—Sí, me di cuenta. Flores así de exóticas no se consiguen en cualquier parte —dijo Luci con su habitual tono de diversión—. Pero, si me disculpa, me gustaría mantener mis pensamientos para mí.

Una sonrisa se formó en el rostro de la directora:

—Solo lo imaginé. Al ver cuánta atención le ponía a las flores, supuso que estarían pensando en su origen. No leí sus pensamientos en ningún momento, si eso es lo que estás pensando.

Una mujer tan poderosa como usted, no adivina —pensó Luci—. Leer mentes es un talento que seguramente ya debe tener incorporado a la perfección. 

Un minúsculo cambio en la expresión de la directora la hizo sonreír internamente. La había atrapado.

—Siéntese, por favor. —la mujer señaló a una de las dos sillas que estaban frente al escritorio. Luci avanzó y se sentó. Se quedó un momento en silencio, esperando a que la mujer hablara. Esta, no demoró en hacerlo—. Señorita Hell, ¿sabe usted por qué está aquí?

—Tengo una pequeña idea —respondió sin vacilar—. Sin embargo, ¿podría decirme usted? Tengo entendido que su presencia y tiempo son valiosos. Por lo cual, no veo razón para demorarnos con simples conjeturas adelantadas.

La directora volvió a sonreír y asintió. Justo como ella lo esperaba, la muchacha tenía confianza en sus palabras. 

—Vera, todos los resultados e informes de las pruebas pasan primero por mi escritorio antes de ser oficializados los niveles de cada estudiante. Formalidades, simplemente. Ayer he recibido el informe de su prueba con su respectivo resultado, y, debo admitir, que estoy impresionada con lo que he leído. Romper un símbolo de contención tan grande no es una tarea fácil, tampoco lo es volver a cerrarlo. Debe de haber requerido de mucha fuerza y estoy intrigada, ¿cómo lo hizo?

Luci quiso reír motivada por el tono de voz de la directora. Sin duda este dejaba en claro que su amabilidad no era más que una mera actuación.

—Usando mi poder —contestó Luci dejando su peso recaer en el respaldo de la silla.

—¿Y que poder tiene usted exactamente, señorita Hell?

Luci arqueó una ceja. Ya sabía a dónde se dirigía esa conversación. Las piezas del puzle seguían en posición, y, poco a poco, reafirmaban su lugar.

El rostro de la directora se llenó de una expresión de desentendimiento.

—Mire. —Luci pasó la palma de su mano por un sector del escritorio que estaba libre de papeles y objetos. Un humo negro se desprendió de esta y cayó en el escritorio. Este sector comenzó a ennegrecerse rápidamente y unas líneas anaranjadas se marcaron. Era como si la madera se hubiera quemado, sin embargo, no emitía calor alguno. El humo avanzaba lentamente por el escritorio, dejando a su paso la madera y los pergaminos sobre ella ennegrecidos y quemados. Sus ojos luchaban por mantenerse normales cada vez que el brillo rojo aparecía.

La directora chasqueó los dedos, esperando a que el humo desapareciera, sin embargo, este siguió avanzando. Luci negó con la cabeza, pasó su palma por los lugares por los cuales el humo pasaba y este desapareció.

—Oh, Pinus longaeva. Interesante elección de madera para un escritorio. ¡Valla sorpresa! Este escritorio está hecho con partes de Prometeo... un escritorio de más de cinco mil años de edad. Creí que el árbol había sido talado.

La mujer la miró sorprendida:

—Lo fue, pero la persona que hizo este escritorio, lo fabricó cuando el árbol recién iba por los cuatro mil años... —explicó rápidamente—. Me interesa saber ¿cómo lo supo?

La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora