48.

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Capítulo 48.

GAVIN

Es una de esas mañanas lluviosas y glaciales en Nueva York. El otoño está terminando, y con eso la entrada del invierno hace que las temperaturas bajen todavía más. Las calles de Rochester lucen hermosas cubiertas por todas las hojas naranjas que caen de los árboles.

Acaricio el hombro desnudo de Lauren mientras duerme encima de mi pecho. Aunque lleva el cabello rubio recogido en un moño, el sobrante de éste me hace cosquillas en la piel. Ella se remueve en la cama y se despereza, alejándose de mí. Sus pies fríos tocan los míos mientras intenta volver a meterlos entre las sábanas.

—Buenos días —murmuro. Alcanzo a tomar su mano y beso sus nudillos. A unos escasos metros de nosotros, Galen duerme flemáticamente en su cuna.

—Hola —después de un rato logra abrir los ojos. Me sonríe y se acerca otra vez para besar la unión de mi clavícula con mi hombro—. Hace frío.

—Sí, está lloviendo...

El invierno se acerca —cita una de las frases emblemáticas de nuestro show favorito de televisión. Le echa un vistazo a Galen antes de volver a recostarse en mi torso.

Han pasado unos dos días desde el insignificante suceso que tuvimos gracias a la llegada tan imprevista de Carla. Tengo las llaves de mi apartamento, pero no he dormido ahí una sola noche. La primera porque Galen decidió que era una buena idea llorar y despertar a todo el vecindario, dándome solamente una media hora de sueño; y la segunda porque, bueno, Lauren y yo salimos a cenar y este es el resultado.

Los ánimos están más apaciguados entre nosotros, pero eso es porque no le he dicho que, mientras ella estaba en la escuela ayer por la mañana, tuve un encuentro esporádico con Carla en una cafetería cercana a mi nuevo empleo (conseguí uno como vendedor en una tienda de electrónicos, mediocre pero mi situación académica no amerita mucho más). Ella habló y habló acerca del juicio que empezará si yo no accedo a cederle la patria potestad de Galen, así que estoy esperando a que llegue el citatorio. No creo que tarde mucho. Carla se ve encarecidamente desesperada y eso no me deja muy tranquilo.

—Tengo que ir a la escuela —Se estira sobre mi cuerpo para llegar a la mesita de noche. Lee la hora en su teléfono y vuelve a recostarse—. Necesito las vacaciones de Navidad.

—Resiste, nena. Son todavía dos semanas más.

—No creo poder hacerlo —gruñe y se cubre totalmente con las sábanas—. Ya no quiero, Gavin.

—Hazlo o terminarás vendiendo televisores, como yo —menciono intentando sonar optimista, pero mi tono de voz no puede salir más contrariado.

—Tú mereces mucho más que eso. Pudiste dirigir la empresa de tu padre y serías tan exitoso como él.

—Te equivocas... Sería mucho más exitoso que él.

—Pero decidiste ser un empleado en una tienda de tres centavos.

—Lindura, ¿no tienes que ir a la universidad? —Hago jugar mis cejas y ella se ríe para después ponerse de pie. El ajustado pantalón corto que usa para dormir me hipnotiza mientras ella busca algo en el armario—. Bueno, creo que podría verte un rato más.

—Aun siendo temprano no dejas de ser un libertino.

—¡Oye! —Termino riéndome ante sus palabras—. No me llames así. Me gustas siempre.

—Entonces ven a ducharte —se asoma por la puerta del baño y el corazón se me acelera tanto que puedo escucharlo.

—¿Qué? —El labio me tiembla y ahora es ella la que se ríe.

Outlaw.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora