D i e c i s é i s

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La chica de verdad parecía asustada. Megura la consoló colocando su mano sobre el hombro de la chica y sonriéndole como lo haría una madre. La líder del club lucía exactamente como una mamá de comercial.

—Tranquila, la regla es que lo que sucede aquí, se queda aquí. Nadie le dirá tu problema a otra persona, te lo aseguro.

«¿Regla? ¿Desde cuándo existe esa regla y por qué nadie me la dijo?», cuestioné.

Loo fue la primera persona (que no fuera Megura) en hablar.

—Una buena golpiza lo hará apretar el culo y salir corriendo —comentó luego de un gruñido. Se tronó los dedos causándome un escalofrío y las arrugas de una anciana en la frente—. Yo me ofrezco como voluntaria.

—Agredir a alguien no es una opción —recriminó Joseff, volteando en su dirección. Me espanté, porque nadie en su sano juicio le respondería a Loo de esa forma—. No en este caso. Quizás el chico tenga buenos motivos y solo lo están recriminando como si fuera un delincuente.

—¿Entonces quieres que le regale flores y le diga: «continúa siguiéndome hasta el baño, no me enojaré»? —espetó la rubia con sarcasmo. Jo rodó los ojos, disgustado—. No seas ingenuo, seguro tiene fotos de ella que usa para...

—¿Y si no es así? —le interrumpió. Ya estaba planeando qué flores comprar para su funeral, sin chistes— ¿Por qué juzgar a un libro por su portada? No, no. No saquemos conclusiones apresuradas sobre él, quizás tiene buenas intenciones.

—No puedes verle el lado bueno a todo, Martin. —A mi lado, Felix por fin dejó su posición mafiosa para apoyarse sobre la mesa frente a él.

Los ojos de todos se posaron en él, quien no parecía ser el tipo de chico que hablara en situaciones así. De hecho, creí que su interés por el club era diminuto

—Si ese tipejo anda detrás de ella sin decirle nada, mirándola de lejos y siguiéndola... entonces es puro morbo. Si tuviera buenas intenciones, o inocentes, probablemente se habría acercado a ella cuando le pidió que la dejara en paz. No puedes fiarte de todos o creer que todo el mundo es tan humanitario como tú. Lamento decirte que la realidad es muy diferente, hoy en día las buenas acciones están en extinción.

El silencio colmó la sala. Esa era la habilidad secreta de Felix. Pero yo pensaba diferente a él, sabía que en el mundo todavía quedaba algo de humanidad y bondad, no todo era maldad. Lo sabía porque yo misma tuve el privilegio de verlo.

—Tampoco puedes verle el lado feo a todo. Es muy deprimente vivir sabiendo que todo el mundo tiene malas intenciones, o dividir a las personas como si fuéramos categorías. No existen personas buenas o malas, solo existen personas. Tampoco puedes ir por la vida sacando conclusiones apresuradas, somos impredecibles en muchos ámbitos, y juzgar anticipadamente es un error que todos hemos hecho, pero que deberíamos enmendar.

La reluciente yema del dedo pulgar de Joseff fue lo primero que vi después de mi discurso, luego su sonrisa.

—En-entonces descubramos cuáles son sus intenciones —propuso el callado Sam, a varias mesas más.

—¿Qué quieres decir? —interrogó Josh recién saliendo de su letargo. Se frotó uno de sus ojos y bostezó, provocando que yo también lo hiciera.

—Enfrentémoslo —respondió su amigo—. Un día de estos lo pillamos desprevenido usando a Caroline como señuelo y lo encaramos.

Joseff, Megura, Josh y yo, asentimos por inercia. Nos pareció una buena idea a la mayoría.

—Puede ser en el metro —habló Caroline—. Allí siempre lo encuentro y hay muchos lugares donde interceptarlo.

—Me parece bien —accedió Loo—, y si no quiere cooperar... ¡Crach! Puñetazo en la nariz.

Josh se echó a reír, y fue la misma Loo quien lo hizo callar.

Acordamos entre todos que el miércoles —es decir, al día siguiente— llevaríamos a cabo la Operación Incepción. El nombre no tiene nada que ver con lo que haríamos, pero Josh le halló un parecido a «intercepción» y lo llamó así. Lo repitió tantas veces que al final todos decidimos llamarlo así.

El plan consistía en interceptar al chico en las escaleras del metro temprano por la mañana, así que todos tendríamos que madrugar para entrar en nuestras posiciones. Caroline sería el señuelo, como lo propuso Sam. Se bajaría del metro y subiría por las escaleras norte de la estación donde existe una puerta al costado. Loo y Sam serían los encargados de comprobar antes que la puerta estuviera abierta. Para ello, Josh tendría que hacer un escándalo que distrajera a los guardias. Megura estaría al pendiente del sujeto con un woki-toki para avisarles a Loo y Sam sobre el sujeto. Cuando el objetivo estuviera subiendo las escaleras, Joseff, Felix y yo nos encargaríamos de que no escape, seríamos quienes lo retienen en caso de que algo saliera mal y lo meteríamos a la fuerza por la puerta.

Con el plan hecho, y acordado reunirnos en la estación de metro Price of Valor antes de que la hora pico, todos volvimos a casa.

Al salir del club un viento helado me pegó en la nariz. Todavía el invierno yacía presente en la ciudad, cosa que me fue totalmente de improviso, puesto que en la tarde el sol resplandecía con todas sus fuerzas (aunque eso no se viera tan así dentro de la lúgubre sala del club). Me abracé y encogí de hombros, esperando que de esa forma el frío disminuyera en vano.

—Ponte mi chaqueta —ofreció Joseff, quitándose su abrigo mientras caminábamos de vuelta a nuestras casas—. Soy alguien de cuerpo caliente.

—Tss... —chistó Felix al oír lo último.

Alcé una ceja, ladeando la cabeza para verle. El Poste se estaba colocando sus audífonos del demonio otra vez. Decidí fastidiarlo un poco, antes de que la música le llegara al cerebro y dejase de prestarnos atención.

—Las buenas acciones están en extinción, ¿eh?

Me miró altivo por el rabillo del ojo y volvió a mirar al frente.

—El parlanchín de tu amigo es una excepción —se defendió.

Joseff colocó una mano sobre su pecho fingiendo sorpresa. Avanzó unos pasos más y comenzó a caminar en reversa, dándole la espalda al camino.

—Soy Joseff, amigo. J-O-S-E-F-F.

Por un instante me lo imaginé vestido de porrista, con pompones diciendo las letras de su nombre en tono cantarín. Realmente quise quitarme esa peculiar imagen de la cabeza por amor a mi sueño nocturno. No quería tener pesadillas.

—Como digas, J-o-s-e-f-f —espetó Felix con voz soporífera.

Blanqueé los ojos al escucharlo.

—Quiero estar en primera fila cuando escuches a ese sujeto que sigue a Caroline. Si lo hace por una buena razón me reiré en tu cara —le desafié, acomodando el abrigo de Jo en mis hombros—. Tal vez sea alguien enamorado de ella con temor a declararse.

—Te demostraré que te equivocas —pronunció muy locuaz el Poste—, Neurona Anónima.

Torcí los labios al escuchar mi nombre de usuario en Wattpad.

—No pretendo sacar conclusiones apresuradas, pero si crees tener razón...

—¿Quieres apostar? —interrumpió, deteniendo el paso. Por consiguiente, Jo y yo también nos detuvimos— Que el parlante humano sea nuestro testigo.

Felix extendió una mano para estrecharla y así aceptar la apuesta. Antes de que Jo pudiera recriminar el apodo que Felix le puso, golpeé la palma de Felix con mi mano y estreché la suya, consintiendo la apuesta. 




Un beso bajo la lluviaWhere stories live. Discover now