacia los dos otros, pero el que su conocido haya separado sus labios de la piel del humano para hablar hizo que se detenga en el acto.

—Con esto sellaremos nuestro compromiso —dijo el hada de cabello blanquecino.

El joven que se encontraba parado afirmó con su cabeza lentamente, mientras que sus mejillas se teñían de rojo. El hombre de grandes alas sacó de entre sus ropas un aro dorado, objeto que hizo con el mejor material que la naturaleza le regaló para entregar su fidelidad eterna. Con delicadeza, colocó el anillo en el dedo anular de la mano izquierda del humano. Al terminar de colocárselo, entregó otro beso, esta vez sobre el anillo ya puesto. Los dos seres se miraron con cariño, sus ojos se transmitían su aprecio hacia el otro. Cada emoción del peliplata llegaba de forma indirecta al rubio que se encontraba observando desde el árbol. Este sentía el amor que tenía hacia ese humano. Llevó la mano a su pecho, sentía una mezcla de tristeza y confusión. Volvió a mirar a los dos seres frente a él y se lanzó hacia ellos.

Un Amor, Un Secuestro [OtabekxYuri]Where stories live. Discover now