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                  Capítulo 1.

LAUREN


Florence me encuentra en los pasillos mientras camino hacia el aula. Atrapa mi brazo y lo enreda con el suyo para que vayamos juntas, esa es su manera práctica de saludarme. Lo ha hecho siempre.

—Hola, linda.

—Florence —le sonrío y nos sentamos en los lugares de siempre, en la parte inferior, pues estos salones son parecidos a un tipo de auditorio—. ¿Qué tal tu fin de semana?

—Increíble. La he pasado durmiendo todos estos días y he terminado de ver toda mi lista de Netflix.

—Pues estoy orgullosa de ti —nos reímos al unísono y esperamos a que todo el grupo llegue.

—Y... ¿has sabido de Gavin?

—No desde ayer. Prometió que llegaría a casa temprano, pero no confío mucho en sus palabras.

Se limita a encogerse de hombros. Saca su libreta de Filosofía y su clásico bolígrafo azul —a Florence no puede faltarle eso, pues es como su distintivo.

Miro el asiento libre que tengo a lado y siento una punzada en el pecho. La mayoría de nuestros compañeros ya está dentro, menos Gavin.

Como siempre.

—Deja de preocuparte tanto por él. Sabes que odia que lo hagas.

—Pues tú deberías comenzar a hacerlo también. Es tu amigo, ¿no?

—El mejor, Lauren... Pero tanto tú como yo sabemos que no sirve de nada estar al pendiente de él.

—A veces se me olvida que eres lesbiana.

—¿Qué tiene eso que ver? Me sentí discriminada —hace un puchero y rodeo su cabeza con mis brazos para darle el cariño que siempre me pide a gritos. Así es Florence: una romántica empedernida, amante de los abrazos y los chocolates, pero con un carácter tan fuerte que puede llegar a hartar a cualquiera. Excepto a Gavin y a mí.

El profesor entra y cierra la puerta, lo que significa que nadie más puede ingresar al aula.

Suelto a Florence y resoplo en silencio. Otro día más de clases sin Gavin.

Después de cinco minutos eternos, alguien ha decidido tocar la puerta. Florence y yo nos miramos en silencio.

—Lamento la tardanza, tengo un justificante —el chico levanta una hoja blanca, aparentemente firmada y sellada por el rector.

—Adelante, señor Bogasch. Es su primera asistencia en todo el semestre.

—Juro que voy a compensarlo.

Gavin emprende camino para sentarse y nos saluda con un simple asentimiento. Está, aparentemente, interesado en la clase del día de hoy.

Sus golpes han desaparecido como por arte de magia. Me imagino que Halina le maquilló los moretones y le curó el labio por la mañana.

Ninguna de las dos hacemos comentarios o articulamos palabra en todo lo que queda del módulo.

Cuando es hora del almuerzo, Flo y yo nos adelantamos a la cafetería. Sentimos la presencia de Gavin detrás de nosotras y en ningún momento nos habla. Lleva colocados los audífonos, lo que significa "voy a ignorar a todo el mundo hasta que decida apagar mi iPod."

—Oye, Gavin, está bien que desaparezcas de mi vida durante semanas, pero ya que estamos cerca no debes ignorarme —Florence tira de los audífonos para que el chico nos preste atención—. ¿Qué rayos te pasó en la cara?

—Pensé que no se notaba —Gavin se llevó una mano a la cara para buscar el defecto.

—Te maquillaste.

—Ah... ¿eso? Claro que no lo hice —comparte una mirada cómplice conmigo y por eso tengo que concentrarme en mi comida.

 —¡Eso es base!

—Déjame comer en paz, Flo —él se ríe y, aunque quisiera reírme también, no puedo—. Al menos yo me maquillo y cubro esas imperfecciones. Deberías hacer lo mismo.

—Eres un hijo de...

—Bueno, ya basta, ¿podemos almorzar tranquilos? Están comenzando con mi migraña—les interrumpo. Sé que nada de lo que dicen va en serio. Florence y Gavin se quieren demasiado como para herirse de verdad.

Él me observa de vez en cuando. Estoy enojada con él y definitivamente lo sabe.

Flo tiene razón: a Gavin no le importa que me preocupe por su bienestar.

Cuando los tres terminamos, él empuja la bandeja vacía al centro de la mesa y alcanzo a ver su reloj nuevo. Es de plata y lo bastante discreto para lucir elegante.

—Lindo reloj —articulo.

—Gracias.

—¿Dónde lo compraste?

Se me queda mirando fijamente durante un par de segundos. Muerde la orilla de su labio superior.

—Sabes que no soy del tipo que compra cosas.

—Exactamente: eres un tipo idiota que no compra cosas.

—Ya sabías la respuesta desde el principio, ¿por qué te sorprende tanto?

—Esperaba que hubieras cambiado tu forma de conseguir las cosas —empezamos a murmurar para que Florence no nos escuche, pero no tiene caso, ya que está muy ensimismada en su móvil—. No tienes que robar, Gavin. Tus padres te lo dan todo.

—No lo suficiente.

—Lo suficiente para vivir bien.

—¿Crees que es lo único que importa? No, Lauren, la vida va mucho más allá de tener todos los lujos que uno desee; ¿dónde están las aventuras? ¿La adrenalina? Eso es lo que me hace sentir realmente vivo.

—Pues por querer sentirte vivo vas a terminar muerto.

Gavin se inclina hacia atrás como si fuese un reflejo. Lo he ofendido, no ha sido mi intención, pero no es nada más que la verdad.

Se arriesga a tantas cosas que todavía me sorprende que siga entre nosotros.

Sus padres siempre le han dado la atención que todo chico necesita. Tienen problemas, sí, como todas las familias; pero él es la persona más afortunada en cuanto a ese ámbito. Recibe dinero, tiene una casa impresionante —podría decir que se la vive en un castillo, como un príncipe. Su hermana, Halina, siempre ha sido como un ángel guardián para él. Cuando no está ella, estoy yo, y viceversa.

Tiene un excelente auto y nunca lo utiliza, prefiere prestármelo a mí de vez en cuando para que tenga en qué moverme con seguridad. Su madre es la más dulce del mundo, su padre casi nunca está, pero cuando lo hace pasa mucho tiempo con Gavin o con Halina, ya sea jugando un partido amateur de béisbol o saliendo al cine como si fueran amigos los tres.

Y yo... soy todo lo contrario.

Mi madre está en bancarrota, mi padre está desaparecido desde hace cinco años y a ninguna de las dos nos interesa mover un dedo para buscarlo. Tal vez fue lo mejor.

Ella se esfuerza por darme lo que necesito, pero me preocupa más su bienestar que el mío.

Gavin conoce nuestra situación y a veces roba para ayudarnos, tal vez con unos quinientos o seiscientos dólares. Se los da a mi madre diciéndole que se los ha ganado trabajando duro para que su mejor amiga pueda vivir bien.

—Hasta luego, Lauren.

Se levanta con brusquedad de su asiento y casi tira la mesa por la fuerza que ejerce. Florence, por fin, quita la vista de su móvil y lo mira, pero no dice nada.

Sabe que no servirá, y creo que ella se ha dado por vencida con Gavin.

Outlaw.Where stories live. Discover now