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El metal se clavaba todavía más contra mi columna vertebral. Mis manos ya no sudaban, estaban frías, como el resto de mi cuerpo. Estaba paralizada mirando a un punto fijo de la habitación. Aquel punto fijo en el que mi mirada y la de Jerome coincidían. Sus ojos estaban abiertos de par en par, y no se apartaban de los míos excepto para mirar hacia la pistola que me apuntaba.

Theo se quedó mirando un rato sorprendido en mi dirección, y derrepente cogió la pistola que tenía en su mano y la guardó en su bolsillo derecho. Su expresión cambió completamente, dando lugar a una falsa y enorme sonrisa.

-Vaya, mira quien ha venido a verte-. Llegó hasta donde me encontraba y extendió su mano para cojer la mía y las agitó bruscamente.-¿Kelsey, no? Un placer conocerte.

Estaba en shock. Mi cuerpo estaba rígido como una tabla y mis manos seguían a temperaturas bajo cero. ¿Cómo no pudo notarlo? Jerome caminó lentamente hacia el centro de la sala, donde la luz procedente de un agujero en el techo cayó sobre él. No me había dado cuenta antes, pero ahora le veía con más claridad. Iba con una camisa granate y pajarita negra. Recordaba haberle visto aquella misma pajarita en la furgoneta cuando tiraba del cuello de su camisa. Nunca le había visto vestido de aquella manera, ni siquiera en mis mejores sueños. Sus ojos se movían más rápido que en un partido de tenis, pero aquí los jugadores éramos Theo y yo.

-¿No sabes hablar?-. Dijo de nuevo Theo con aquella falsa sonrisa que me ponía enferma. Miré a Gordon, quien intentaba librarse de las esposas.-Oh, ¿es amigo tuyo?

No supe que decir. Ya era toda una proeza ser capaz de respirar en aquellas circunstancias como para tener incluso que hablar. Por lo que asentí, viendo como Jerome negaba.

-¿Ah si? Veo que te van las malas compañías-. Dijo riéndose.

-Y que lo digas-. Habló Bárbara, quien se había sentado en un pequeño banco al lado de la pared.-¿Verdad, Jerome?

Él no dijo nada. Ahora sus manos se tensaron y su mirada se volvió más fría y escalofriante que anteriormente. Un pequeño tic se instauró en su labio superior, haciendo que se elevase un poco repentinamente. No entendía aquel comportamiento en él.
Se acercó hasta Theo pisando fuerte y agarró su hombro con mucho cuidado de no dejar en él toda la ira que tenía acumulada.

-Jerome, Bárbara te ha hecho una pregunta-. Dijo Theo serio. Su sonrisa ya no era falsa, ahora su mandíbula estaba tensa y sus dientes se presionaban fuertemente unos contra otros.

-Suéltala-. Dijo Jerome del mismo modo. No esperaba aquellas palabras de él después de lo ocurrido en la furgoneta. Su mandíbula estaba igual o todavía más tensa que la de Theo y sus dedos empezaban a apretar su hombro.

Theo soltó una carcajada sorda y burlesca, al igual que Bárbara y la otra mujer. Soltó mi mano y se giró poco a poco hacia Jerome, sin parecer intimidado por la diferencia de altura entre ambos. Lo único que podía ver de ellos eran la espalda de Theo y los grandes ojos azules de Jerome, que se clavaban en el hombrecillo como pequeñas pero fuertes espinas.

-¿Quién te crees que eres para hablarme así? ¿Tu esclavo?-. Dijo Theo levantando un dedo y amenazando a Jerome.-Yo soy Theo Galavan, y tú un simple payaso de circo, no eres nadie, no lo olvides.

Mi boca formó una gran O. Aquel hombre era Theo Galavan, candidato a alcalde de Gotham. ¿Cómo podía ser aquello cierto? ¿Qué hacía allí con Gordon? ¿Y por qué Jerome trabajaba para él? Si salía de aquella tendría mucho trabajo en la oficina para arreglar esto.

Jerome no dijo nada, su mirada seguía en la de Theo. Por un momento, se desvió de él y se dirigieron a mí sus ojos, calándome en cada uno de los huesos de mi cuerpo. Finalmente no pude soportar más aquella lucha continua y bajé la mirada, roja a más no poder. Él también la bajó unos segundos después.

-Bien, ahora que lo entendiste, ¿cómo quieres que matemos a esta zorra de aquí?-. Dijo Galavan frotándose las manos inquieto y dirigiéndose hacia mí. Mis miedos aumentaron.

Los ojos de Jerome volvieron a levantar la vista hacia él, esta vez mucho más intensos que la anterior. Pero no eran igual que antes. Ahora sonreía. Un pequeño mechón pelirrojo cayó sobre su frente, completando su expresión de psicópata. Era Jerome Valeska.

-Tienes razón, solo soy un payaso de circo-. Sus palabras hicieron que Theo se congelase. No se giró, sino que clavó su vista en el suelo, esperando a que Jerome continuase hablando.-Pero tendrías que habértelo pensado dos veces antes de llamar a mi chica zorra.

Todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Jerome agarró la pistola del bolsillo de Theo, dirigiéndola hacia la chica y disparándole en medio del pecho. Mientras Theo gritaba y se giraba hacia Jerome, este le disparó en la pierna, tirándolo al suelo de inmediato. Mis ojos estaban abiertos como platos y mis oídos pitaban debido al repentino sonido de las balas. Para cuando recuperé la audición, el sonido que reinaba en el edificio eran sirenas de policía.

-Creo que ha llegado el momento de que me vaya-. Dijo Bárbara y antes de que pudiésemos detenerla ya no estaba.

Mi mirada viajó del lugar por el que se había ido Bárbara hasta Gordon, quien movía sus manos de un lado a otro para deshacerse de las esposas. Moví mi pierna para correr hacia él y ayudarle, pero la mano de Jerome sujetó mi muñeca. Me quedé quieta. Notaba como su mirada se clavaba en cada pequeño poro de mi piel y como su mano cada vez apretaba más mi muñeca, intentando que no me moviese.

-Necesita mi ayuda-. Susurré refiriéndome a Jim. Mi boca tartamudeaba a cada palabra que decía y mis manos volvían a quedarse sin sangre, convirtiéndose en puro hielo. Él no se movió ni un milímetro entorno a mí. Su mirada estaba clavada en un punto fijo de mi cuello.

-Yo también la necesito-. Dijo débilmente. Aquellas palabras habían sido tan inocentes y necesitadas que parecían súplicas.

Giré mi cuerpo para encararle. Él era mucho más alto que yo, por lo que su espalda estaba encorvada y su cabeza inclinada hacia la mía. Mi mirada estaba fija en su pecho, el cual quedaba a la altura de mi cabeza.
Su cabeza se acercó un poco más a la mía, posando dulcemente sus labios sobre mi frente. No pude evitarlo, pero al cerrar los ojos una lágrima resbaló por mi mejilla. Su presencia era todo lo que necesitaba yo. Y posiblemente él solo necesitaba la mía.

-¿Hola? ¿Hay alguien? ¡Policía de Gotham!-. Oí unos gritos antes de que dos policías armados entrasen en la habitación.-¡Inspector Gordon! ¿Se encuentra bien?

Aún sentía la presión de la mano de Jerome en mi muñeca. Cuando abrí los ojos, él ya no estaba. Miré a Jim, quien acababa de ser liberado de las esposas. El policía que había entrado de segundo se acercó a mí.

-¿Se encuentra bien señorita Brooks?-. Dijo revisando que no estuviese herida. Asentí cuando me di cuenta de que una lágrima resbalaba por mi mejilla y la limpié a toda prisa.

Ambos policías nos dirigieron a mí y a Gordon a la salida mientras él se apoyaba con su brazo en mis hombros.

-¿Estás bien?-. Le dije a Gordon. Ambos nos miramos. Él sabía que mi pregunta no se resumía al entorno físico, sinó al sentimental.

-Creo que sí-. Dijo forzando una sonrisa.-¿Y tú, estás bien?

No, no estaba bien. Y él lo sabía.

He Is Mad | Jerome Valeska | Cameron MonaghanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora