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—¿ESTÁS BIEN? —le gritaron a causa de estar frente a un parlante de alta potencia.

La voz provenía de aquel cuerpo a quién le pertenecían esos brazos que recién la habían salvado.

—¡Gracias! ¡Muchas gracias!. Si estoy bien —contesto mientras se acomodaba el uniforme.

—Ehnm ... disculpa la pregunta, pero: ¿a donde vas?, te ves un poquito perdida

—Es que se me cayeron los lentes y soy miope —dijo con pena, pero al final no tenía mucha importancia porque no tenía la más mínima idea de a quien le estaba hablando, la voz no le era ni por una pizca conocida.

No pudo distinguir el rostro porque no le parecía familiar.

La mancha que ella reconocía como una corbata no estaba presente en la vestimenta de esa persona y eso le identificaba como alguien que no era ni profesor ni tutor, sin mencionar que él era bastantes centímetros más alto que ella y definitivamente en ese colegio no conocía a nadie así.

—¿Te ayudo a buscarlos?, ¿dónde estabas cuando se cayeron? —siguió cuestionando con sumo interés y muy atento.

Entonces Nina se volvió para señalar la segunda planta (aclárese que estaba más que desubicada porque señalo un poste) y le dijo que ella estaba en la tercera columna al frente.

El hombre de manera servicial se ofreció ir por ellos, pero en vez de guiarle la tomo de la mano y la condujo hasta la sala con la puerta de vidrio polarizado donde se reunían los líderes espirituales.

Nina fue invadida por un cosquilleo instantáneo, se sintió más pequeña de lo normal porque esa mano era gigantesca en comparación a la suya, también era muy cálida y tersa, lo que hizo que a ella le empezaran a sudar sus propias manos.

—¿Qué tal si te quedas aquí y yo voy a ver si los encuentro, ¿te parece?.

—Me da mucha pena pero está bien, total no veo nada, con este tumulto de gente capaz y termino en Narnia —aceptó riéndose de su propia desgracia, algo que siempre hacía cuando estaba nerviosa

—¡Eres tan graciosa! – dijo tras una armoniosa carcajada mientras cerraba la puerta a sus espaldas.

Habían pasado pocos minutos, Nina se quedó justo donde aquel amable hombre la dejó, sacó su celular del bolsillo de la falda a paletones, se lo pegó muy cerca de la cara y escribió:

"Moira se me cayeron los lentes desde la segunda planta, pasa la bola".

"Bloise se me cayeron los lentes desde la segunda planta, pasa la bola".

Al cabo de un rato el celular vibró:

—¡Mierda y ahora que vas a hacer! —le contestó Bloise, seguido de —¿y adónde estás?, ¿te caíste con todo y lentes?

—No idiota, bajé a buscarlos

—¿Pero si no ves nada que rayos vas a encontrar?, ¿por qué no me avisaste?

—Impulsos Bloise, impulsos, en todo caso un "señor" me esta ayudando a buscarlos

—¿"Señor"?. ¿Qué señor, quién era?. ¡Ah olvídalo, recordé que no distingues nada que no tengas a cinco cm de distancia!

—¡No es gracioso Bloise!. Pero, si, tienes razón, ni idea tengo de quien es.

Los mensajes cesaron por un rato, luego volvió a vibrar de nuevo

—¿"Ni idea" es alto y re guapo? —preguntó Moira

—Alto si, guapo quien sabe

—Si es así, él está moviendo toda la fila del bloque de debajo de donde estabas, los puso a todos buscar. ¡Que caballero!.

Los mensajes dejaron de llegar otra vez, mientras Nina se preguntaba quien podría ser esa persona que estaba buscando sus lentes, porque para mover una fila de estudiantes se necesitaba poder, eso quería decir que él era alguien cercano al director, que probablemente también conocía a los demás profesores y a los tutores.

Pronto su pensamiento fue interrumpido porque la puerta polarizada se abrió de par en par.

—¿Se puso bueno el ambiente en la 2-4, eh?.

—Disculpe Señor Director, fue un accidente y mi descuido —contestó Nina a la voz inconfundible del Director Ephraím Garita.

—Bueno, bueno, no se preocupe, un accidente le pasa a cualquiera. Voy a mandarla con un buen amigo mío que ya me contó su tragedia para que vaya a la óptica que está aquí cerca del colegio, no creo que se pierdan.

—Señor, pero: ¿no cree usted que primero debo hablar con mi familia primero, al menos con mi madre?, mis lentes no suelen ser de precios muy accesibles.

—No se preocupe, en la óptica me conocen bien, bastará una llamada mía y con gusto se los confeccionarán o reparan si tal fuera el caso. Acuérdese que yo estoy mas ciego que usted, por ser cliente frecuente tengo privilegios —dijo el director soltando una risotada mientras cerraba la puerta.

—¡Muchas gracias señor director!—le contestó Nina, apenada pero más tranquila relajando los hombros al ver una salida más que razonable a su problema

—Las buenas noticias son que los rescaté, pero las malas es que no creo se puedan reparar —dijo la misma voz de hace un rato, haciendo que Nina pegara un brinco porque no pensó que él estuviera allí con ella —lo siento, no era mi intención asustarte —añadió a modo de disculpa.

—No se preocupe, mas bien gracias —le dijo Nina extendiendo la mano para que le entregara las piezas de sus lentes.

Aquel joven no le dio los lentes sino que la tomo de la mano nuevamente, Nina quiso soltarse pero él la apretó más fuerte.

—Vamos a la óptica ¿lo recuerdas? —le dijo sin soltarla llevándole fuera del salón con la puerta polarizada, a ella no le quedó más que seguirlo y rezar porque las manos dejaran de sudarle.

¡Corre Nina, crece! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora