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—Nina ... ¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo él con una inquietud en mente que vacilaba en querer saciar o no, tanto que en su voz había un tono distinto al de siempre.

—Dime —contestó la pelirroja mientras unía la mitad de las flores que Darío Elba le obsequió esa misma mañana con igual cantidad de Lirios asiáticos que recién había recibido, para hacer un sólo ramillete y colocarlo así en un jarrón en la habitación de su padre.

—Él ... es ... Él es ¿gay? —preguntó inocente Reuben Costa, ahorrándose el nombre de esa persona por la que tenía la interrogante y buscó con qué distraer sus ojos viéndose los dedos de ambas manos para esquivar la mirada que sabía, dentro de poco, Nina buscaría para saber la verdad sobre su consulta.

—¿A qué viene la pregunta? —le contestó dejando de lado lo que hacía para verlo tal y como él lo había previsto y sentándose en el borde la cama donde yace su padre, se dispuso a escuchar atentamente.

—Curiosidad —repuso el panadero, mostrándose lo más relajado que pudo.

—Pienso que deberías de hacerle la pregunta directamente, él es muy abierto en esos temas —asintió sonriendo y le pidió la mano para que se sentara a su lado —¿Tendrías algún inconveniente si su respuesta fuera un si?

—¿Eh? —contestó totalmente desprevenido, definitivamente no esperaba esa última pregunta aún sabiendo su respuesta definitiva —No, no, no ninguna. Como te dije, es nada más una vaga curiosidad —dio como respuesta disimulada y un poco ansioso, no queriendo entrar en detalles deseando que Nina no le interrogara más.

Ella, en seis años de convivencia, había aprendido tanto de su mejor amigo que sabía exactamente dónde y cuando detenerse para no incomodarle y por eso no continuó con el tema —Ven Rhú, vamos a la cocina —pidió para dar por acabada la charla —¡No crean que me voy a quedar sentada sin ayudar! —dijo muy entusiasmada de por fin hacer algo más que sus tareas durante la estancia en el hospital.

Al escuchar eso de manera inmediata todo lo que Reuben Costa estaba pensando sobre Leandro Hooper quedó en un segundo plano y bajando la mirada se rascó la barbilla tratando de buscar una manera de no disminuir el buen estado de ánimo de Nina Cassiani por lo siguiente que debía decirle:

—Nina: a la cocina, horno y estufa de momento no puedes acercarte, por favor no olvides eso que las cosas se saldrían de control si lo haces —le dijo sin dejar de sonreírle, señalando a "Little Boy"; el tanque que contiene oxígeno puro altamente inflamable, razón por la cual no debía ni asomarse a ninguna fuente que desprendiera calor o que tuviera una llama viva.

Ella se llevó las manos a la frente hasta pasarlas por toda su cabeza, cerró los ojos y  después de hacer un pequeño puchero y sacarle el dedo medio de sus ambas manos al bendito "Little Boy" a escondidas de "la vista" de su padre, aceptó de buena gana no acercarse a la cocina, lo que significaba no poder ayudar en la elaboración de su cena de bienvenida.

—Bueno, no detonaremos ninguna bomba hoy, por lo que mejor iré a darme una ducha y luego vendré a leerle a papá, hace mucho que nos quedamos estancados con La parole en archipiel de René Char —contó Nina sin perder el entusiasmo, recordando las ganas que tenía por terminar ese libro y salió de la habitación con Reuben tomado de su mano, quien daba gracias por no haber metido la pata y usar la forma correcta para prevenir una posible recaída en los ánimos de la pelirroja.

—Pero antes hay algo que quiero darte, mas bien darles a los dos —dijo ella deteniéndose para ir a la habitación que usaba como depósito y donde guardaba todos sus afectos personales en cajas debidamente clasificadas, en busca de algo que hace tiempos había comprado por internet, pero que no usaba por un error en las tallas de las etiquetas.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora