Capítulo 45

24.6K 2K 342
                                    

N/A: Gracias a todos los que llegaron hasta aquí junto conmigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

N/A: Gracias a todos los que llegaron hasta aquí junto conmigo. Gracias por el apoyo que le han dado a la historia, jamás me lo espere. Ustedes me motivaron y enseñaron a tenerme más fe en mi capacidad para escribir.  ♥️ Mil gracias.

NATHALIA

Dos semanas han pasado desde mi incidente en el hospital. Perdí la conciencia a causa del estrés que me provocó el saber que mi padre ya no se encuentra en este mundo. Daron me contó que un doctor lo ayudó y en mi mente tengo vagos recuerdos de haber escuchado que así fue. Cuando desperté, lo corroboré, porque me encontraba recostada sobre una camilla, con una intravenosa conectada a mi brazo; quise levantarme tan pronto como mis ojos se abrieron, sin embargo, el médico me lo prohibió, dándole instrucciones muy claras al ángel que me acompañaba, de no dejarme pensar demasiado en el dolor que me ha causado la pérdida de mi querido padre. Un nudo se ató a mi garganta cuando lo escuché decir eso, pero tuve que contener las ganas de salir corriendo.

Desde entonces permanecí encerrada en la casa y en mi habitación, sin ánimos de hacer absolutamente nada, torturándome cada día con mis propios pensamientos y culpa; haciéndome a la idea de que he perdido lo más valioso en la vida.

El sol se ríe en mi cara, golpeándome con sus resplandecientes y cálidos rayos. Haciendo que el cielo luzca un azul brillante, que las nubes se vean tan limpias sobre este, dejándome claro que hoy hace un día precioso. Prefiero un día gris, uno muy opaco y lleno de miseria, porque así es como me siento y porque en esos días mi padre solía vivir.

—¿No puedes hacer que toda esta alegría que irradia este día desaparezca? —Le pregunto a Daron, mientras caminamos por la acera.

—No, no puedo hacer eso y aunque pudiera, no lo haría —responde sin mirarme—. ¿Qué los humanos no pueden dejar de autocompadecerse?

—No me autocompadezco —digo tratando de convencerme más a mí que a él.

—Sí lo estás haciendo —afirma—. Desde siempre lo has hecho. Me molesta que creas que no puedes ser más fuerte que esto.

Cierro la boca que he abierto para decir algo en mi defensa, pero me detengo unos segundos a pensar en sus palabras. Tiene razón, siempre me he autocompadecido, ¿qué tan patético es eso? La respuesta es mucho.

—¿Dónde está tu motocicleta? —digo para cambiar el tema.

Recordando que cuando nos conocimos solía movilizarse en una, pero no la he vuelto a ver desde que decidió atravesarse en medio del autobús aquel día.

—La vendí.

Mi boca se abre de sorpresa, al mismo tiempo que mis ojos.

—¿La vendiste? —Es más un reproche que una pregunta.

Continúa caminando sin prisa a mi lado. Los rayos del sol golpean la dorada piel de su rostro, haciéndola parecer oro puro y sus ojos verdes se ven más brillantes que nunca.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora