Capítulo 4: Celdas

Comenzar desde el principio
                                    

- Entra – dijo Sasori sentándose en la cama mientras Kakuzu soltaba la muñeca del rubio – vamos... no voy a morderte... mucho – sonrió Sasori con picardía.

Deidara entró justo cuando Kakuzu cerraba la puerta metálica tras ellos. Era evidente lo que aquel pelirrojo andaba buscando a esas horas en su celda, pero dentro de lo malo, no podía quejarse, le había salvado de su compañero de celda.

- Ese chico no volverá a molestarte después de esta noche. Le habrá quedado clara la lección – sonrió Sasori – he cumplido mi parte del trato, ahora te toca a ti cumplir la tuya.

En aquel instante, Deidara entendía todo el peso del trato que había hecho y supo que necesitaba cuanto antes la protección de alguien mucho más influyente allí dentro si no quería pasar a ser el juguete sexual de Sasori y sus secuaces. Hoy ya no tenía escapatoria. Se arrodilló frente a un Sasori que ya se estaba bajando el pantalón y, con cierta fuerza, cogió el cabello de Deidara obligándole a meter su miembro en la boca, indicándole sin compasión alguna el ritmo que a él le gustaba mientras Kakuzu, con una ligera sonrisa, metía las manos bajo el pantalón de Deidara agarrando su miembro para masajearlo.

Desde que pisó el clan de Pain, Deidara siempre tuvo algo muy presente. Todos los que trabajaban para él querían ser como él y eso le daba la oportunidad perfecta para ganarse a Sasori, porque ese pelirrojo no se negaría a tener todo lo que su jefe tenía, incluido al chico con el que se acostaba. Aquí dentro, le daría prestigio y a cambio, Deidara recibiría protección. El único problema era librarse luego de Sasori y los suyos.

Ahora lo único que podía hacer era esmerarse en ser el chico perfecto para Sasori, en aparentar que incluso él era mejor que Pain para ganarse su aprobación, debía convertirse en su chico de confianza para sobrevivir. Un par de excitantes gemidos consiguieron que Sasori agarrase con fuerza las sábanas de su cama y se dignase a cerrar los ojos deleitándose con el sexo oral que estaba recibiendo. Deidara sabía que lo estaba consiguiendo cuando al pelirrojo se le escapó una ligera sonrisa pese a no abrir los ojos.

- No me extraña que fueras el preferido de Pain – sonrió acariciando el largo cabello rubio de Deidara – lo que no entiendo es por qué te ha dejado aquí encerrado.

- Para que no sospechen de él.

- Muy típico de él abandonar a los suyos cuando ya no les hace falta – aclaró Sasori en un susurro, casi se lo decía más para él que para el resto.

- Eres demasiado joven para acabar aquí – se escuchó por primera vez a Kakuzu tras él, un Kakuzu que seguía masajeando el miembro del menor.

- Yo...

- No nos lo digas... ¿Te acogió de la calle cuando no tenías adónde ir? – preguntó Kakuzu.

Deidara se quedó atónito al escuchar aquello, casi podía deducir que era lo mismo que les había ocurrido a aquellos dos chicos cuatro años mayores que él.

- No te preocupes, si tú sigues cumpliendo tu trato, me ocuparé de que aquí no te ocurra nada – aclaró Sasori con una perversa sonrisa antes de besar con fogosidad al rubio.

- Cumpliré el trato – le dijo Deidara con total seriedad en su mirada – de eso puedes estar seguro.

Sin más que añadir, Deidara continuó con su trabajo. Tantas veces lo había hecho ya que había perdido la cuenta. Pain era un insatisfecho de la vida, constantemente pidiéndole cosas extrañas y para colmo... también debía acostarse con las personas que le pedía, simples desconocidos que gozaban de su cuerpo sólo para que Pain pudiera obtener sus chantajes. El sexo era algo que, para Deidara, ya no significaba nada. Daba igual uno más que uno menos, ya no disfrutaba con el sexo desde hacía demasiado tiempo, tan sólo era una rutina de fingir que le gustaba algo que empezaba a detestar. Se había convertido en un gran mentiroso capaz de seducir a cualquiera, pero él mismo sabía... que todo él era una falsedad.

Perro prisionero (Naruto, Itadei)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora