Capítulo 2

3.8K 255 4
                                    

Capítulo 2

DESACUERDOS

—¡Izzy! ¡es todo! ¡dame a mi el volante! —gritó Dalia.

Izzy detuvo el auto allí, en medio de la calle. El coche frenó bruscamente causando que se impulsaran hacia adelante. Izzy se volteó furiosa hacia Dalia y no parecía estar preocupada por la posibilidad de que alguien podría ingresar por el portal y chocarlas, al no poder frenar repentinamente.

—¡Qué no estaba durmiendo! —replicó esta, furiosa.

Luci quiso reírse sarcásticamente pero Dalia se le adelantó. Su risa, falsa y escalofriante, inundó el auto y enfadó a Izzy más de lo que anteriormente estaba.

—¿Enserio, Izzy? Tienes ojeras que fácilmente podrían ser confundidas con las sombras de un manicomio abandonado —dijo Dalia, apuntando a las ojeras de Izzy.

Por más exagerado que sonase, Dalia no mentía. La cara de Izzy estaba demacrada. Su piel, que siempre se encontraba brillante, sedosa y sin arrugas, en ese momento se veía áspera y seca y carecía de color; sus ojos se esforzaban por mantenerse abiertos y debajo de estos, nacían unas profundas ojeras que, tal y como había dicho Dalia, podían ser confundidas con las sombras de un manicomio abandonado.

—Iz, dale el volante a Dalia, no estás en condiciones para conducir. —se entrometió Luci en la conversación—. Llevas dos días conduciendo y tomando café para mantenerte despierta. Y no importa si eres un demonio poderoso, concuerdo con Dalia: necesitas dormir.

Izzy se volteó hacia ella. Estaba enojada, si, pero no podía negar el que ella tuviera razón. Por mas que fueran demonios dormir era algo importante, como para todos. Esta hizo una pequeña mueca que Luci interpretó como un no. Cayendo rendida en el asiento, Luci se dio cuenta de que no le quedaba más opción que tomar el asunto por su cuenta. Por más que le nombraran mil razones por las que tendría que dormir, Izzy seguiría negándose.

Luci comenzó a mover su mano izquierda y a recitar algunas palabras cerrando al mismo tiempo sus ojos y preparándose para el impacto. Un pequeño ardor en la garganta le indicó que abrir los ojos en ese momento sería un gran error. Su cuerpo pareció dormirse, quedarse inmóvil. La sensación de estar cayendo abruptamente la invadió, y luego sintió como chocaba contra una superficie dura y sólida pero al mismo tiempo cómoda y calentita. Abrió los ojos y se tomó unos minutos para recuperarse. La sensación de haber girado en el lugar varias veces persistía en ella.

Teletransportarse no era tan fácil como muchos lo hacían ver, hacerlo llevaba mucho tiempo de práctica ya que, si algo salía mal, existía la posibilidad de quedar atrapado en la Nada o El Limbo. Además habían varias consecuencias que se resumían en tres palabras: increíbles malestares y mareos.

Cuando su vista se aclaró, ya no estaba en la parte trasera del auto sino en la delantera. En ese momento, Luci ocupaba el lugar de Dalia, Dalia el de Izzy e Izzy el suyo. Comprobó una vez más que todo estuviera bien, y lo estaba: Izzy estaba recostada en los dos asientos traseros y descansaba plácidamente, ella estaba completa y los mareos habían pasado rápidamente y Dalia... Dalia estaba bien, pero muy enfadada. Parecía estar aún mareada, al punto de llevarse las manos a la cabeza para sujetarla.

—Ahhh...—gimió—. Mi cabeza...

Dalia se apoyó contra el asiento y suspiró. En cuanto sus manos cayeron a sus costados inmediatamente volteó su cabeza hacia ella y la observó con furia y algo de odio, deseando poder enterrarla con la mirada. Luci bufó y se cruzó de brazos, esperando a que Dalia se tranquilizara. En cuanto su rostro se normalizó, Luci se preparó para ver explotar la bomba y también empezó a pensar en como contradecirla.

"3,2,1..."

—¡Te he dicho mil veces que NO.ME.TRANSPORTES.SIN.MI.PERMISO! —gritó—. No, espera... —hizo una pausa y, llevándose la mano a la barbilla hizo como si pensara. Unos segundos después, continuó—: Mejor dicho ¡te he dicho que NO debes transportarnos a menos de estemos todas de acuerdo! —exclamó.

Y allí estaba, la bomba de gritos y regaños que no había llegado a desactivar. Regaños que, en su opinión, no tenían sentido, por el simple hecho de que, lo que había hecho ella, era lo mismo que Dalia iba a hacer si Izzy no se retractaba.

Arqueó una ceja y se dispuso a continuar la discusión.

—¿De verdad? —su compañera asintió—. ¿Entonces, tú tampoco pensabas hacerlo si Izzy no se retractaba y se iba a descansar un rato? —entonces se calló. El auto se sumió un gran silencio, Dalia no podía encontrar nada que cambiara o anulara lo que su amiga había dicho, por el simple hecho, de que lo que había dicho no era más que la verdad. A pesar de que Dalia hubiera pensado en preguntar antes de hacerlo, la discusión ya estaba terminada. Luci sonrió satisfecha—. ¿Lo ves? —Dalia rodó los ojos y se enderezó—. Ahora, ¿puedes arrancar por favor? No vale la pena seguir discutiendo como si tuviéramos cuatro, y sigo pensando que en cualquier momento alguien pasará por el portal y nos llevará por delante.

Dalia asintió y arrancó. El auto volvió a quedar en silencio y, a medida que pasaba el tiempo y se iban acercando a su destino, por alguna razón Luci se iba poniendo más y más nerviosa. No era por llegar al Instituto, aquello no la asustaba, sin embargo había algo más, algo que no conocía.

Tenía un extraño presentimiento, como si supiera que algo iba a dificultarle el camino. Como si supiera que las cosas no iban a salir como planeaba.

En aquel momento, ella no tenía ni la menor idea de que tan cierto era aquello. 

La Hija del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora