42. A la búsqueda

4.6K 424 66
                                    

Valentina

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Valentina

—¿Cómo las encontraremos? —le pregunto a Evelin.

Llevamos varias horas andando por el bosque. El viaje en el autobús fue largo y pesado. Hemos dormido todo el trayecto para estar descansadas y tener la mayor parte de horas de lucidez posibles. Nos hemos provisto de todo tipo de utensilios, baterías auxiliares para nuestros teléfonos y las escopetas que llevamos en nuestras manos, preparadas para disparar a lo que se nos cruce por delante, animal o humano.

—No lo sé, pero no pienso dejar a mi amiga ahí dentro. Aprovechemos el tiempo que tenemos. —Nuestros padres nos han dado tres días. Por suerte, por aquí todavía tengo cobertura, así que puedo hablar con ellos o saber dónde estamos. No está tan mal.

—Yo también he traído una brújula. He estado aprendiendo a usarla con los mapas, puedo volver más o menos hasta donde nos dejó el autobús. Además, he conseguido un mapa de la zona. Estamos bien preparadas.

—¿Dónde estarán los amigos de Ina? —pregunta Evelin.

—¡Vete tú a saber! No nos dieron teléfonos ni nada. Se sobreprotegen demasiado. Si nos los hubieran dado, les habríamos avisado de que sabíamos dónde estaba, pero imposible. Incluso pasé por casa de Ina por si estuviesen allí.

—No importa. Yo no pensaba quedarme quieta a ver cómo contactaban con nosotros. Aunque nos dijeran que vendrían a por ella, tampoco iba a esperar en casa de brazos cruzados.

—Yo tampoco —digo muy convencida.

El bosque es muy frondoso en este punto. Hay árboles por todas partes y no pienso imaginarme cómo puede ser tener que pasar una noche aquí. Prefiero no pensarlo, porque me temo que tendremos que pasarla de todos modos.

—No parece que estemos solas —dice Evelin con temor.

—No. Da toda la impresión de que está viniendo más gente al bosque. Se notaba la preocupación en el pueblo..., la gente no sabe qué está pasando aquí adentro.

—¿Estará bien Ina?

—Seguro que sí. Sabemos que está libre y que anda por el bosque, ¿verdad? —Intento calmar a Evelin.

Estamos muy metidas en el interior del bosque. No hay nada alrededor, absolutamente nada, salvo árboles, rocas y tierra. Es la primera vez en mi vida que estoy en un entorno tan salvaje. Llevamos comida y agua de sobra para poder estar varios días y volver, pero es una sensación muy rara. No me siento segura. Al menos, antes de salir me informé en Internet y no es una zona donde haya muchos animales que puedan ser peligrosos para nosotras.

—No entiendo por qué desconfían tanto los amigos de Ina de nosotras —protesta Evelin frustrada.

—Bueno, ya ves qué mal les va que la gente se entere de lo que son. Mira Alexandria e Ina, no se meten con nadie y ahí las tenemos, secuestradas y perseguidas por todos.

—Cierto, tienes razón. No deberían fiarse de nadie, ni de nosotras.

—Yo creo que Ina ha sido demasiado buena compartiendo sus cosas con nosotras. No creo que ellos sean malos, sino que Ina ha confiado en nosotras sin reservas.

Evelin sonríe con picardía y alza la escopeta para contestarme.

—Y por eso estamos aquí.

De repente, notamos que algo se mueve a lo lejos.

—¡Oye! ¡Mira! —le digo en voz baja a mi amiga.

—Algo se ha movido —contesta.

—Tenemos que ser prudentes. Podrían ser policías, los captores de Ina o cualquiera. Somos dos niñas en el bosque con escopetas. No debe vernos nadie.

—Tienes razón, pero tenemos que acercarnos a ver quiénes son.

—Sí. Con cuidado —le digo.

Nos movemos con cautela en la dirección de los bultos que acabamos de ver. No queremos que se alejen lo suficiente para perderlos, pero tampoco queremos alertar de nuestra presencia a lo que sea que está ahí. Caminamos por las zonas más arenosas, evitando las más cubiertas de hojas para no hacer ruido. El camino es escarpado y tenemos que hacer todo tipo de movimientos para continuar la ruta. Un salto ligero a una roca para subirla, agacharse para esquivar un árbol..., no es un camino en línea recta para nada.

Llegamos a una elevación que nos corta la vista y la subimos con sigilo hasta llegar a la parte alta. Parece que sí, hay algo o alguien a lo lejos, pero la vegetación no nos deja ver.

—¡Mierda! ¿Nos han visto? —dice Evelin.

—No lo parece. No tiene pinta ninguna. Tenemos que seguir avanzando.

—Sí —contesta.

Bajamos rápido la colina para alcanzar el nivel horizontal. Seguimos nuestra ruta quebrada en dirección hacia las siluetas en movimiento. Evelin se mueve con ligereza, veo que puedo contar bien con ella. Desplazarse con estas mochilas hace que seamos más torpes de lo habitual, por lo que llegar a la zona objetivo se retrasa.

Noto mi corazón latir rápido, esta una actividad me cansa bastante. No quiero apurarme tanto como para perder todas mis fuerzas, quizás me hagan falta después. Tenemos que llegar a toda costa hasta allá y ver qué es lo que se mueve por aquí. El camino está algo húmedo, mis pies se hunden un poco cada vez que doy un paso cargada con este peso.

—Estamos llegando —susurra Evelin—, quitemos los seguros a la escopeta.

—Sí. Cuidado, no crucemos los cañones contra nosotras. Acuérdate, apunta siempre al suelo o hacia adelante, por rápido que estemos avanzando.

—Descuida. —Mi amiga confirma entender el consejo.

Justo al final de este trayecto, podemos alcanzar una zona desde la que ver hacia dónde se han ido las siluetas. Avanzamos unos cuantos metros hasta llegar por fin al punto donde las perdimos de vista. Al llegar, encontramos un nuevo territorio donde mirar. Observamos en todas direcciones, hasta que de repente llegamos a ubicar algo en el bosque.

¡No puedo creérmelo!

¿Qué tal si os dejo un poco de música para amenizar el momento?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Qué tal si os dejo un poco de música para amenizar el momento?

La Extraterrestre - Infiltrada en el InstitutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora