Capítulo 9

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Capítulo 9

FUEGO CONTRA FUEGO

La muchacha de vestido verde se movía con ligereza por el pasillo. Los tacones de color verde, con adornos dorados, llamaban la atención tanto por su apariencia como por el sonido que emitían, que destacaba en los silenciosos pasillos por los que ningún alumno circulaba.

Doblaron por cuarta vez y entraron en un pasillo de paredes blancas y suelos con diferentes diseños en tonos amarillos y marrones. A lo largo de las paredes habían varios pilares, parecidos entre sí, en los que se apoyaban diferentes objetos de tonos oscuros: esferas con extraños símbolos, relojes, e incluso le pareció ver una estrella. Por un momento, Luci se preguntó si esos objetos tenían alguna importancia o poder sobrenatural o si solo eran meras decoraciones. 

Al final del pasillo, había una puerta de madera oscura con forma arqueada en la punta. Los cerrojos y manijas negras eran bastante visibles a la distancia.

La chica de ojos gatunos se paró abruptamente frente a la puerta. Se dio vuelta habló:

—Toca y pasa. La directora está dentro. Te está esperando —dijo con vos monótona.

Luci sonrió falsamente y se acercó a la puerta. Nunca le habían caído bien las hadas, sin embargo, reconocía que su astucia e inteligencia podían ser muy útiles en varias situaciones.

El hada se sentó detrás de un escritorio que estaba cerca de la puerta y pronto se sumió en la escritura y lectura de unos cuantos pergaminos que estaban desparramados por la mesa.

Tocó dos veces la puerta y esperó, impacientemente, a que alguna voz le diera permiso de pasar.

—Creo haberte dicho que pasaras directamente después de tocar —resaltó el hada sin mirarla, su atención estaba completamente dedicada a los pergaminos.

Luci la ignoró, abrió la puerta y entró.

La habitación era grande, mucho más grande que el cuarto donde estaba el director de inscripciones. Las paredes blancas destacaban, pero poco podían ser vistas: el lugar estaba lleno de de gigantescas bibliotecas llenas de libros. Al final del salón, una pared destacaba por ser la única hecha en madera y piedra. Un jardín con plantas llamativas, en tonos fluorescentes y formas extrañas, abarcaba, en ancho, toda la pared y algunas enredaderas llegaban, al menos, hasta la mitad de la misma. Dedujo al instante, por todas las características llamativas, que aquellas plantas pertenecían al Jardín de las Hadas.

—Si, provienen del Jardín de las Hadas, como me imagino estarás pensando —dijo una voz potente que provenía del otro lado del salón.

Eso probablemente explicaba la presencia del hada en el Instituto: las hadas podían estar en un lugar, ajeno a su hogar, por mero servicio o generosidad o incluso por aprecio a una persona u objeto. Sin embargo, en la mayoría de los casos, estaban atadas a algo dentro del lugar en el que se establecían y, por lo tanto, debían asentarse allí les gustara o no. Probablemente el hada de ojos gatunos estaba atada a aquel Jardín. Era una posibilidad muy fuerte, debido a que aquella hada tenía, no solo la esencia característica de su especie, sino, además, un olor extra a rosas y jazmín —característico de las Hadas de Tierra—

Luci se enderezó y se dirigió al lugar del cual provenía la voz, analizando en el camino todo a su alrededor como acostumbraba a hacer. La mujer que había hablado era la misma que los había recibido en el comedor al comenzar las clases y la misma que los había aburrido a morir con el discurso de bienvenida. La mujer la miraba fijamente, sus ojos avellana la analizaban de la misma forma que Luci a ella. Un extraño aroma comenzó a inundarla, a medida que se acercaba al gigantesco escritorio lleno de papeles, tras el cual estaba la directora. Sin embargo, lo ignoró. Aún no necesitaba saber qué era eso.

La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora