—Aquí estas — Levanté la mirada cuando Diego entró felizmente a la cabina de música.

Tardé un buen instante en poder salir de la neblina de mis oscuros pensamientos.

—¿Dónde más estaría? —Pregunté fríamente sin poder evitarlo, y él me miró sorprendido.

—Tranquila tigresa —Él sonrió alejando su cabello negro de su rostro y se sentó cerca —¿Qué está mal?

—Nada. —Suspiré—. Solo estaba algo distraída. ¿Necesitas algo?

—Ya... —Él parecía no creer en mis palabras, aun así, no dijo mucho—. Quería saber si quieres venir a comer conmigo por ahí...

Ahora la que miraba sorprendida era yo, en realidad Diego era muy guapo, demasiado... Pero no era mi precisamente mi tipo.

—¿Una cita? ¿Tú y yo? —Pregunté cómicamente.

—Claro que no, ¿quieres que Ian me mate? —Preguntó divertido— Solo quiero que me acompañes a cenar, me invitaron por ahí a una cena y no quiero ir solo, así que pensé que serías una buena compañía.

No pasé por alto cuando dijo lo de Ian, pero traté de ignorarlo, no preguntaría sobre aquello, en vez de eso, miré detenidamente a Diego.

—¿Quién te invitó a cenar? —Pregunté entrecerrando los ojos.

Últimamente me había dado cuenta de que Diego era un ser muy rebelde y los dos no éramos una buena combinación, ni de cerca, necesitaba evitar los problemas y andar con el pelinegro no era un buen inicio.

—Te juro que te vas a divertir —Prometió.

—No lo sé...

—Oh vamos, hazlo por mí, por tu mejor amigo...

—No tengo mejores amigos.

—Ahora yo lo soy. —Sonrió brillantemente, —solo confía en mí.

Un suave gemido lleno de frustración salió de mí.

—¿Voy a arrepentirme de esto verdad? —Inquirí.

Su sonrisa creció más como si fuese posible.

—Te va a encantar, lo juro. —Se acercó, tomó mi mano y me obligó a levantarme—. Vamos, necesitas ponerte ropa más decente, pelirroja.

Le agradecía mucho a Ian por haberme entregado una llave de su departamento o si no, no estaba segura muy bien de como hubiera entrado al lugar, aun así, podría estar muy convencida de que Diego me habría obligado a subir por encima del balcón o algo parecido, solo para lograr su objetivo.

Diego me aseguró miles de veces de que a Ian no le importaría que dejáramos el trabajo votado a media noche, según él, ya tendría un remplazo para los dos. Tampoco traté de preguntar mucho sobre la cena, no estaba segura de que restaurante estaría abierto a media noche o algo por el estilo.

Después de una rápida ducha y haberme puesto un sencillo vestido negro de encaje y vuelo alto, escogí unas botas igualmente oscuras y dejé mi corto cabello caer sutilmente sobre mis hombros. Había pensado en tapar mis estúpidas pecas, pero decidí no hacerlo, no tenía por qué tratar de sorprender a nadie, además estaba el hecho de que sabía que a Ian le molestaba cuando hacia aquello y, mi estúpida y nueva yo no quería decepcionarlo.

Así de jodida me tenía.

Me apliqué una pequeña capa de labial rosa y tras un suave suspiro, abandoné la habitación y me encontré con Diego en la sala, el cual iba vestido con ropa de Ian, no puede reprimir una carcajada, Diego se veía estúpidamente bien con aquella ropa, pero no como Ian, nunca como él.

El arte de amar. Where stories live. Discover now