Capítulo 47

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❝ Eres una víctima de tu propia mente

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Eres una víctima de tu propia mente. ❞

DARON

El sol ha llegado a su cúspide y el extraño objeto —del que no recuerdo el nombre—, se encuentra colgado en la pared, su color caoba brilla, mientras aquellas agujas marcan el número doce. El ruido de la cocina de la pequeña y acogedora casa de paredes blancas tiene a Lyron en su máxima irritación. Sus ojos están inyectados de rabia y profundos deseos de cometer un arrebato, su evidente desprecio hacia los humanos es más fuerte que cualquier otra cosa, y no comprendo entonces, por qué su anhelo de venir aquí y parecer uno de ellos.

La chica pálida de ojos almendrados, cabellos completamente negros y sonrisa radiante se hace presente en el pequeño salón adornado con asientos acolchados de un color turquesa brillante. Trae en sus manos una bandeja y en ella objetos desconocidos para mis luceros, aunque en mi memoria la familiaridad es una sensación que se asoma.

Mi entrecejo se arruga y Lyron nota mi consternación.

La chica toma asiento junto a mí y sus ojos viajan hacia mi mala compañía, y luego vuelven a posarse sobre los míos. Me muestra su enorme sonrisa, pero simplemente la observo con curiosidad.

El Creador no ha hecho mal su trabajo, sus hijos de la Tierra son casi perfectos como sus hijos del Coelum.

En los ojos de la joven yacen intenciones perversas y el brillo excesivo en ellos la delatan sobremanera.

—Supongo que tienen hambre —su voz es un poco desagradable y nada melodiosa como he pensado.

En efecto, tengo hambre, pero no es de ese tipo insignificante en la que comes pan y bebes vino. Tengo hambre de explorar lo desconocido, de empaparme del comportamiento de estos frágiles pedazos de carnes andantes; de comprender sus anhelos, sus emociones y sus actitudes. Hambre de saber cómo ser como ellos.

—Mucha —responde Lyron, con una sonrisa encantadora en su faz.

Él parece no estar afectado como yo, para él las cosas le son familiares y puedo deducir el porqué. Siempre tuvo la dicha de estar aquí, de convivir más con los humanos, de observarlos más de cerca y es por ello por lo que, tal vez, sus conocimientos no son estropeados por la ignorancia. En cambio, yo, nunca había estado aquí y se me está castigando con la inopia.

Mi altanería me ha privado de lo más sagrado que se puede tener, el conocimiento puro de las cosas. Pero Lyron dice que pronto volveré a tenerlo.

—¿Y a qué fiesta de disfraces asistieron? —Ella contempla las alas en nuestros regazos, haciendo caso omiso de las manchas rojas en ellas y en nuestras vestimentas.

—Fue en el bosque —contesta Lyron—. Una fogata de disfraces. Nuestro auto se quedó sin combustible y tuvimos que caminar prácticamente toda la noche. Tu casa fue lo primero que vimos al final de la carretera, por suerte.

Daron, un ángel para Nathalia © [Libro 1]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora