25. Recuerdos

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Evelin

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Evelin

Estoy en casa viendo las fotos de Ina. No me puedo creer que no esté con nosotras y que se la hayan llevado. Espero que pueda escapar o que podamos liberarla. La echo muchísimo de menos. Estoy tumbada en la cama, con el móvil en la mano, pasando de foto en foto, como si eso la fuese a traer de vuelta.

Esta es la primera foto que tengo de ella. ¡Está guapísima! Sale con un sombrero rosa en la cabeza que nos probamos en aquel puesto de sombreros y accesorios. Era un sombrero espantoso. Valentina y yo ni le prestamos atención cuando llegamos a la tienda, pero Ina lo vio enseguida. Le parecía divertidísimo y se lo puso. Entonces Valentina, al verla, le hizo una foto. ¡Nos reímos muchísimo! En la foto tiene una sonrisa de oreja a oreja. Está radiante. No sé qué es más bonito, si su mirada o la energía que contagia verla. Tiene la sonrisa más pura que jamás he conocido. En la imagen se le nota que su única preocupación era reírse. No sé si lo hacía tanto para divertirse ella o para divertirnos a nosotras. Siempre ha tenido muchas ganas de vernos reír. Sólo de ver esta foto ya dan ganas de ir corriendo a darle un abrazo.

Sigo pasando fotos hasta que me encuentro con otra que me llama la atención. En esta estamos Ina y yo sentadas en la playa, en el paseo marítimo. Ella está despeinada, sentada con sus piernas estiradas y muy relajada. Tiene un aspecto descuidado y fabuloso a la vez. Está coloradita del sol, ese día se quemó. La foto nos la sacó Valentina con su móvil. Acabábamos de salir de clase y decidimos dar un paseo por allí. Siempre nos anima a ir a la playa, está enamorada de ella.

Aquí está tumbada en la cama, uno de esos días que pasa sin dormir. Me contaba que estaba escuchando música de la Tierra, que había muchas cosas distintas y que le gustaba descubrir grupos nuevos. Le sorprendía cómo de diferentes eran unos grupos de otros, y que llevaba toda la noche escuchando diferentes estilos. Cuanto más distintos, mejor. Tiene una cara estupenda, se le ve una mirada relajada y abierta. Mirar a los ojos de Ina es como mirar al infinito. Su mirada parece que no se acaba nunca, que viene de tan lejos como su planeta. Y a pesar de que en ella se nota que es muy poderosa, lo único que me transmite es tranquilidad. Es como mirar al agua del mar. Quizás por eso le gusta tanto ir allí. Porque le recuerda a ella.

Tengo otro montón de fotos en las que sale con animales. Está siempre tocando bichos. A nosotras nos hace mucha gracia porque siempre que vamos juntas y se cruza con algún animal, sale disparada a acariciarlo y a conocerlo. Esta foto de aquí es muy graciosa. Está agachada y un perro enorme está subido sobre su pierna doblada, poniéndose a su altura. Se están mirando mutuamente, como si se conociesen de toda la vida, como si hablasen el mismo idioma. La foto la hice yo. En ese momento no me di cuenta pero, viéndola ahora, veo que es una escena muy tierna. Ina y perro son ambos adorables.

Esta foto es muy graciosa. Salimos las tres tomando un helado en el centro comercial. Ina se había pedido uno de chocolate. Estaba convencida de que le encantaría, porque había oído hablar mucho del chocolate y se había convencido de que tendría un sabor estupendo. ¡Le supo asqueroso! La cara que puso cuando lo probó no tenía precio. En la foto se ve en primer plano la copa de chocolate y detrás, ella con cara de disgustada, haciendo el payaso, como si estuviese muy triste, aunque casi se pone mala de lo poco que le gustó. Nos reímos un montón con ella. Valentina y yo le ofrecimos cambiar su copa por los nuestros. Yo tenía uno de pistacho y Valentina uno de vainilla. El de vainilla le pareció rico y al final se lo cambió a ella. Decía que por haber conocido el chocolate, se iba a mudar de planeta. Era la prueba de que este no era un buen lugar para vivir.

A veces Ina es muy boba y dice muchas tonterías. Se divierte mucho diciendo cosas sin sentido. Incluso aunque Valentina y yo no nos riamos, ella sigue hablando de sus extrañas ideas. Cuando coge ritmo ya no se para. No le importa nada que no nos haga gracia, se queda ella sola con su monólogo, riéndose. Alguna vez se ha entusiasmado tanto que al final hemos acabado riéndonos sin parar las tres por contagio, aunque a Valentina y a mí no nos hubiera parecido divertido el tema.

La echo mucho de menos... Espero que Valentina puedaencontrar algo en su casa. Tenemos que recuperarla como sea.

La Extraterrestre - Infiltrada en el InstitutoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora